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¡Ay de quién no alegue devoción por el terruño!

11 de Julio de 2020
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Elecciones vascas y gallegas, patrón compartido. Lasraíces a escena. El amor por el país. El pequeño, claro. En términos más omenos inclusivos, o menos que más, si toca la cepa excluyente y supremacista, quede todo hay en el zoco electoral. Pero el nexo de unión es imperativo, no senegocia: la identidad, esa gran farsa. La que vendría determinada por el árbolgenealógico que supuestamente nos cose a la tierra, como si nuestra condiciónde ciudadanos o de trabajadores brotara de ahí abajo, de las raíces, o peor, deuna esencia mística suspendida en el ambiente. Veinte km al sur podrían habitarun hatajo de extranjeros impresentables, con los que no hay que redistribuir nimedio céntimo. La identidad colectiva ya no es la de la clase social, ¿qué sehabían pensado?. Y quien tenga dudas, que lea a nuestro columnista de cabecera.No me vengan ahora con nostalgias obreristas. Qué me cuentan de la clasesocial, de los trabajadores. No. Una niña transexual de 15 años es el nuevosujeto revolucionario. Y el delimitador de identidades colectivas, lademarcación administrativa autonómica. ¿Arbitraria, dicen los fachascentralistas?  No, no... eterna.

Ahí están los nacionalistas pata negra en Galicialuchando contra el franquismo deFeijóo, mientras el presidente esperapaciente la siguiente mayoría absoluta. Sobre la política lingüística pocasquejas, la obra de la inmersión es del PP y en eso todos de acuerdo. Conaquiescencia litúrgica, amén. No se tocaría una coma de gobernar los otros,como hace años. Ir más allá es difícil, porque está todo hecho.

En el País Vasco, todo preparado para que las derechasvuelvan a sacar un resultado espantoso, ya saben. Acuérdense de lo que dijo unode tantos tuiteros progresistas de cuyo nombre prefiero no acordarme. ¡El trifachito no saca nada en Euskadi!¡Toma ya! En esos lares, no hay muchos fachas de los que preocuparse, ganael agente profesional de la cosa nostra. ElPNV. De izquierdas de toda la vida... pues no mucho, pero bueno. Da igual. Paraabsolver de los vicios reaccionarios, basta con estar en las coordenadas delnacionalismo étnico. Allí todo vale. Que te funde un racista como Sabino Arana,bien está. Que durante décadas saques réditos políticos al terrorismo de ETA,justo y necesario. Que enarboles la bandera más reaccionaria que uno puedaimaginar, la de bloquear cualquier posibilidad de redistribución con lostrabajadores del resto de España, de acuerdo. Que practiques la corrupciónadministrativa soterrada o explícita, y el clientelismo más descarado, adelante.Y para todo lo demás, el cupo. Claro que en eso último, de nuevo, omertá en el mejor de los casos. Porquecuanto toca hablar, es para el jolgorio de la hagiografía colectiva.Aplaudiendo todos con las orejas. También los supuestos no nacionalistas. Y esque criticar un privilegio que nos beneficia en detrimento de todos los demásno da votos. Los resta. No me den el coñazo con la historia esa de la igualdad.Ahora se lleva la lógica del terruño, de las raíces. Primero los míos, luegolos míos, y para terminar, los míos. La redistribución y la solidaridad nosalen a cuenta electoral.  

¿Y la izquierda? Ausente, como suele. La nominal,ambicionando una ilusoria alternativa a la hegemonía del PP gallego, medianteun multipartito en el que las vindicaciones identitarias sean centrales. Vayacon la izquierda. La misma que tieneclaro, en la primaria ecuación de siempre, que como España es algo ante lo quemantenerse de perfil, en el mejor de los casos, o directamente impugnar comonación contaminada de franquismo o quintaesencia de todo lo facha, corresponde relacionarse con los nacionalismosperiféricos con una mezcla de cooperación activa y devoción. A tal fin, valetodo: por aquí un irresponsable placeta mantras tan disparatados como que la lengua proporciona una visión del mundocompartida, por allá la no menos desquiciada idea de que en torno a laidentidad cultural es posible delimitar un demosautoconstituido y diferenciado del resto de miembros de la comunidad política.Y por tanto, quien participa de esa identidad cultural, lingüística a veces,otras directamente racial/étnica, es acreedor de un derecho a vivir aparte.

Y si no a vivir aparte, al menos a recibir algo acambio de semejante hecho diferencial. Cuandoya se tiene ese algo a cambio, comoen el caso de la relación bilateral con el Estado que supone el conciertoeconómico - y la derogación íntegra de cualquier rescoldo de igualdad ysolidaridad que ese privilegio comporta - a lo menos que se aspira es ablindarlo. He ahí el PSE-EE ambicionando volver a oficiar de corifeopreferencial del PNV, pero también a Iturgaiz y Arrimadas vindicando elforalismo como verdadera piedra filosofal contra los nacionalistas. ¡Qué granidea! Frente al nacionalismo etnicista e insolidario, un ración de derechoshistóricos igualmente insolidarios. Pero sin ruptura, claro. Como gustoso peajepara que a nadie se le pase por la cabeza emular el prusés catalán. Como si enépoca del Plan Ibarretxe no hubiera habido concierto económico. Como si unprivilegio que centrifuga la solidaridad interterritorial y la redistribucióncon quienes más lo necesitan fuera en alguna coyuntura no ya aceptable, sinodirectamente digno de encomio y reivindicación.

¡Y ay de quién piense lo contrario! Fachas, so fachas.Y esa es la moraleja, regalar el concepto igualitario de España a los fachas,tiene narices la cosa.

A los otros nacionalistas, los de la esencia patria,los del brindis carpetovetónico al final del discurso. Los que persiguen en sussueños más calenturientos los virus chinos, los que dicen a tal y cual políticoque se vayan a su país por no cumplir el estatus de los orígenes. Los patriotasfetén que cuando hay que votar en el Congreso sobre la tributación detrasnacionales tecnológicas en España, votan en contra. Los que llevan en suprograma el desmantelamiento del sistema público de pensiones, ¡qué gran ideaun sistema de capitalización en un país en el que la abrumadora mayoría de lapoblación no puede ahorrar nada con los sueldos de miseria que se estilan! Losde la liberalización generalizada del suelo. Los que encargan a economistas austríacos su programa económico paradefender una nación sin Estado. Los que pintan los impuestos como un robo, y laeducación como una potestad primigenia y casi absoluta de las familias en laque el Estado no tiene nada que decir - como si los criminales del tiro en lanuca, los que acaban de llenar de pintura el panteón de Fernando Buesa, no tuvieranhijos y la misma voluntad de siempre de adoctrinarlos en su religiónsanguinaria, el nacionalismo etnicista -.

A esos, precisamente, se les está regalando laautopista de defender un Estado sin componendas confederales, sin relacionesbilaterales con las autonomías, sin privilegios ni asimetrías constantes. Esaes la gran irresponsabilidad de nuestro tiempo.

Un tiempo bastante oscuro en el que para triunfarelectoralmente más vale que presentes un certificado de pureza de sangre, delimpieza de orígenes, en el que te identifiques con la patria de lasuniformidades identitarias, en la que todos sienten como uno sólo. En la que elterritorio ya no es político, sino esencialista y místico, un territoriopreexistente a la comunidad política, eterno e inalterable. Un tiempo en el quela nación política que se acuñó de la mano de la izquierda contra el privilegiode origen es cosa de reaccionarios, y los privilegios de origen que siempre hansido el santo y seña de los reaccionarios se han convertido en el rasgoinnegociable de cualquiera que se reclame progresista.Palabra, por cierto, que cada vez me hace temblar más cuando la oigo...

Nos queda la certeza, ante esta liturgia imperativa delos orígenes, de que hoy resulta más saludable que nunca reclamarse mestizo,impuro, y mandar a los devotos de las raíces, a los feligreses de lasidentidades, a tomar por saco.  

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