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Being there

07 de Octubre de 2024
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Being there

A veces, ya desde que abres los ojos, en ocasiones algo después, cuando cruzas la puerta de la calle y comienzas tu ruta diaria, parece como si toda sensación, todo «banal» acontecimiento, encuentro y hasta propicio semáforo encajase a la perfección en el devenir de la jornada. Todas las piezas del tetris se acoplan en su sitio hasta ahora. El día promete. Hay que dejarse llevar, más que nunca, para obtener resultados. ¿No es esa la palabra exacta? Quizás el resultado, el definitivo, ese que ya por demasiados años se ha venido haciendo el interesante, el misterioso, y cuya ausencia propiciaba ya tentativas de abandono, tal vez siempre estuvo ahí, a la vuelta de la esquina, insospechadamente accesible, en estrecha comunicación con el ramal del éxito. Ahí puede que lo tengas, y no lo ves, porque en tu obstinada búsqueda fuerzas los elementos que el orden natural de la vida dispuso para que ese (¿este?) día, a esa hora, estuvieses ahí.

El tiempo da sus frutos, lo creas o no. Ten mucho cuidado con lo que deseas porque, según dicen, puede que lo consigas. Y hoy, tras arribar al semáforo justo cuando el muñequito mutaba a verde, y tras una inconcebible escalada de positivas coincidencias, de señales, quizás ha llegado el día. Déjate llevar, simplemente, sin perder tu objetivo de vista, y la mano del destino, las matemáticas, Láquesis, Hermes, Saturno o San Pancracio, tú verás, te pondrán allí. Pero ¿y si después de tanto luchar y esperar, te decepciona el regalito? Entonces no habrás aprendido nada; es más, puede que ni tan siquiera lo merezcas, porque tal vez ni siquiera has hecho nada porque así sea. Si de verdad, en serio, cabal y espiritualmente, dándolo todo, te lo hubieses currado bien, no te importaría lo más mínimo que volviera a escurrirse el «gran momento de gloria», esa recompensa, ese reconocimiento, como algunos lo llaman, y al cual persiguen con más delirio que si cabalgasen tras un fajo de billetotes.

No te has enterado de nada si piensas que este será tu gran día, porque cada día ha sido grande y este ya lo es por el simple hecho de que sigues ahí. Y si te lo has currado y te lo curras y no te abandona el convencimiento absoluto de que, pase lo que pase, persistirás en tu empresa, entonces, amiga, ya lo tienes casi asegurado. Sigue ahí, mejora, dalo todo, con esa euforia natural que te presta la ilusión por lo que haces, por los pequeños resultados diarios que ya conoces, y lo demás llegará, piensa que llegará, como una botella con mensaje. ¿Qué sería del náufrago sin la ilusión que le empuja a arrojar otra parrafada al océano? ¿Acaso no alcanza un buen resultado cuando contempla ese atardecer y ese cielo estrellado como ningún otro puede hacerlo? «Still alive!», grita, y, tal vez en el fondo, muy en el fondo, reza por que no le encuentren, aún no, para que no perturben esa magia, esa magia...

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