He dejado pasar algo de tiempo para distanciarme y comentar con mayor objetividad la intervención de Trapiello, el domingo 13 junio, en la plaza de Colón. Es breve, está bien armada y tiene un contenido básico, expresado con claridad.
Dice que se trata de defender el orden constitucional. Disiente en que crearán un clima de concordia y que por eso son necesarios e imprescindibles. ¿Qué concordia y qué convivencia van a traer, se pregunta Trapiello? Es muy apropiada la cita de Antonio Machado: cuidado con los españoles incompletos e insuficientes. Trapiello concluye con que los indultos son un insulto y un error.
Por mi parte, haré una reflexión acerca de este contenido, analizando con brevedad, también, lo que Trapiello ha tratado.
¿Cuál es la amenaza al orden constitucional y quién la está produciendo? Yo, sinceramente, no la veo en quien quiere dialogar, o negociar, acerca del encaje de Cataluña en España. El desencaje es más que evidente y la situación no puede seguir enquistándose en el desencuentro. La inmovilidad no conduce a nada. Subvertir la Constitución es propio de otros que estaban en Colón, cuando no aceptan los principios democráticos en los que nos basamos, cuando atacan permanentemente la inmigración de manera insolidaria, cuando cierran España ante Europa, cuando siguen apoyando el espíritu y los signos de la dictadura, cuando provocan desunión y desprecian a quienes no piensan como ellos.
El mayor ataque a la monarquía constitucional procede precisamente del rey emérito, que ha sido Jefe del Estado y en su último período ha hecho tambalearse las institución, actuando por sus intereses personales, en lugar de hacerlo por España. Quienes piden al rey actual que no firme los indultos que puede presentar el Gobierno son los que provocan sibilinamente el golpe de Estado. ¿De qué hablan las instituciones civiles que quieren aunar a los españoles, procedentes de la dictadura, con los actuales demócratas? Los que se oponen a todo para hacer caer al gobierno actual por la fuerza no aceptan los resultados electorales y descalifican a los vencedores, llamándolos ocupas e ilegales. Todos estos son los que tratan de subvertir el orden constitucional, entre los que se encuentran medios de comunicación cavernarios, subvencionados por instituciones empresariales e incluso por la Iglesia para soltar veneno por las ondas y los periódicos diariamente.
En cuanto a la concordia y la convivencia, su deterioro es manifiesto. Se necesitan gestos por parte del poder del Estado, que pueda convencer de que no se actúa contra nadie, ni tampoco se deja a nadie fuera, pues todos los españoles se encuentran bajo la protección del Estado. Esta forma de acción tiene muchos riesgos, dado que la autodeterminación y la independencia han prendido en muchos ciudadanos, pero esto no se arregla con la suspensión de la Autonomía, ni judicializando con el imperio de la fuerza. Todos somos necesarios y otra nueva conmoción como la anterior sería nefasta para el país. Por consiguiente, hay que ensayar nuevos gestos y experimentarlos. No todo puede salir mal y, si fuera positivo, estaríamos próximos a solucionar uno de los grandes problemas de España, porque todavía tenemos importantes problemas.
Recurrir a Machado puede que sea oportuno para el sentimiento patriótico de los españoles de bien, no de los radicales, que se están viniendo arriba por momentos. Sin embargo, no hay que olvidar que Antonio Machado fue siempre fiel al orden legítimo republicano, lo que le llevó al exilio y, finalmente, a la muerte. Sus denuncias políticas, culturales y sociales siguen todavía vigentes para que se asiente la España de la idea y no la de la charanga. Dada su generosidad, quiero pensar que actualmente había sido favorable a los indultos, no por sí mismos, sino para resolver un ajuste imprescindible en el país.
No creo que los indultos sean un insulto para nadie. Si acaso, lo serán para tanto energúmeno franquista, que todavía sigue pululando y defendiendo un alzamiento contra el gobierno legítimo, que produjo cerca de medio millón de muertos y la represión más cruel en su periodo, que todavía no se ha cerrado decentemente y en el que predominó la venganza y las atrocidades.
Tampoco me parecen ningún error. Primero hay que concederlos por la generosidad del Estado. Después, la experiencia vivida dirá si ha sido una equivocación o un acierto, pero esto habrá que valorarlo a posteriori y sin el rechazo inicial. Siempre se aprende algo de las acciones emprendidas. Confiemos y esperemos que esto surta los efectos esperados para que cambie la atmósfera, que ahora es desastrosa. Los españoles de bien (no los de la plaza de Colón, necesariamente) respirarán aliviados y pacificados. Las infecciones hay que curarlas siempre antes de que produzcan gangrena y muerte.