02 de Abril de 2024
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abuelos

Chuzo en mano, Serapio, camina lento pero seguro. El cielo está encapotado aunque por el tipo de aire, Regañón, sabe que hoy no caerá ni una gota de agua. Y eso que en la aplicación del móvil le dice que existe una posibilidad de lluvia de un 88 % a esa hora. Mejor, piensa. Así todos los urbaletos que han dejado la gran ciudad para adentrarse a mogollón en la España rural, esa que llaman vaciada, no saldrán hoy a llenar los caminos con sus «quads», sus motos de trial y sus todoterrenos invasivos que destrozan caminos, destruyen el monte y ahuyentan a los animales. Luego los muy gilipollas se quejan de que no ven animales salvajes por el campo. Se creen que los conejos, los corzos, las libres y los zorros son como los gatos de su casa o los elefantes del zoo con los que te puedes hacer una foto mientras permanecen quietos.

Serapio, da su paseo diario. No le importa que en su pueblo, sólo haya cuatro o cinco rutas intercambiables, porque para él, cada día el paseo es distinto. En unas ocasiones encuentra corzos comiendo en los girasoles recién salidos. En otras, cuando aprieta la calor, puede ver liebres o conejos que salen de sus escondrijos a la sombra de las encinas en cuanto oyen sus pisadas. Y otros días, los más, no ve animales, solo palomas y cuervos, y sin embargo, respira paz, tranquilidad y sosiego. Y el paseo, como hoy, le da para pensar.

Andando, cavila que él es uno de tantos que en esta España aviejada está en edad de disfrutar de la vida después de casi cuarenta años cotizados y más de cincuenta de trabajo. Uno de los que, tuvo una niñez de mierda. Poca escuela, mucha necesidad, casa sin agua corriente, ni baño. Viajes diarios a la fuente a por agua para cocinar, beber, lavarse la cara y poco más. Una ducha en un balde al año y una única fuente con las viandas sobre la mesa de la que comían todos, respetando siempre al padre que es el que trabajaba. La madre también trabajaba. Más que el padre, pero entonces las madres comían las sobras o lo que no quería nadie. Él tuvo suerte. Pudo ir a la escuela, además de ayudar en las labores y después a una Universidad Laboral. Una de aquellas instituciones en las que estabas completamente becado, desde la manutención hasta los estudios. Y pudo hacer bachiller. Los veranos, en vacaciones, vuelta al pueblo a ayudar a los padres en el campo. Después, a base de esfuerzo, pudo estudiar más y aprobar unas oposiciones.

Todavía recuerda los tiempos, no ha mucho aunque parezca que han pasado siglos, allá por los primeros años de este siglo, cuando un administrativo de oposición ganaba mil cien euros y cualquier tuercebotas que había dejado la escuela después de no haber pasado de 5 º de EGB se metía en la construcción cuatro mil euros en jornadas de diez horas poniendo hormigón o ladrillos. Entonces nadie quería ser funcionario y todos se reían de ellos. Entonces los mileuristas eran basura y los hideputas que viven de engañar a la gente como expertos en todo (y que en realidad no saben de nada) excretando sandeces en sermones televisivos o escribiendo mierdas para las cabeceras de la prensa subvencionada, a trescientos euros el artículo, no estaban todo el día con la matraca de que los jubilados ganan más que los jóvenes trabajando. Él sabe, por extrapolación, que no es verdad, porque por cada pensión máxima hay cinco mínimas, y en que, todo caso, la culpa no será de los jubilados, sino de los políticos y sobre todo de esos trabajadores que cada vez están más atocinados y no hacen huelga porque les quitan dinero, o porque no sirve de nada (esa es la excusa) o porque se está mejor de cañas que jugándose el pellejo ante los agitadores con uniforme.

Él tiene una pensión digna, sí. Y paga sus impuestos como todo hijo de vecino, y se ha venido a vivir al pueblo porque con lo que le ha quedado, y aun teniendo casa propia sin hipoteca en la ciudad, el importe de su pensión no le llega en la gran ciudad. Ha vuelto a aquella casa en la que en su niñez pasaba frío en invierno, había que ir a defecar al corral mientras te picaban las gallinas el culo y a lavarse en la palangana del alféizar. Hoy, por supuesto tiene un baño y agua corriente. Pero para poder vivir en condiciones normales de dignidad tendría que invertir una cantidad de dinero que no puede asumir con su pensión. Toda una vida de trabajo para poseer diez mil euros en el banco, un piso de sesenta metros cuadrados en un barrio periférico de una gran ciudad y una casa en el pueblo heredada de los padres. Y todavía hay quién le echa en cara que se vaya una semana al año a un balneario en el mes de febrero o marzo a un lugar perdido de la mano de dios dónde, el estado tiene que subvencionar las vacaciones para que el paisano de esa España rural, pueda también vivir de la hostelería en invierno.

Pensando en sus cosas, Serapio ha llegado a lo que fue la cascada de Tiburcio. Un lugar dónde dicen que hace años se ahogó el tal Tiburcio en el pozo provocado por una de las riadas que eran habituales en el cauce en primavera. Hoy, estamos a finales de marzo, ha llovido bastante y aún así, del pozo no hay ni rastro y la cascada ha desaparecido. Solo un hilo de agua recorre mansamente las piedras. No produce ni espuma. Serapio camina con unas zapatillas de deporte, un forro polar ligero y unos pantalones de chándal. Cuando era niño, lo normal hubiera sido abrigo, bufanda, gorro, botas katiuskas y nieve en el camino.

Piensa que a este ritmo, en diez años, el río habrá desaparecido y la zona será un desierto.

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Baby Boom

Asistimos como ya lo hicieron a finales de los noventa, a una cruzada contra las pensiones y los pensionistas. Entonces, el objetivo era llenar las cuentas de resultados de los bancos y fondos de inversión, a base de meter miedo a la gente, para que se hicieran un plan de pensiones privado. Planes de pensiones que treinta años después han resultado ser un fiasco. Pérdidas patrimoniales constantes o una rentabilidad mínima han dado como resultado que no sólo no supongan ninguna mejora en la pensión pública sino que además es Hacienda (como no) el mayor beneficiado de los mismos. Porque ya saben ustedes que hacienda somos todos pero cada vez más los de abajo y cada vez menos los que deberían ser los principales contribuyentes del Estado de bienestar. Según Carlos Cruzado y José María Mollinedo, las cabezas visibles de Gestha -el sindicato de los técnicos del Ministerio de Hacienda- en informaciones que detallan en este artículo, los ricos no pagan IRPF, [Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas] porque en España sólo lo pagan los rendimientos de trabajo o sea, pensionistas y todos los trabajadores con nómina. Las grandes fortunas utilizan mecanismos de elusión fiscal: sociedades, sobre todo grandes empresas, sicav y otras para eludir sus obligaciones. Mientras que a un salario mínimo situado entre los 0 y los 12.450 € le corresponde una obligación fiscal del 19 % (que se eleva hasta el 30 % en salarios más habituales entre los 20.200 € y los 35.200 €) las empresas pagan entre el 13 % para las PYMES y el 5 % para los grandes emporios.

Esto del hijoputismo y de los liberlerdos es de traca. Llevan años pronosticando que bajar impuestos crea empleo (o sea que baja el paro) y eleva el PIB. Y resulta que la mentira es de tal calibre que ya hasta la propia prensa pro hijoputismo tiene que reconocer que bajar impuestos a los ricos, lo único que hace es aumentar la desigualdad. Porque en realidad, como lo demuestra que entre los primeros años del barniz que le dieron al franquismo en el 78 hasta ahora, que el tipo máximo impositivo haya caído más de veinte puntos (pasado del 65,51 % al 45 %), lo único que ha crecido de forma exponencial han sido los pocos ricos, que cada vez son más ricos, y los pobres que cada día haya lo somos más y con más miseria. Porque en este régimen y en todos desde que se dejó el trueque, el gran problema es que los de arriba (los que ejecutan las órdenes y viven de los de abajo), ni tienen los mismos valores éticos, ni morales que los que obedecen y aportan. De tal manera que el interés de los primeros consiste en el acopio de bienes y recursos, vivir de la explotación del trabajo ajeno y sobre todo crear normas que impidan que los de abajo se revelen contra ellos. Los de abajo, por su parte, en su mayor parte asienten por miedo y viven con la esperanza de que un día un golpe de suerte (lotería, herencia, fortuna) les permita a ellos ser de los de arriba y comportarse como ellos. Hasta el cielo o el paraíso de las religiones está basado en ese principio.

En época de crisis, de cambio de modelo, cuando todo lo que se conoce comienza a derrumbarse y los de arriba vislumbran que el futuro no está claro, es cuando acaban desarrollando más el poder coercitivo, cuando comienzan a expandir sus miedos a los de abajo. Y es entonces cuando todo se vuelve peor. Los de abajo, con tal de conservar lo poco que tienen acaban consintiendo y apoyando a los de arriba en sus salvajismos fascistas y todo se vuelve absolutamente irrespirable  hasta que un pequeño grupo, casando de malvivir y sin nada que perder, salvo una vida de mierda, acaba rebelándose y rompiendo el statu quo y vuelve de nuevo a empezar el ciclo, la remontada hacia tiempos dónde el pueblo vuelve a soñar con la igualdad y la solidaridad y la equidad. Y en realidad lo que ha sucedido a lo largo de la historia es que los de abajo se vuelven como los de arriba, algunos de los de arriba acaban bajo tierra, los demás siguen casi sin inmutarse y la mayoría de los pobres siguen en su miseria económica en su dominio bajo el palo y en su vida subyugada de siempre. Es el capitalismo camaleónico.

Ahora, los cantamañanas, cómplices y compinches de los explotadores preconizan elevar la edad de jubilación (hasta morir si es posible) y pegarle un hachazo a una generación que ha conseguido gracias a su esfuerzo que, los que ahora se quejan, hayan vivido con toda clase de comodidades y lujos de los que ellos carecieron y que estos sinvergüenzas, que tan mal hablan de ellos, puedan seguir viviendo del momio, de engañar a la gente en sus sermones televisivos, en sus artículos de mierda en cabeceras que sólo se sostienen gracias a las subvenciones y a la publicidad institucional, mientras echan pestes del estado, demonizan todo lo público y echan en cara las “paguitas” de los demás. Ahora que les toca a ellos, a esa generación que sacó a España de la miseria a base de jornadas maratonianas y vidas en semiesclavitud, los que comenzaron a trabajar con 14 años, los que no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela y mucho menos a la universidad (y si fueron lo hicieron gracias a un esfuerzo extraordinario de estudiar y trabajar), los que consiguieron la sanidad pública universal, la educación igualitaria, los que aportaron para cambiar caminos de mulas por autovías de tres carriles, los trenes de vapor por modernas locomotoras a 300 km/h, los que han hecho posible que un país subdesarrollado, sea ahora la playa de Europa, quieran eliminar por decreto sus derechos adquiridos para que los asquerosos gañanes de los fondos de inversión, de los bancos y de la creación de pobreza y desigualdad, puedan seguir viviendo en su puñetera burbuja.

Son los que además de empobrecer al pueblo, se llevan la riqueza de lo público para después dejar todo en la estacada. Los que privatizaron la RENFE, ENDESA, la Caja Postal, Loterías, Telefónica, etc., para hacer ricos a los amigos y empobrecer a los de abajo. Los que llegados a un punto, como sucedió en Gran Bretaña con los trenes, acaban sesgando vidas humanas por la falta de inversión y mantenimiento en las instalaciones.Los que preconizan un sistema como el de USA, donde los puentes e infraestructuras públicas se encuentran en mal estado por la falta de estándares de seguridad en su construcción y el nulo aporte económico para su conservación.

Y además de todo eso, tienen infinidad de deficientes cognitivos que abogan por sistemas anárquicos dónde el estado no retiene impuestos por IRPF, ni Seguridad Social, ni seguros para desempleo, ni pasivos para pensiones. Abogan como si fuera la panacea, por un sistema en el que cada uno se apañe como pueda para asegurarse que le curen una enfermedad. Que cada uno se las arregle para ahorrar para el futuro cuando no pueda trabajar. Y se creen que con un seguro de ASISA, ADESLAS, O DKV por 30 euros al mes lo van a tener todo solucionado. Ignoran lo que de verdad cuesta tener sanidad privada. Y si quieren acercarse a la realidad, no hace falta que vayan a USA, sólo tienen que llamar a la Clínica Navarra y preguntar lo que cuesta un seguro en esa entidad, y lo que piden como copago por cada una de las intervenciones. La ignorancia es muy atrevida y la estupidez es gratis, decía mi suegra,y cada uno coge lo que quiere.

Pero si hay algo que me cabrea sobremanera es la absoluta ignorancia de estos asquerosos fuleros que nos desgobiernan con el cambio climático. Ignorancia o más bien desdén. Siguen hablando de crecimiento económico e igualándolo a prosperidad. El PIB es al bienestar social, como una garrapata al cáncer. Crecer indefinidamente es imposible por las leyes de la física. Y armarse para la guerra, no sólo no prepara para la paz, sino que acaba finalmente en muerte, destrucción y conflicto como ya sucedió justo hace ahora un siglo con la Primera y la Segunda guerras mundiales. Sólo que esta vez, las posibilidades de volver a empezar son casi nulas. Si el dinero invertido en armamento se estuviera destinando a buscar soluciones efectivas contra el cambio climático, como la distribución real de la riqueza y el decrecimiento programado repartiendo los bienes en igualdad y no expoliando, no sólo no habría conflictos bélicos, sino que además tendríamos futuro como humanidad. Un futuro negro el que vislumbramos ahora, ya sea por la destrucción nuclear, ya porque la Pachamama, en su irrefrenable evolución caótica, se acabe rebelando y enviándonos al baúl de las especies extinguidas.

Como siempre, no olviden apagar la Televisión. Estarán igual de desinformados, (por ejemplo, no les informarán que el presidente del gobierno más progresista de la historia, el Fake Pedro Sanchez, y su cómplice doña Sonrisas de Sumar, han convertido una reserva de la biosfera, Menorca, en una base de guerra americana contraviniendo el referéndum de la OTAN y la legislación española). Si apagan la TV, al menos podrán pensar por sí mismos. Y apuesten por el feminismo, la igualdad, la ecología y el decrecimiento organizado (distribución equitativa de la riqueza) como tabla de salvación.

Salud, república y más escuelas.

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