Érase una vez un barco con más de tres mil años de historia llamado Andalucía, que surcaba los mares con orgullo en busca de nuevas tierras y aventuras. Es un barco hermoso, inefable, grande y majestuoso, con velas blancas que se inflaban con el viento, de poniente y de levante, y llevaban a sus tripulantes a lugares lejanos y desconocidos.
Pero un día, mientras divisaba tanto el centralismo como la Unión Europea empezó a navegar por aguas turbulentas, y a partir de ahí se ancló en la desigualdad. Los vientos eran fuertes y las olas altas, amenazando con hundir al barco en las profundidades del océano. Y es que esa tempestad no es una simple tormenta meteorológica, sino que representa cada desigualdad socioeconómica que azota a nuestra matria Andalucía.
En la cubierta del barco, los tripulantes luchan por mantener el equilibrio y llegar a fin de mes sobreviviendo a todo tipo de tormenta que ocurre en cada factura dentro del ámbito familiar. No obstante, por el contrario, los ricos y poderosos, con sus privilegios les permiten protegerse de los embates del mar; huyen y guardan sus prebendas hacia otros lares con mejor rentabilidad fiscal mostrando así una grandes “solidaridad” con sus paisanos andaluzas y andaluzas.
Así que los andaluces y andaluzas pobres, marginados y desiguales, más de tres millones (casi el 40%), según la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y Exclusión Social (EAPN-A), quedan en manos de Dios y si no rezas a virtud de los que disponga la naturaleza. En este sentido, uno de cada tres familias andaluzas, aproximadamente, son desiguales, alcanzando proporciones intolerables y deslegitimando un barco o sistema que apenas genera oportunidades para todos y todas.
La desigualdad es un ancla que amenaza con perpetuarse siglo tras siglo. La desigualdad en raza es como un viento helado que corta la piel y divide a la tripulación en bandos enfrentados. La desigualdad de género s como un rayo que ilumina la oscuridad de la noche, mostrando las injusticias y discriminaciones que sufren las mujeres a bordo. Y la desigualdad en orientación sexual era como una corriente marina que arrastra a algunos hacia la aceptación y a otros hacia el rechazo y la exclusión. Y así podemos seguir navegando desigualdad tras desigualdad…
Andalucía no puede quedarse de brazos cruzados con un ¡tierra a la vista! de centralismo y un ¡tierra a la vista! de Unión de Europea, exclusivamente, puesto que nos está originando una tierra de desigualdades. Es cierto, que hemos sido beneficiados de grandes fondos europeos y estatales pero a cambio de una nación ausente de una estructura productiva endógena lo suficientemente adecuada como para generar oportunidades de calidad para nuestra población.
En esta línea, las políticas centralistas nos ha conducido a una foto de desigualdad constante donde, entre otros asuntos, la ejecución presupuestaria estatal de inversiones hacia Andalucía ha sido del 67% de lo planificado mientras que comunidades como Madrid, Barcelona y Navarra supera el 400%, 500% y 1000% respectivamente.
Por otro lado, tenemos el caso europeo donde se destaca dos asuntos de gran preocupación socioeconómica. Primeramente, los fondos de cohesión, provenientes de la UE, que no han hecho más que incrementar la desigualdad (de Andalucía con el resto de regiones) y que nunca llegó a los hogares más pobres como exclama un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Mannheim, de la de Aarhus y del Centro Jacques Delors de Berlín.
Segundo, según el último informe de competitividad para la UE el “mercado único” a pesar de ser un potente motor de crecimiento y prosperidad también es una fuente de desigualdad y pobreza donde los beneficios no han sido repartidos ampliamente y, además, está conduciendo a una baja de los estándares sociales. Asimismo, puede haber contribuido a una mayor privatización de los servicios públicos, centrándose más en los beneficios de una élite que en proporcionar una cobertura de calidad de los servicios fundamentales (educación, sanidad y servicios sociales, entre otros) para la gran mayoría; poniendo en jaque el bienestar de los ciudadanos.
Evidentemente, la Unión Europea nunca fue una UE sino fue una suma de veinte y siete países cada uno con sus intereses individuales donde ganaban la misma élite de siempre dejando a un lado, sobre todo en la toma de decisiones, a naciones como Andalucía. Nunca tuvo sentido una unión monetaria sin, previamente, una unión fiscal. De ahí, se explica muchas de las causas socioeconómicas que hoy se refrenda en la atroz desigualdad que vive andaluza.
Por ello, Andalucía debe de coger el navío, ondear en lo alto del palo mayor una bandera que refleje andalucismo por los siete mares; y que sea capitaneado por una sociedad que de verdad luche por conquistar ¡tierras a la vista! de soberanía. Con ello, podremos recuperar, gestionar y controlar cada elemento que contenga nuestra cesta de la compra para que así no tengamos que depender de tantos piratas que siguen concentrando la riqueza, y dejan a la mayoría con las migajas.
Andalucía, nunca dejes de SURcar los mares, y a pesar de las adversidades, que tu barco, con grietas pero bello, no se venza por la tempestad de la desigualad. Igualmente, que sus marineros y marinaras andalucistas, unidos y unidas por el deseo de un futuro mejor y más igualitario, trabajen juntos y juntas en ese ansia por construir una nación más justa y equitativa para todos y todas.
Andalucía, nunca dejes de SURcar los mares, y así, tu barco andaluz, con valentía y determinación, también sirva de referencia para otras naciones del SUR que viven bajo la misma cruda realidad de desigualdad. Y, quizás cuando lleguen a tierra firme, por fin, obtengan una tierra de oportunidades para todos y todas.
Andalucía, una utopía ayer, un sueño hoy y una realidad mañana. X la revolución de los desiguales…