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Azerbaiyán y la credibilidad de Occidente

22 de Septiembre de 2023
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Vivimos en un mundo inestable en el que el que existen conflictos regionales por doquier, conflictos que muchas veces pueden ser aprovechados de diferentes maneras por una potencia u otra, sea reafirmando su control o zona de influencia sobre una territorio concreto, sea intentando ganar notoriedad ante la Comunidad Internacional, o bien, sea intentando con ello debilitar a las potencias que se identifiquen como adversarias. En ese sentido, en realidad casi nada o poco de lo que pasa en el concierto internacional es como se ve a primera vista, sino que a menudo hay multiplicidad de factores intrínsecos a una situación determinada, factores que si no se detectan o controlan convenientemente a tiempo, pueden desembocar en el empeoramiento de la situación global.

En estos momentos ha saltado la noticia de que Azerbaiyán ha iniciado lo que aparentemente es una ofensiva en regla con la intención de recuperar por la fuerza aquello que considera su territorio y que, de hecho, así está reconocido internacionalmente; me refiero al territorio de Nagorno-Karabaj, territorio autónomo "de facto" y habitado en su gran mayoría por armenios. Por un lado, parece un intento azerí de recuperar su territorio y de poner en cintura a una provincia "rebelde", y así seguro que lo va a presentar Azerbaiyán a la Opinión Pública internacional pero, por el otro, hay que ir con mucho cuidado con el uso de la fuerza en casos como éste, ya que en esta situación subyace claramente un conflicto étnico de primera magnitud y que puede llevar a consecuencias imprevisibles, como pueden ser limpiezas étnicas, progromos o directamente una guerra abierta entre las dos comunidades, por decir algunas.

Otra cosa a tener en cuenta es la situación de los dos contendientes; por un lado, Azerbaiyán es una antigua república soviética con un régimen presidencialista, que es una importante productora de petróleo y con una población mayoritariamente de cultura afín a la turca y de religión musulmana. Por otro lado, la población armenia es del territorio en disputa es mayoritariamente cristiana mientras que la actual República de Armenia también es un estado ex-soviético pero con un sistema político bastante democrático aunque este país es bastante más pobre que su adversario. Armenia hasta la fecha ha estado más o menos en la órbita rusa, que es su garante, si bien últimamente parece haberse desmarcado un poco, mientras que Azerbaiyán mantiene buenas relaciones con Moscú, pero también con Occidente. La situación en el Alto Karabaj, si bien el conflicto ha ido volviendo de manera cíclica, se ha mantenido en una cierta estabilidad en los últimos tiempos gracias a la mediación de Moscú.

Es decir, dejando de lado si Azerbaiyán tiene o no derecho a reclamar lo que por derecho es suyo, faltaría ver si el uso de la fuerza está justificado en este caso debido a las consecuencias que puede acarrear, tanto políticas como económicas, si el asunto se descontrola, y es que a mi modo de ver una agresión nunca es justificable, por muchos motivos que se tenga para ello. Vayamos a suponer que la situación se fuera de las manos y desembocara en una guerra abierta en el Alto Karabaj o, quién sabe, directamente entre estos dos estados ex-soviéticos, ¿qué debería hacer Occidente en este caso? Pues, en mi opinión, Occidente estaría en un buen aprieto, por un lado, está el rival débil que es el agredido, que sería Armenia y, por mucho que el territorio en disputa pertenezca formalmente a Azerbaiyán, Armenia se podría presentar ante la Opinión Pública Internacional como una democracia en peligro por la agresión despiadada de su vecino. Por el otro lado, Azerbaiyán es un más que interesante socio comercial en una zona con conflictos latentes y que interesa tener de cara para contrapesar la influencia rusa en la región. En pocas palabras, o apoyar al "agredido", sancionando al "agresor", o mantenerse al margen aduciendo "asuntos internos" de Azerbaiyán y así no contrariar a este país y, de rebote, no afectar al precio del petróleo y de sus derivados, con las consecuencias inflacionistas que lógicamente esta situación acarrearía.

Pero, por otro lado, también creo que está en juego la credibilidad de Occidente, muchos opinan que la salida desordenada de Afganistán fue vista como un signo de debilidad occidental y que éste fue uno más entre los muchos factores que propiciaron o dieron alas a la agresión rusa en Ucrania y que también ha dado cierto ánimo a China en su reivindicación de Taiwan (no olvidemos que la situación entre Taiwan y China es algo parecida a la que se vive entre Azerbaiyán y el Alto Karabaj). Entonces, si el conflicto se complica y realmente se verifica una agresión azerí sobre Armenia, si Occidente no presentara una reacción firme y equiparable a la reacción ante la invasión de Ucrania estaría enviando al Mundo un mensaje de "doble rasero" entre Armenia y Ucrania o, en el peor de los casos, de debilidad, y la debilidad en Política Internacional nunca es buena; aunque también, en el caso de inmiscuirse demasiado en un conflicto regional podría correr el riesgo de empeorar el conflicto y de que el mismo se contagie más y más en la región, cosa nada deseable en ningún caso, y todo ello dejando de lado los problemas económicos que podría acarrear el sancionar por la agresión a un productor de petróleo como Azerbaiyán, como pueden ser las subidas del precio de los carburantes, etc.

Por lo tanto, la papeleta, en mi opinión, está más complicada de lo que parece. Dentro del aparente "conflicto regional en un país lejano pero productor de petróleo para intentar recuperar por la fuerza una provincia rebelde" hay mucho más que eso, está la posibilidad de escalar el conflicto y de contagio regional en una zona que tradicionalmente es de influencia rusa, pero también está la credibilidad y el prestigio occidental. Occidente no creo que se pueda permitir fallar en este asunto y caer en la trampa del doble rasero si se compara su reacción en este asunto con su reacción ante la situación ucraniana; de todos modos, ésta podría ser una opción para evitar males mayores siempre que el conflicto no escalara, pero no se antoja a priori como demasiado deseable. Sea como sea, es temprano para vaticinar acontecimientos, esperemos y deseemos que este conflicto no escale y que las dos comunidades enfrentadas hallen una solución que satisfaga a todas las partes enfrentadas, a ellos mismos primero que a nadie, pero también al equilibrio regional.

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