Tenía la esperanza descabellada de que laParca se hubiera olvidado de ella, de que nos pudiera sobrevivir a todos,aunque hubiéramos alcanzado la más desmesurada senectud. Pero Olivia deHavilland ha muerto a los 104 años. No voy a repetir, por obvio, que todos losamantes del Hollywood clásico estamos de luto. De pronto he vuelto a misrecuerdos de infancia, a aquellas películas de aventuras que Olivia protagonizójunto a Errol Flynn, como Robin Hood o Murieron con las botas puestas. Pero sihay un papel que le asegure la inmortalidad, es el de Melania Hamilton en Loque el viento se llevó.
Es un tópico asegurar que la bondadosa Melitarepresenta a la mujer sumisa, en contraste con la rebelde Escarlata O’Hara. Losque así piensan deben haber visto una película distinta a la que he visto yo,porque mi Melita es, ante todo, un ejemplo de fortaleza. Pensemos, por ejemplo,en la escena en que se presenta en Tara un soldado con malas intenciones.Escarlata, asustada, dispara. Es entonces cuando su amiga, exhausta por sureciente embarazo, aparece arrastrando una espada. Da igual que no le quedenenergías para manejarla: lo único que importa es el instinto de pelear en unasituación comprometida.
Si la escena acabara aquí, nuestraprotagonista ya habría demostrado coraje. Pero resulta que el resto la familiase inquieta al escuchar la detonación. Es entonces cuando Melita, con su aplomode gran señora, les dice que no se preocupen. A la pobre Escarlata se le ha disparadoun arma y por poco se muere del susto. Escarlata no puede evitar un punto deenvidiosa admiración: la que ella tenía por una mosquita muerta miente muybien. Es indiscutible que la ha salvado de un serio apuro.
Tienen que decidir, a continuación, qué hacercon el cadáver del militar. Quién confunda a Melania con una especie de beata,sin duda se asombrará al ver que es ella la que sugiere registrarle losbolsillos. Son tiempos de escasez y la supervivencia dicta sus leyes. VivienLeigh, más resuelta a primera vista, se indigna consigo misma por no habertenido antes la idea.
La bondad no es lo mismo que la ausencia deinteligencia. El personaje de Olivia de Havilland antepone siempre lasexigencias de la realidad a los prejuicios obsoletos. Cuando se realiza unbaile para recaudar fondos para la guerra, en el que los caballeros ganaran ensubasta a la dama de su elección, una dama especialmente conservadora pone elgrito en el cielo. ¡Qué indignidad! Pero cambia de opinión cuando comprueba queuna dama intachable como Melita da su visto bueno. Si esa acción sirve paraayudar los soldados que están en el frente, bienvenida sea. No es elcomportamiento, se mire como se mire, de una mujer resignada sino de alguienque tiene sus propias prioridades y para defenderlas no le importa desafiar losvalores establecidos.
Su valor se refleja también en la lealtad sinfisuras hacia Escarlata. Sabe que las malas lenguas la acusan de ir detrás desu marido, pero aún así la defiende a capa y espada, movida por un admirablesentido de la amistad. No hay masoquismo en su proceder, solo heroicidad. Lamisma que demuestra cuando los hombres van a tomarse la justicia por su mano yella recibe a un policía al que miente con una increíble sangre fría. RhettButler, buen conocedor del género humano, tiene muy buenas razones paraprofesarle la admiración más profunda. Cuando ella muere, Clark Gable aparece sinceramente abatido.
Melania Hamilton está en las antípodas decualquier estúpida sin agallas. Lo que el viento se llevó, como película de unaépoca muy distinta a la nuestra, puede tener sus puntos discutibles, pero comoobra de arte no creo que admita discusión. Como todos los clásicos, todavíatiene muchas cosas importantes que decirnos si la interpretamos sin caer en anacronismosfáciles. El arte, la literatura, el pensamiento… Nada de eso puede medirse porcriterios estrechos. ¿Se imaginan que dejáramos de leer a Rousseau porque fueun desalmado con sus hijos? ¿Tiramos a la basura El Capital porque no podemosconsiderar a Marx el más ejemplar de los maridos? Sé que Lo que el viento sellevó es una idealización clarísima del Sur esclavista, con poca relación conla verdad histórica… ¿Y qué? También El Padrino idealiza a los mafiosos y laspelículas de piratas a asaltantes sin escrúpulos. La ficción posee sus propioscódigos, distintos de los de la vida real. Cuando quiero entretenerme, veo unapelícula. Si quiero aprender, pongo un documental.