La actividad económica de Andalucía durante los años 90 no había evolucionado más allá de los flecos que dejó la Expo-del 92. Los sucesivos gobiernos socialistas fueron administrando los escasos recursos con los que contaban, siendo prioritario en sus políticas el mantenimiento de lo que ellos llamaban “paz social”. Seguramente, la intención era buena, pero la gestión no tanto. La pérdida de tejido industrial en la región se pretendió contrarrestar con ayudas públicas para el sostenimiento de las empresas en crisis y con alto riesgo de desaparición. Se crea así una extensa red clientelar entre las administraciones encargadas de gestionar estas ayudas y los empresarios y trabajadores beneficiarios de las mismas. Para no aburrir con datos estadísticos nos vamos a centrar en el origen de estas prácticas.
Elementos fundamentales en el funcionamiento de este mecanismo puesto en marcha para solventar los problemas de conflictividad social que con tanto ahínco se intentaban evitar eran, por un lado, las empresas en crisis, los trabajadores de las mismas, los sindicatos que gestionaban las negociaciones, y por otro la Junta deAndalucía a través de las Consejerías de Empleo y de Hacienda y las compañías aseguradoras con la mediación de la omnipresente Vitalia.
De modo telegráfico diremos que, como es bien sabido, todo comienza con la empresa jienense Cárnicas Molina. Problemas con las subvenciones europeas, denuncias por parte de otras competidoras de competencia desleal, acciones violentas de los sindicatos, el problema de los trabajadores, etc. Esto se soluciona con subsidios y prejubilaciones exprés. Es la Intervención de la Junta la que alerta de lo irregular del procedimiento. Entonces se recurre a la asesoría del bufete Garrigues, que aporta como solución el famoso “convenio de colaboración” entre la Consejería de Empleo y el IFAS. De este modo se soslayaban los controles de la Intervención, y la Consejería podía destinar fondos para solucionar estos problemas sin someterse a los rígidos controles administrativos. Esto es lo que en la teoría se denomina “la huida del Derecho administrativo hacía el Derecho civil” menos rígido y encorsetado que da más liberalidad a la actuación de las partes. A esto es a lo que las voces “populares” califican como: una actuación prescindiendo total y absolutamente del procedimiento establecido.
En este punto de la investigación, una vez recabados los expedientes de la Junta, de la Agencia IDEA (sucesora del IFAS), de las mediadoras Vitalia y Uniter, quedaba por rescatar un paquete de “pólizas” que la Junta había subrogado a la luxemburguesa Apra Leven. Previa comisión rogatoria y accidentado viaje, se llevó a cabo un registro en la sede de esta aseguradora en Amberes. Cual película de Cantinflas, maderos belgas hablando en neerlandés, interrogados hablando en francés, un agregado de interior que chapurrea inglés y algo de francés, un madero de Sevilla que apenas se entera de algunas frases y, lo más grande, una traductora belga que hablaba neerlandés y balbuceaba algo de español por haber estado casada con un nativo alicantino. El método para la toma de estas declaraciones llama a la risa, si no fuese por la tortura que nos hicieron pasar. Los maderos belgas nos citaban a las ocho de la mañana en unas instalaciones a las afueras de Amberes dignas de un gran banco. La panoplia desplegada era de lo más curioso: un tipo delgado y mal encarado, sentado de cara a una mesa totalmente vacía. Detrás otro tío más feo aún que solo miraba y, un poco retrasado (sin segunda intención) otro madero con un ordenador que se afana en poner por escrito lo que allí se decía.
Se formulaba una pregunta en español, el delegado de interior la traducía a inglés o francés según la hora, el madero belga daba la aprobación y la traductora la traducía a neerlandés y se la hacía llegar a los testigos, que respondían en francés, que se traducía a neerlandés y que a su vez se traducía a inglés y finalmente a español. Y así, desde la ocho hasta las cinco, sin interrupción, sin descansos, sin tiempo para comer, beber ni nada de nada, alguna vez, en vista del presumible desfallecimiento del que habla, se dignaron en ofrecernos un poco de agua. Y así durante tres interminables días.
Las declaraciones de los directivos de Apra Leven, Micael Camaers, George Laurinsen y otros, así como la documentación que se trajo, en mano, desde Amberes, siguió el mismo destino que los expedientes de Vitalia. Se ve que eso no interesaba. Pero ahí estaban las 24 pólizas originales que la Junta había subrogado a esta aseguradora y demostraban cómo era Vitalia la que, una vez firmadas las pólizas por parte de las empresas, en la última página y debajo de las firmas originales se añadía a las personas que consideraba oportunas. Y digo esto, porque el resto de “pólizas” estaban en poder del Consorcio de Compensación de Seguros y durante todo el proceso penal solo se manejaron las fotocopias de las mismas.
Ya tenemos toda la documentación. Ahora hubo que empaquetarla y escanearla. Esta empresa declinó toda acción que coadyuvase a facilitar la labor y hubo que recurrir a una colaboración externa. Allí se llevó todo el material documental, se escaneó y se grabó en sendos discos compactos. Una copia fue al Juzgado, y la otra a los asesores del partido, con el conocimiento y la anuencia de todo el mundo.
Si ya tenían todo lo necesario, no tenía sentido continuar delegando la investigación en la unidad original y se decidió cambiar de operador de seguridad, ajeno a todo el proceso y fácilmente aleccionable.
No sorprende que con todo esto en la mano, alguien vinculado al partido, cercano a la instructora, interviniente en el proceso y pleno conocedor de todo cuanto se había estado llevando a cabo, facilitara la información necesaria para que se formulase una nueva querellita y así poder atacar directamente a lo que interesaba, la cúpula del Partido Socialista en Andalucía.
Cualquier buitre que se precie detecta un cadáver, aunque sea futurible, a varias decenas de kilómetros de distancia. Atraídos por el hedor de la descomposición, se acercan cautelosos hasta que se aseguran que no hay respuesta posible por parte de la víctima y dan comienzo el macabro ritual que acaba con las vísceras desparramadas por el suelo. Y en esas estamos. Luego aparecen las hienas, carcomidas por la vanidad y la soberbia, cuando se acercan al muerto sufren espasmos gástricos, desenfundan los colmillos, y con los ojos inyectados en esa mezcla de cianuro y ácido sulfúrico que deben tener en lugar de sangre se disponen a devorar a las víctimas que el otro operador de seguridad ha colocado bajo sus afiladas garras.