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Añoranza del Flower Power

21 de Enero de 2025
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Añoranza del Flower Power

Cada día que pasa veo más necesario recuperar el mensaje de losHippies de <<haz el amor y no la guerra>>, protagonistas del movimiento contra cultural del Flower Power (el Poder de la Flor), que a finales de los años sesenta y primer quinquenio de los setenta del siglo pasado, proyectó al mundo la filosofía del amor a la vida en sus múltiples facetas, de compartir y empatizar con el otro, y dialogar para resolver los conflictos; en lugar del enfrentamiento, la vehemencia y el odio al que no piensa como tú que siempre deriva en la tragedia de la disputa violenta que justifica una guerra.

No digo yo —optimista irredento— que el debate público, político, en España vaya a llegar a ese extremo, pero cualquier observador de lo que acontece comprobará —si no está cegado por la creencia y el atavismo— que muchos actores quieren encarrilar nuestras mentes en la idea falsa de que todo va fatal, de que todo es un desastre, de que nada funciona. Mensaje que encierra la necesaria controversia social en un cercado de simplicidad e irracionalidad, que embrutece y distorsiona el pensamiento hasta la locura. Ya lo apuntó en 1965, el creador de la expresión Flower Power, Allen Ginsberg, en su poema Howl (Aullido) que describe los efectos de las fuerzas destructivas del capitalismo en la sociedad norteamericana donde floreció el Flower Power como respuesta positiva y optimista, frente al desastre de la guerra de Vietnam, y el auge del consumo de heroína: "He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos, arrastrándose de madrugada por las calles..."

Hoy muchos cerebros en nuestro país pierden el norte apabullados por el sin fin de negatividad con el que nos cuentan las cosas que suceden, llenas de calificativos estruendosos que teledirigen el pensamiento e impiden la reflexión pausada para valorar con justeza su importancia, que evita caer en el ambiente prebélico en el que algunos colocan el debate público. No es relevante, porque es común en todos los Gobiernos sean o no de coalición, que haya controversias sobre el contenido de tal o cual propuesta de Ley, salvo que, por ejemplo, nos vendan como enfrentamiento o guerra entre una Vicepresidenta y el Ministro de Economía, las diferentes posturas sobre la entrada en vigor de la reducción de la jornada laboral: si en primavera u otoño de 2025. Al final ha habido el esperable y lógico consenso.

Todos los días los medios hablan de ruptura del acuerdo entre el PSOE y Puigdemon-Junts, cuando cualquier observador veterano de la política sabe que eso no va a suceder por la cuenta que les trae a ambos. Tampoco acaba con la democracia, ni nos lleva a la dictadura, abrir un debate social y parlamentario, para limitar el uso de la justicia por la ultraderecha con denuncias sin más pruebas que unos titulares de prensa. Tampoco es un asalto a los poderes del estado nombrar al Fiscal General—como hizo el PP cada vez que ha gobernado—, y defenderle por hacer público un comunicado para desmentir las mentiras del inefable MAR para avalar al novio de su jefa IDA.  Como tampoco es asaltar la economía privada favorecer la sustitución del Presidente de Telefónica, por una gestión que en diez años ha bajado en un 60% el valor de la empresa y que finalizaba su mandato el próximo abril.

Éstos hechos —y otros muchos que están en la mente de todos— calientan de continuo el ambiente hasta hacerlo irrespirable, y más si quien los propala tuvo cinco años secuestrado el CGPJ por interés partidista, incumpliendo la Constitución; o mantiene al Presidente Mazón, que no deja de soltar butades cada vez que abre la boca para desviar su responsabilidad y sostenerse en el poder como una sanguijuela, aunque ya no pueda salir a la calle sin escuchar la voz del pueblo que le pide la dimisión y le llama asesino. Hechos que resultan vergonzosos, complementados con el mantra irreal de que éste Gobierno está incapacitado para legislar y agotado.

Ante esta sarta de tergiversaciones y ensoñaciones expresadas con tono incendiario e intención dañina, que generan barro y polucionan la mente, la única salida es mantenerse alerta para no sumergirnos en la negatividad y el adocenamiento, para darse cuenta de que sus creadores y difusores, aunque griten más alto jaleados por sus altavoces mediáticos, solo son una parte de un todo más amplio: la sociedad. Hacernos creer que esa parte es mayor que el todo, que la mayoría silenciosa que asiste atónita y saturada a este espectáculo, es la trampa saducea en la que no debemos caer.

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