Cada vez que escribo sobre algún tema suele ser común denominador el hecho que en ese preciso instante me esté sucediendo aquello sobre lo que escribo, o me haya sucedido o crea que me sucederá. Por consiguiente, nunca puedo disociar el artículo de mi persona, el escribo, luego existo, es mi cogito, ergo sum. Escribir es la forma de sacar fuera lo que uno lleva dentro. Más allá de la grandilocuencia de estas aseveraciones, hablemos de amor. Esa abstracción universal que ha inspirado a más reguetoneros que a filósofos, ese ente que ha impulsado al ser humano desde tiempos inmemoriales, ese sentimiento que ha dado pie a ríos de tinta en virtud de novelas, cartas y WhatsApps. Ese concepto que Bauman, con precisión quirúrgica, denominó “líquido”. Su metáfora venía a colación con las características intrínsecas de la modernidad; fluidez, cambio, flexibilidad, fragmentación y fragilidad.
La sociedad de consumo se extrapola a una noción que nada tiene que ver con un bien o un servicio. La mercantilización del amor arruinó su etimología (del verbo latino amare, amar, dar caricias de madre en origen). Según Bauman, la cultura del consumo ha provocado que lo que antaño era la búsqueda de relaciones sólidas que tendían a perpetuarse en el tiempo, hayan quedado relegadas a encuentros esporádicos. Uso y consumo inmediato, impulso; pase y aumente su body count[1]. Es al amor lo que la comida rápida a la gastronomía.
Las tecnologías han revolucionado la forma en la que interactuamos y eso facilita mucho el hecho de conocer a gente nueva. Esto sumado a una mentalidad “liberal” – el artículo bien podría titularse “cómo el liberalismo destrozó el amor”, pero sería lanzarme piedras a mi tejado- en la que está bien visto abrirse de piernas delante del primer zángano/a que se te ponga por delante, producen la paradoja de la abundancia (en economía se conoce como mal holandés), y consiste en que, cada vez es más fácil enrollarse con alguien, tienes todo de cara, Internet, mentalidad social, etc, sin embargo, las relaciones tienden a la efimeridad, duran menos y se separan más (7 de cada 10 matrimonios en España acaban en ruptura[2]).
A ello no solo ha contribuido la sociedad del espectáculo, de la que teorizó muy atinadamente Guy Debord, sino que han aparecido apps que te ayudan en la encomiable misión de echar un polvo. Recientemente, hablando sobre el tema con alguien que quiero y admiro, me comentaba que personas de su entorno no veían un requisito sine qua non el hecho de conocer a la persona para acostarse con ella. En retrospectiva, creo que mi faz destilaba candidez por doquier. No me considero ingenuo, pero sin duda me sentí como un auténtico pardillo. No porque carezca de experiencias sobre el tema o porque no tenga amigos y conocidos que sean sátiros de primera categoría, sino porque eso me indujo a pensar en la vacuidad de la forma en la cual nos relacionamos. Por supuesto que, este artículo no busca juzgar a nadie, ni sentar cátedra sobre qué está bien o que está mal, es simplemente un batiburrillo de ideas que pretenden analizar la realidad social.
Justificaciones aparte, siempre he sido reticente respecto a esos discursos triunfalistas que izan la bandera de la libertad sexual, cuando no es más que libertinaje encubierto, y enarbolan la falacia de “el sexo es una actividad más, un intercambio de fluidos”, decir eso te despoja de cualquier responsabilidad afectiva. Además, constituye una descripción biologicista tan absurda como intentar definir al ser humano en términos de “conjunto de células”, es evidente que se trata de un dictamen paupérrimo, puesto que todos los organismos vivos lo son, pero eso no implica necesariamente que todos sean lo mismo (un tulipán lo es, y está a años luz de la complejidad del homo sapiens).
Entonces, ¿por qué esa banalización respecto al sexo? Siempre digo que para conocer algo hay que ser capaz de definirlo, personalmente, definiría el sexo a través de un prisma aristotélico en el que se considera a este acto el profundo anhelo humano de fusión con el otro. Bauman dice lo siguiente:
Actualmente se espera que el sexo sea autosuficiente y autónomo, que se "sostenga sobre sus propios pies", y es sólo valuable en razón de la gratificación que aporta por sí mismo (si bien por lo general no alcanza a colmar las expectativas de satisfacción que nos prometen los medios). No es raro, entonces, que su capacidad para generar frustración y para exacerbar esa misma sensación de extrañamiento que supuestamente debía sanar hayan crecido enormemente. […] La pócima maravillosa parece estar produciendo dolores y sufrimientos no menos numerosos y probablemente más agudos que aquellos que prometía remediar (Bauman, 2005, pág. 68).
La trivialización muchas veces empieza cuando creemos que entregar momentáneamente la parte más íntima de nuestro ser no es importante, que puedes tener tantas relaciones sexuales como gustes, puesto que no significan nada. Ergo, a lo máximo a lo que puedes aspirar partiendo de esa premisa es a lograr; la nada, la intrascendencia, el vacío, el nihilismo. Del mismo modo que no abrimos nuestros sentimientos a cualquiera porque eso nos hace vulnerables y nos deja a merced de sus designios, no entiendo que el hecho de desnudarse físicamente no implique una analogía justa para considerar que, al igual que no le explicarías a un desconocido tus emociones más íntimas, tampoco te expondrías a él físicamente. Querer hacer ver que eso no implica nada a nivel psicológico es hacer trampas al solitario.
Es curioso cómo en pocas décadas se ha pasado de la sacralización del sexo, a su extrema vulgarización, como si de una transacción administrativa se tratase. Hemos ido de la sobreprotección a la sobreexposición, y los extremos nunca fueron buenos compañeros de viaje. Sin ánimo de academicismos pedantes ni cuestiones por el estilo, las citas de las siguientes afirmaciones estarán disponibles en las notas a pie de página. Algunas investigaciones muestran que las mujeres suelen salir más mal paradas que los hombres a la hora de prevenir el apego emocional a través del susodicho acto y que hay cierta predisposición a sentirse deprimidas, usadas o avergonzadas[3].
La cultura del usar y tirar se encuentra intrínsecamente ligada al uso y abuso del alcohol, que, a su vez, inhibe a los participantes de emplear la protección adecuada y esto repercute directamente en el potencial aumento de las ETS. Estadísticamente, una persona siempre va a tener más posibilidades de contraer una ETS en la medida en la que comparta lecho con más compañeros sexuales.
Por supuesto que no podía faltar el vínculo entre los problemas más acuciantes de la modernidad y el casual sex: estrés, ansiedad, depresión, inestabilidad emocional, etc. Sumado a la presión (y promiscuidad) del grupo-tribu[4]. Hay un cierto halo de apremio social. Si no lo haces asiduamente, sin conocer incluso a la persona, no estás disfrutando de tu sexualidad, ni de tu juventud, ni ya puestos, ¡de tu vida!
Sea como fuere, escuchando una conferencia de la Dra. Marian Rojas Estapé[5], se pueden entrever las ramificaciones emocionales y físicas que acarrea banalizar la sexualidad. La psiquiatra explica que en Estados Unidos hay una fobia al hecho de ser “virgen”. Es algo que hay que quitarse de encima lo antes posible. Además, esto lo vincula a los recurrentes encuentros esporádicos y sin compromiso entre jóvenes americanos los cuales conllevan ideas suicidas, vacío, tristeza, y la pérdida de dignidad del ser humano, puesto que este pasa a ser una mercancía más para dar placer instantáneo.
No creo que sea baladí la importancia que tiene el sexo en todas las religiones, y ojo, no escribo esto siendo creyente, la fe es un don que no a todo el mundo le ha sido concedido. Desde hace miles de años se postula su valor, quizás sea porque se trata de la forma más humana de transcender. En el fondo hay algo mágico en ello, puesto que es la única manera de crear una vida ex novo ¿Cómo puede ser que algo tan venerado se haya convertido en un hecho casual que puedas hacer con el primer match de Tinder, o con el tipo que has conocido una noche en un festival de rock? Correlación no implica causalidad, pero tampoco casualidad, no sé hasta qué punto la causa de las elevadas tasas de suicidio, ansiedad, depresión y demás afecciones mentales que van in crescendo anualmente, están relacionadas con el tema que nos atañe.
Finalmente, creo que despojarle el significado y llenarlo de tosco hedonismo hace que irremediablemente nos sintamos vacíos, pero muy bien considerados socialmente. Así pues, algún lector habrá reparado en el hecho que no hago una disociación entre sexo y amor, esto se debe a que el segundo hace que el primero tenga sentido y deje de ser una mercancía más. Es precisamente el amor el que le da o le quita sentido a las cosas.
Bibliografía
D. Manning, W., A. Longmore, M., & C. Giordano, P. (2015). Gender and Casual Sexual Activity From Adolescence to Emerging Adulthood: Social and Life Course Correlate. The Journal of Sex Research, 1-15.
E. Napper, L., S. Montes, K., R. Kenney, S., & W. LaBrie, J. (2015). Assessing the Personal Negative Impacts of Hooking Up Experienced by College Students: Gender Differences and Mental Health. Journal of Sex Research, 1-10.
Bauman, Z. (2005). Amor líquido. Acerca de la fragilidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
[1] Jerga inglesa que significa con cuántas personas has estado.
[2]http://www.ipfe.org/Espa%C3%B1a/Noticia/De_cada_diez_matrimonios_que_se_producen_en_Espa%C3%B1a,_siete_acaban_en_ruptura.
[3] “This finding could suggest that women are more likely than men to experience negative consequences when they do hook up, […]. Past studies suggest that women with more experience hooking up report greater psychological distress and depressive symptoms than women with less experience” ( E. Napper, S. Montes, R. Kenney, & W. LaBrie, 2015, págs. 7-9).
[4] “In prior work, Lyons, Giordano, Manning, and Longmore (2011) found that young women who reported a high number of sex partners most likely enmeshed themselves in supportive peer networks with similar attitudes, in part to maintain a positive self-image. Thus, peers are an important social context for both men and women” ( D. Manning, A. Longmore, & C. Giordano, 2015, pág. 10).
[5] Concretamente esta: https://www.youtube.com/watch?v=UJ3RRCRqgHc, minuto 16.