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Asco de políticos que se meten donde no les llaman

28 de Agosto de 2023
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Irene Montero

Mujeres y hombres. Católicos, ateos y masones. Abogados de pleitos pobres y abogadas de grandes bufetes. Feministas y machistas. Cuñados de barra de bar y chicas de barrio. Ricas y pobres. De derechas, de izquierdas y mediopensionistas. Marxistas y conservadores. Personas, ni más ni menos, que tras el beso de Luis Rubiales (con la duda de si serían pareja, algo que no cuadraba) a Jenni Hermoso inundaron las redes sociales denunciando un hecho indecente, reprobable y típico de chulo de discoteca. El escándalo fue casi inmediato y, en general, cualquier cargo público estaba a otras cosas.

Cuando Rubiales llamó tontas, imbéciles, gilipollas y estúpidas a las personas que se estaban quejando lo hacía seguro de que las redes sociales le iban a tocar los huevos, de igual forma que él había hecho en el palco de autoridades. Solo tras ver que esas palabras habían incendiado aún más las redes sociales y los comentarios en las calles, fue alertado el ministro Miquel Iceta, que estando junto al interfecto ni dijo, ni hizo (porque bastante tienen con lo suyo de la cabeza), se lanzó a advertirle que debería disculparse. No más. Le bastaba con una disculpa como a la mayoría de la clase política que estaba viendo cómo apuntarse a la fiesta de la victoria enorme de la selección. Sin embargo, las personas del común insistieron en la dimisión por esa actitud babosa.

El vídeo de no-disculpas y su actitud durante la celebración (intentando quitar protagonismo a las jugadoras) llegó a encabronar más a esas personas que seguían sin hacer caso a algunas políticas y políticos. A casi todas ellas les daba igual que fuese un abuso o una agresión sexual, era indecente y una falta de respeto. Algo que no habían entendido en los medios de comunicación (para pocos la dimisión era la salida), especialmente los deportivos (se duda que lo hayan entendido a día de hoy porque la radiocaspa de los deportes es amplia), y que sufrieron en sus carnes con cada artículo y noticia que sacaban respecto al tema. Esas personas, esas sin-nombre, les indicaron que eran casposos, soeces y unos impresentables. No cabían peros.

Por primera vez en mucho tiempo la “sociedad española” había actuado autónomamente, había señalado qué cosas no son compatibles con la comunidad en la que se vive y señalaron que la puerta de salida es la que debía coger Rubiales. En esto entraron los políticos, esas gentes de pelaje cochambroso que siempre llegan tarde y cuando lo hacen intentan usurpar el trabajo de las personas. Pedro Sánchez señalando que no era suficiente cuando había estado callado varios días. Pablo Echenique buscando su minuto de gloria de los doce o trece que intenta durante el día. Cuca Gamarra, que no debía ni saber que jugaba España una final, pidiendo dimisiones. Y así hasta completar una larga lista. Como ha sucedido con algunos clubes de fútbol que han callado (seguramente por miedo pues Rubiales controla los árbitros), excepcionalmente Ángel Torres (Getafe) fue claro y contundente desde el principio.

Lo peor ha sido lo de Irene Montero (y su caniche ladrador y bien cebado de euros, Pam). Pretender que algo que surgió de forma espontánea, en defensa de una regla antiquísima de la comunidad española, es gracias a ella, solo puede generar vómito. Ya le han dejado claro a la “señora de Iglesias” (entrecomillado porque está escrito a mala leche) que gracias a ella los violadores están en la calle, que gracias a ella las niñas se ven acosadas por mujeres con pene y que ella debió inventar la rueda. No, no es gracias a ella. No ha generado esa actitud colectiva. En cinco años España no ha abierto los ojos a acciones como las de Rubiales, lo criticaba y negaba desde hace décadas. Más uno y más de dos se han llevado una mano de hostias en fiestas de pueblos por hacer cosas parecidas. O han salido forzadamente de una discoteca.

Desde hace mucho las personas que residen en España tienen claros cuáles son los valores éticos. Y quienes han atizado y peleado en redes sociales contra Rubiales en muchos casos no son ni feministas. Habrá hasta “machirulos” a los que eso les parece repugnante. De hecho si algo ha conseguido la ministra en funciones (¿está buscando trabajo o espera que la coloquen sus amigues estadounidenses?) es que muchas personas se hayan puesto del lado de Rubiales. Porque no se ha enterado la señora Montero que de izquierda a derecha provoca mucha repulsión. Pero mucha. Más de la que le cuenta la chupipandi del té de rooibos (que ya hay que ser pija y burguesa para tomar eso). Y que exija que la saquen en la televisión y los medios por el tema es de catetismo político, del tipo “usted no sabe con quién está hablando”. Como le pasa a Yolanda Díaz que ahora busca casito.

Si Rubiales se vio con fuerza para agarrarse a la poltrona, inventarse una excusa, falsificar imágenes… hasta que la FIFA (con lo corrupta que ha sido) le ha suspendido, es por culpa de la clase política que intentó apuntarse el tanto de la cabeza calva. Esa misma clase política que no hizo nada cuando iba insultando a equipos, cuando supuestamente ha habido fiestas con cocaína y prostitutas a cargo de la RFEF, cuando manipula la competición para que Barça y Real Madrid siempre jueguen la Supercopa y así trincar, cuando ha estado grabando a ministros, cuando las 15 (que luego fueron 12) denunciaron que las actitudes no eran las mejores, cuando tantas cosas pasaron y les dio lo mismo. Eran cosas del mundo del fútbol, no tenían el impulso de la sociedad española. Vale que haya que votarles porque el sistema es así, pero quiten sus sucias manos de las personas. Esta batalla ha sido suya y de las jugadoras. Y no es una victoria sino hacer justicia para prevalezca el bien común, algo que desconocen. Por la clase política, con las disculpas hubiese valido.

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