En pleno mes de agosto, saltan las obligadas, convencionales alarmas en el Centro de Control de los AVP (Administradores de Vidas Privadas), tras publicarse un estudio de expertos (a secas), donde se cuestiona sensacionalmente la supuesta salubridad de la afamada siesta mediterránea. La inagotable parrafada del IPAL (Instituto de Pamplinología Aplicada a Lo que sea), insiste, al abrigo del apoyo institucional, en el grave efecto modorrógico de tan extendido hábito, así como en las durísimas consecuencias económicas ligadas al mismo, las cuales afectan desastrosa y especialmente al sector consumo, factor este desatendido hasta ahora por las autoridades. Habla Benito Peabody Jr., cabeza visible del equipo investigador, señor que no se ha echado una siesta en su vida: «Encontramos un destacable índice de absentismo televisiofónico en los sujetos estudiados, los cuales pierden sus necesarias horas de pantallita, cayendo irremediablemente en el sopor, primero, para precipitarse después en el abismo del sueño improductivo, con la consiguiente merma en el consumo, tan necesario para nuestro bonito Sistema».
Los AVP, en estrecha colaboración con el IPAL y las Fuerzas y Cuerpazos, no descartan pasar a mayores. Así, se contempla la muy conveniente más que opción de perpetrar inspecciones (monitorizaciones, más bien) domiciliarias online, al amparo de constitucionalizadas cámaras, a instalar en todos los hogares españoles (léase 1984), con objeto de evitar que nadie quede traspuesto en el sillón tras la sobremesa; infracción merecedora de multa, cárcel y azote instantáneos.
Asimismo, dado el silencio sepulcral que el pueblo, la prensa, los tribunales y organismos defensores de los derechos y los datos privados mantienen, desde ya, frente a lo expuesto en el párrafo anterior, y aprovechando la coyuntura recaudatoria, más la oportuna nocturnidad que agosto ofrece para la imposición (votación) de los decretazos más incómodos, quedará aprobada toda LEY que persiga cualquier tipo de respiro o «break» doméstico, incluyendo la más veloz de las meadas, cualquier defecación a deshora, el mínimo lavado de dientes, la más insignificante de las duchas, cualquier asomo de postre y, en general, todo aquel hábito o protocolo que robe segundos a la visualización del contenido presente en las obligadas pantallas. Resumiendo: no habrá dios que se instale en su sillón, diván o suelo, que respire, vamos, excepto para anclar la vista en su no-teléfono inteligente o televisor.
De modo que, lectora, ve haciéndote a la idea: ¡Se acabó la siesta! (Y la vida). Sigue leyendo, si sabes, cualquier cosa como esta o peor, siempre que no sea en papel, y recarga la batería de tu dispositivo por enésima, o mantenlo enchufado a perpetuidad, por precaución y patriotismo, sin levantar la vista de la pantalla, como hace tu marido mientras friega los platos, o tu perro y tu niño entretanto se mean encima. ¡No pienses! Fíjate en ellos y déjate llevar, así, así, aaaasí…
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«Para mujeres y hombres con estilo, que toman decisiones».