En el centro de todo la técnica. Una técnica capaz de transformar a los humanos, mejorarlos, conducirlos al infinito, hacia límites desdibujados, inexistentes. Todo es posible. La tecnología lo hace todo posible. Y lo hace posible para todos los seres humanos.
Esta es una de las ideas que han conseguido popularizar unos pocos endiosados diseñadores del mundo que nos espera. Según ellos, cada individuo debe ser absolutamente libre para decidir cuánta tecnología introduce en su vida. Nuestros hijos deben ser lo que decidamos que sean, en función de las posibilidades que nos ofrece la ciencia para que nazcan los especímenes que deseamos.
Seremos más fuertes, seremos más inteligentes y mucho más longevos, tal vez inmortales. Mucho más equilibrados también. Menos sometidos a los designios de emociones desbordadas e incontrolables. Seremos más libres, más iguales, más justos.
La evolución humana desbordará nuestras limitaciones como seres humanos y la vida tal como la conocemos será otra muy distinta. Eso es lo que nos tragamos día sí y día también en los medios de comunicación y en los mensajes institucionales.
Hasta hay quienes, para acabar con las desigualdades entre mujeres y hombres, para finiquitar definitivamente el patriarcado, planean la destrucción de los géneros, fusionando en un robot, un autómata, un ciborg, ambos géneros. Si no hay diferencias no hay desigualdad, parecen plantearnos estos pensadores.
La pregunta es ahora si todo eso es posible. Si constituye un derecho sin limitaciones. Si debemos intentar convertirnos en lo que no somos, elegir sexo, no sexo, género, y hasta convertirnos en otra especie a placer y capricho de cada cual.
Lo han llamado transhumanismo y se encuentra en el centro del debate sobre nuestro futuro inmediato. En base a ese pensamiento han surgido los hackers de la biología, los biohackers, que se sienten capaces, llamados, impelidos y autorizados para introducir mejoras sustanciales en los seres humanos a golpes de cambiar nuestros cuerpos para mejorarlos, transformarlos, dotarnos de nuevas capacidades.
Todo es posible si editamos, copiamos, cambiamos nuestros genes para que nuestro cuerpo y nuestra mente tengan nuevas posibilidades a su alcance. En estos momentos esta tarea puede ser asumida por piratas, bucaneros, corsarios encerrados en pequeños talleres, en garajes, en un dormitorio de estudiante.
Ya vendrán los grandes imperios tecnológicos a comprar los derechos, desarrollar los productos, comercializarlos y obtener beneficios abrumadores y descontrolados. Esto es hoy en día lo progresista, lo científicamente correcto, lo sano y sostenible. Cuidamos nuestros cuerpos, nuestras comidas, vivimos en armonía con la naturaleza y con nosotros mismos.
Transformar los objetos, las plantas, los animales y a nosotros mismos. Eso es lo que hemos aceptado como objetivos de nuestras vidas. Los llaman biohackers, pero son el desarrollo y fusión de las corrientes transhumanistas y el pensamiento hacker. La física, la química, la electrónica, la medicina, la informática, todo en uno para que seamos cualquier cosa, menos lo que ahora somos.
Miles, millones de dispositivos están siendo diseñados para implantarlos en nuestros cuerpos y recoger todo tipo de datos, procesarlos y modificar nuestras conductas, o hábitos, darnos consejos, órdenes, indicaciones, mejorar las respuestas de nuestros cuerpos y nuestras mentes. Y todo ahí, con pequeños implantes bajo la piel.
No importan, por el momento, los problemas de bioseguridad. Es algo incontrolable. Surgirán nuevos imperios tecnológicos. Muchos otros serán tontos útiles de otros imperios ya existentes. Todo por la ciencia. Todo por la democratización de la ciencia, Todo por la denominada ciencia ciudadana. Biohackers al servicio de la biología DIY (Do it yourself, hágalo usted mismo).
No hace falta formación universitaria. No hace falta experiencia laboral. Aprendemos unos de otros y aplicamos cuanto nos viene a mano, intercambiamos, cooperamos. Internet es libre y somos libres para hacer cuanto consideramos oportuno, parecen pensar estos nuevos iluminados para quienes la vida se reduce a procesos informáticos.
En el punto de intersección entre los transhumanistas y los biohackers se encuentran los grinder. Esos personajes que se lanzan a la modificación de sus cuerpos a base de aplicarse dispositivos electrónicos con la pretensión de mejorar sus capacidades físicas y mentales.
Cualquiera diría que vivimos en un mundo que se acerca peligrosamente al precipicio. Un mundo que se comporta como un autobús sin conductor. Contamos con cantidades ingentes de datos y niveles de información incomparablemente superiores a los de cualquier otra época de la historia.
Sin embargo nuestras decisiones se toman en base a consideraciones que no tienen que ver con la objetividad, ni la racionalidad. Muy al contrario, los miedos, las pasiones, las creencias indemostrables, constituyen la base de cuanto intentamos para caminar hacia ese mundo al que nos dirigimos de forma resuelta, atrevida e irresponsable.
Cosas que nos pasan por confiar en los magos tecnócratas, los brujos tecnólogos, biotecnólogos, biohackers, posthumanistas y negociantes, mientras hemos abandonado hábitos humanos como el pensamiento, la reflexión, la ética, o la filosofía. Total para qué. A fin de cuenta la vida son dos días, o incluso menos, al paso que vamos. Como para ponerse a pensar.