Nota de coyuntura: a primera vista, este texto es un ejercicio inútil ante el reciente ataque de Israel y Estados Unidos contra Irán, uno de los nuevos miembros de los BRICS+. Leído con atención, este texto concibe dicho ataque como quizás el último estertor del mundo unipolar hegemónico de Estados Unidos y anuncia la esperanza posible tras su colapso. Pero como lo viejo aún no ha desaparecido del todo y lo nuevo aún no ha emergido por completo, durante este tiempo de transición asistiremos a las monstruosidades de las que hablaba Antonio Gramsci. El ataque a Irán es una de ellas.
Una precisión conceptual
La ideología es un conjunto de ideas ilusorias consideradas necesarias para soportar o hacer soportar lo insoportable. Lo insoportable siempre tiene que ver con la desigualdad y la discriminación contestadas (no naturalizadas) en el seno de una comunidad determinada. La religión es un conjunto de ideas de trascendencia de este mundo (una transformación final en este u otro mundo) acompañadas de los medios para alcanzar dicha trascendencia, que incluyen regulaciones del cuerpo (sobre todo, el sexo) y de la convivencia. A menudo tiene la misma función que la ideología. La sabiduría es un conjunto de ideas basadas en la experiencia de lo insoportable que ofrece alternativas casi siempre impopulares entre los detentores del poder. Es un proceso de cultivo personal para acercarse a esa realidad última (el cielo de Confucio) con el objetivo de distinguir con clarividencia entre el bien y el mal. En este texto, estos tres conceptos se entienden como entidades porosas y con múltiples puentes entre ellas en la vida de los pueblos.
Desde el siglo XV, la ideología dominante en el mundo es eurocéntrica y su dominio corresponde al auge del colonialismo-capitalismo-imperialismo occidentales. Esta ideología es compleja, pero sus pilares fundamentales son el liberalismo (libre comercio, individualismo, propiedad privada, Estado y derecho como monopolios de la violencia legítima, democracia liberal), la ciencia moderna como único conocimiento riguroso, el racionalismo (como racionalidad pragmática), el universalismo, el progreso lineal, los derechos humanos y el secularismo. Es propio de la ideología dominante (precisamente porque es dominante) tanto revelar como ocultar. Oculta sobre todo las prácticas que la contradicen, y por eso es a menudo adoptada por las clases y grupos sociales dominados, cuyos intereses son más negados por ella. Por esta razón, la dominación se ejerce tanto por la violencia como por el consentimiento o la pasividad de los dominados. En determinadas circunstancias, los dominados pueden apropiarse táctica o selectivamente de la ideología dominante y utilizarla en sus luchas de resistencia contra la dominación. Esto ha ocurrido con frecuencia con las ideas de los derechos humanos y la democracia.
Tras cinco siglos de dominación, el colonialismo-capitalismo-imperialismo occidental da señales de haber entrado en declive. Esta dominación siempre ha sido objeto de contestación parcial (comunismo, movimiento obrero, liberación política de las colonias, tercermundismo), pero siempre ha acabado imponiéndose. Hasta hoy. El vértigo de la guerra que se cierne sobre el mundo es uno de los signos del declive irreversible de la dominación occidental. El otro es la emergencia de los BRICS+. La acumulación capitalista occidental se enfrenta a una crisis que orienta su búsqueda de rentabilidad hacia áreas no productivas, ya sea la especulación financiera o la industria armamentística y de vigilancia. La economía de casino y la economía de la muerte se dan la mano en un último intento por evitar o posponer el colapso final.
Los BRICS+
Mientras tanto, emerge en el horizonte con un vigor sin precedentes una acumulación capitalista no-occidental protagonizada por países que, o bien fueron colonias europeas, o bien fueron humillados, dominados o invadidos por las potencias occidentales a lo largo de los siglos. Me refiero a los BRICS y, sobre todo, a los BRICS+, que, además de los países que componen el acrónimo (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), integran hoy once grandes economías emergentes y están a punto de integrar a muchos otros países. Hoy en día representan el 49,5 % de la población mundial, alrededor del 40 % del PIB mundial y el 26 % del comercio mundial. Ya han superado al grupo de países más desarrollados, el G7, que representa el 30 % del PIB mundial y el 10 % de la población mundial. Brasil asumió en enero la presidencia del grupo y eligió como tema «Fortalecer la cooperación entre el Sur global con miras a una gobernanza más inclusiva y sostenible».
A diferencia de lo que ocurrió con el tercermundismo (nacido en la Conferencia de Bandung de 1955), no se discute la opción entre capitalismo y socialismo. Se trata de una alternativa capitalista no-occidental que compita eficazmente con el colonialismo-capitalismo-imperialismo occidental. En otras palabras, se trata de crear un mundo multipolar, en el que el mundo occidental está invitado a convivir en pie de igualdad, por primera vez en los últimos cinco siglos, con el mundo no-occidental. Esto no significa que todos los países pertenezcan con la misma intensidad al mundo no-occidental (basta pensar en Brasil), pero la orientación dominante es no-occidental. Como dijo el presidente de Sudáfrica durante el periodo en que este país presidió los BRICS en 2023, «no queremos que nos digan lo que es bueno para nosotros, queremos que se redibujen, reformen y transformen las líneas divisorias de la arquitectura de la gobernanza mundial... queremos participar en el proceso de creación de una comunidad mundial más justa, inclusiva y multipolar». He defendido que la expansión de los BRICS y la consiguiente construcción de un mundo multipolar pueden ser un factor de paz, en la medida en que pueden contener la deriva bélica en la que está sumido el mundo occidental, ahora hegemonicado por un nuevo «eje del mal»: Estados Unidos, Europa e Israel.
Sin embargo, se plantean varias cuestiones. Si no se propone el socialismo, ¿no acabarán los BRICS reproduciendo la matriz colonialismo-capitalismo-imperialismo que caracteriza al mundo occidental desde hace siglos, una matriz que, en resumen, se ha caracterizado por las relaciones desiguales (despojo, engaño, mala fe) entre el centro y la periferia? ¿Tendrá la ideología que dio cohesión a la era moderna occidental una ideología equivalente en los BRICS? Y, en caso afirmativo, ¿cuál será esa ideología? Dada la experiencia histórica de estos países, ¿estarán interesados en una ideología diferente o en un nuevo concepto de ideología? ¿Puede el capitalismo coexistir con varias ideologías, una cuestión que se planteó a partir de los años 80 con el auge económico de Japón y Corea del Sur?
Entra el confucianismo
La ideología dominante en el mundo occidental fue en gran medida producida por los países dominantes, sobre todo Inglaterra y Francia. En los BRICS, el país dominante es China. Antes de la ampliación, China constituía el 70 % de la riqueza producida en los BRICS. La economía china es cinco veces mayor que la India, ocho veces mayor que la rusa, nueve veces mayor que la brasileña y cuarenta y tres veces mayor que la de Sudáfrica. Antes de la ampliación, las trayectorias ideológicas de los diferentes países eran extremadamente heterogéneas: imperialismo, taoísmo, confucianismo, marxismo en China; hinduismo (swaraj, swadeshi), budismo, islam en la India; cristianismo occidental, desarrollismo, soberanismo (tensión permanente entre subimperialismo y teoría de la dependencia) en Brasil; imperialismo, cristianismo ortodoxo oriental, comunismo primitivo, marxismo en Rusia; humanismo africano, nacionalismo, Ubuntu, apartheid/anti-apartheid en Sudáfrica. Tras la ampliación, la componente islámica se amplía enormemente. Pero, sobre todo, aumenta la diversidad de ideologías. Basta pensar en la antigüedad egipcia y persa (Zoroastro). Debe tenerse en cuenta que estas designaciones contienen en su seno una enorme diversidad interna, a veces antagónica.
Sea cual sea la importancia de la ideología dominante, partiré de la hipótesis de que la ideología dominante es la ideología del país dominante y que, a diferencia del mundo occidental, los BRICS —tal y como han afirmado sus dirigentes en múltiples declaraciones— desean llevar a cabo un cambio en el sistema mundial acorde con la nueva ideología. Ahora bien, la China actual es oficialmente confuciana. El primer Instituto Confucio se inauguró en Seúl (Corea del Sur) en 2004. Hoy en día hay 548 Institutos Confucio en todo el mundo, donde se enseña la lengua y la cultura chinas y se organizan eventos culturales e intercambios educativos.
Precauciones propuestas por las epistemologías del sur
Cabe preguntarse si el concepto de ideología es adecuado para describir ideas dominantes en civilizaciones mucho más antiguas que la occidental, sobre todo teniendo en cuenta que durante siglos estas civilizaciones vivieron aisladas. En el caso del confucianismo, estamos hablando de una tradición filosófica con más de 2500 años. Cuando estas civilizaciones entraron en contacto con la civilización occidental, se vieron sometidas a una posición de inferioridad impuesta por la superioridad de las armas occidentales. A esto se añade que lo que llamamos cultura occidental (su pilar de la antigüedad clásica griega) no existiría si no nos hubiera sido transmitida por la cultura islámica en su periodo de apogeo (Bagdad, siglos IX-XI, y Al-Andalus, sobre todo en los siglos XI-XIII). Si pensamos en el confucianismo, su autor, Confucio (nacido en 551 a. C.), al igual que suele ocurrir con los verdaderos sabios, no fue bien aceptado en su época. El periodo en el que fue reconocido por los gobernantes fue breve, se vio obligado al exilio y fue seguido por un pequeño número de discípulos. A lo largo de los siglos, Confucio rivalizó con el taoísmo (Lao Tze, otro enigmático sabio que conoció el exilio y solo escribió su obra, Tao-te-Ching, porque se vio obligado a escribirla como condición para que le dejaran salir del Estado), y fue ora ardientemente aceptado, ora violentamente rechazado. Veamos el período más reciente.
Cabe señalar que lo que sabemos de Confucio (al igual que de Sócrates) es lo que registraron sus discípulos. En este ámbito, su gran discípulo Mencio (siglo IV a. C.) tiene una importancia particular. En el siglo II a. C., el confucianismo fue adoptado como ideología oficial del imperio chino, su popularidad sufrió múltiples reveses a lo largo de los siglos, pero solo sería radicalmente cuestionado en el siglo XX de nuestra era. La larga dinastía Qing (1644-1911) se derrumbó en gran parte debido a las guerras del opio de la década de 1840 y dio lugar a la República de China, que aún hoy subsiste en Taiwán. En el continente, a partir de 1920, la lucha entre el partido comunista (en el que Mao Zedong se distinguiría) y el partido nacionalista de Chiang Kai-shek duraría hasta la victoria de los comunistas en 1949.
Comunismo y confucianismo
La contestación más radical al confucianismo comenzó en las primeras décadas del siglo XX con la proclamación de la República en 1912. Mientras que algunos consideraban que el confucianismo era la causa del retraso de China —su incapacidad para convertirse en un Estado-nación moderno—, otros pensaban que el confucianismo podía renovarse para adaptarse a los nuevos tiempos (neoconfucianismo). La República Popular China se estableció en 1949 bajo la égida del Partido Comunista Chino.
La primera nota a destacar es que el confucianismo, muy antiguo en China, es muy reciente en el repertorio ideológico de la República Popular China. De hecho, se puede decir que en 1949 los comunistas consideraban que el confucianismo estaba extinto, al igual que cualquier otra ideología reaccionaria. El confucianismo era una «ideología feudal». La segunda observación (que no contradice la anterior) es que el comunismo chino debe entenderse en el contexto de una civilización moldeada por el confucianismo. Esto significa, ante todo, que la prosperidad o la ruina del país dependen en gran medida de la virtud o el vicio de los gobernantes y que el gobierno debe buscar la armonía social, entre la necesidad de gobierno, ya que los individuos solo buscan satisfacer sus intereses personales (legalismo), y la idea de que la naturaleza humana es buena y sociable y que el gobierno, como algo separado de la sociedad, debe desaparecer (taoísmo). Una mezcla compleja e incluso contradictoria entre jerarquía e igualitarismo, entre conflicto y moderación, entre autoridad y consulta/moderación/tolerancia. Confucio concebía la sociedad a imagen de la familia, en la que el amor filial (el respeto a los mayores) y la autoridad del padre son fundamentales para mantener la armonía social. La educación es fundamental en Confucio, al igual que la integridad moral de los gobernantes, que también deben ser educados para seguir los principios del buen gobierno confuciano.
La justa rebelión contra los malos gobernantes está presente en Confucio y la idea de la sociedad jerárquica coexiste con una larga tradición de igualitarismo campesino, a menudo asociado a rebeliones basadas en asociaciones de muchos tipos, muchas de ellas secretas (por ejemplo, las tríadas). Una de estas rebeliones tuvo lugar en Hunam en 1926-1927 y fue presenciada por el joven Mao Tse Tung, sin duda una experiencia influyente de su juventud que se reflejó en la versión del marxismo que elaboraría: los campesinos como fuerza revolucionaria, el apoyo a las comunas rurales, la línea de masas basada en la experiencia de las guerrillas campesinas. Mao, al igual que Confucio, consideraba que la naturaleza humana era esencialmente buena y que la educación era fundamental para que floreciera. Al igual que Confucio, Mao consideraba que la superioridad del gobierno residía en una superioridad moral basada en el «justo medio», el principio del equilibrio entre los extremos. Al igual que en Confucio, el «hombre nuevo» de Mao surge de una sociedad cuya base es la solidaridad comunitaria. Pero, como suele ocurrir con las ideologías, la oposición a Mao también se reivindicaba fiel al confucianismo.
La Revolución Cultural y el período posterior
La Revolución Cultural (1966-69/76) marcó otro fin del confucianismo. Este solo era invocado por quienes se oponían a la Revolución Cultural, destacando la forma en que Confucio anteponía la humanidad y la justicia al conflicto. Y aunque para Mao la oposición era menos confuciana que revisionista, es decir, constituida por seguidores del comunismo soviético de Jruschov, la campaña anticonfuciana acabaría imponiéndose: Confucio, el enemigo número uno de la China comunista.[1]
Poco después de la muerte de Mao, los grandes ejecutores de la Revolución Cultural (la Banda de los Cuatro) fueron arrestados. Con Deng Xiaoping, el acercamiento a Occidente coincidió con la progresiva rehabilitación del confucianismo (templos, monasterios, autorización para estudiar a Confucio), considerado una parte importante de la cultura tradicional china. Especialmente después de las masacres de Tiananmen (1989), el cuestionamiento del comunismo creó un vacío que fue llenado por el confucianismo. Surgió una nueva ola de «fiebre por Confucio».[2] En 2006, el libro de Yu Dan sobre «Reflexiones sobre las Analectas» vendió tres millones de ejemplares en cuatro meses. Se trata de una visión aséptica de Confucio en la que desaparece el aspecto crítico y rebelde contra los gobiernos injustos. En las últimas dos décadas, Confucio ha sido utilizado para subrayar tres ideas que el PCCh ha venido promoviendo: el patriotismo/nacionalismo; China como una de las grandes civilizaciones mundiales; la sociedad armoniosa como condición para la estabilidad (y, en consecuencia, el desestímulo de la disidencia). En este contexto surgieron, a partir de 2004, los Institutos Confucio.[3]
El confucianismo y los BRICS
¿Qué confucianismo traerá China al seno de los BRICS? Estoy seguro de que será la versión blanda y sentimental de Yu Dan. Quizás con un énfasis en la tolerancia, el compromiso, la armonía, el respeto mutuo, la observancia de las normas acordadas y el autocontrol, lo cual, en sí mismo, es muy necesario en el mundo belicoso, anómico, distópico y autodestructivo en el que está entrando el mundo bajo la influencia de Estados Unidos.
Por esta razón, y por la multipolaridad con músculo que prometen los BRICS, se justifica lo que he afirmado anteriormente sobre los BRICS como factor de paz. Y, de hecho, los BRICS se han negado a seguir la posición occidental sobre la guerra de Ucrania, sobre las sanciones a Rusia, están tomando medidas importantes para que la economía mundial no dependa del dólar —base de la hegemonía y el poder de chantaje de EE. UU.— y están consolidando un banco de desarrollo cuya lógica de funcionamiento (a la luz de los documentos oficiales) es diferente de la lógica de las instituciones financieras internacionales, como el FMI y el Banco Mundial.
Pero, ¿será esto suficiente para crear una alternativa sostenible al capitalismo occidental? Lo dudo mucho. Para justificar mis dudas, recurro a Confucio. Uno de los famosos aforismos de Confucio dice así:
«Nadie está libre de cometer errores. Lo importante es no cometer el mismo error dos veces»
Capitalismo occidental: la forma en que se implantó el capitalismo occidental tuvo, entre muchas otras características, la combinación del capitalismo con el colonialismo, es decir, con la inscripción a fuego y espada de una línea abismal en la comunidad humana: la línea que separa a los seres humanos tratados como plenamente humanos (ciudadanos, colonos europeos) de los seres humanos tratados como subhumanos (los pueblos colonizados). Esta desvalorización no solo justificó la degradación ontológica de gran parte de la población mundial, sino que también justificó la esclavitud, el robo de la tierra, el despojo, la desposeción, la superdesvalorización del trabajo, el racismo, el engaño y los contratos desiguales. Todo ello consolidó la estructura del sistema mundial entre un centro y muchas periferias y semiperiferias, caracterizado por transferencias permanentes de valor de las periferias al centro, es decir, de las mayorías empobrecidas a las minorías enriquecidas. Hasta hoy.
Capitalismo de los BRICS: la retórica de las relaciones internacionales en el seno de los BRICS —la cooperación Sur-Sur— es totalmente opuesta al sistema del capitalismo occidental. Pero, ¿qué hay de la práctica? Los autores que han estudiado de cerca los contratos de cooperación entre los BRICS y sus periferias han llamado la atención sobre el hecho de que, a pesar de la diferencia retórica, las cláusulas concretas reproducen muchas de las características de las relaciones desiguales que siempre han caracterizado al capitalismo occidental.[4] Vishay Prashad habla de un «neoliberalismo con características del Sur» y Patrick Bond ha recurrido al concepto de subimperialismo, acuñado por el gran sociólogo brasileño Ruy Mauro Marini para caracterizar las relaciones de los BRICS con sus periferias.
En el marco teórico que he venido desarrollando, el capitalismo no es sostenible sin colonialismo. Sin embargo, creo que la historia de los BRICS aún no ha pasado de las primeras páginas y que los intelectuales solidarios deben evitar juicios prematuros y estar preparados para revisar sus teorías, en lugar de desvalorizar las prácticas que las contradicen.
En cualquier caso, una hermenéutica de la sospecha sobre las prácticas futuras de los BRICS se justifica plenamente como forma de pensamiento prudente, muy al estilo de Confucio. Se trata de insistir a quienes se ocupan de la cooperación internacional promovida por los BRICS que tengan siempre presente el aforismo de Confucio: «no hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti».
Confucio y las epistemologías del sur: una ecología del saber
Para mí, la línea más prometedora del proyecto BRICS+ reside en la oportunidad que se brinda a los pueblos que componen los BRICS+ (no necesariamente a los gobiernos) de construir un diálogo de la humanidad mucho más amplio que el que ha proporcionado el mundo occidental en los últimos cinco siglos. Un diálogo más amplio y diferente. El mundo occidental siempre ha concebido la diversidad cultural, étnico-racial y epistémica del mundo dentro de una matriz de diferencias jerárquicas. Ahora bien, la diferencia siempre se reconoce como superior o inferior, y el Sur global siempre ha sido el lado inferior de la diferencia. Por el contrario, los BRICS+, si conocen esta historia (como bien recomienda Confucio), pueden ahora promover diferencias no jerárquicas, una diversidad intercultural de nuevo tipo.
Si se fomenta este diálogo de la humanidad, contendrá en sí mismo valiosos incentivos para dar credibilidad a las alternativas anticapitalistas y anticolonialistas. Esto será posible si las enseñanzas de Confucio se articulan con las sabidurías, cosmovisiones y filosofías no eurocéntricas que han sobrevivido al epistemicidio impuesto por la modernidad occidental.
No se trata de mirar al pasado con nostalgia. Se trata de mirar al pasado con el objetivo de ver el futuro. Esta idea es tan central en Confucio como en la filosofía de los campesinos africanos y de los pueblos indígenas y afrodescendientes de América Latina. Se trata de construir lo que denomino ecologías del saber con vocación anticapitalista y anticolonialista. Identifico algunas de las ideas más prometedoras:[5]
1. Las virtudes en Confucio incluyen la humanidad/benevolencia, la honestidad/integridad, el conocimiento/sabiduría, la fidelidad/respeto a los mayores, la prudencia/observancia de los rituales.
La humanidad/benevolencia sin líneas divisorias está presente en todas las sabidurías no occidentales. Consiste en tratar a todos los seres humanos de forma plenamente humana. Es la base de la filosofía Ubuntu del África meridional («yo soy porque tú eres»).
El conocimiento/sabiduría es la condición para promover la moderación entre extremos y seguir el Camino («quien no estudia no tiene derecho a hablar»). La fidelidad/respeto por los mayores (la otra cara del amor filial) es el principio de cohesión de las comunidades que se sintieron amenazadas por el colonialismo occidental y que aún hoy sostienen la solidaridad de las familias al borde del caos de la supervivencia. La prudencia/observancia de los rituales tiene por objeto construir la armonía sin obediencia ciega. Hoy en día, la observancia de los rituales puede ser tanto el respeto de los principios de la democracia, del Estado de derecho y de las garantías constitucionales y procesales, como el respeto de los tratados internacionales y de la primacía de la convivencia pacífica.
Asistimos desarmados al designio de la extrema derecha de destruir estos rituales: por ejemplo, recurriendo a los insultos y a la violencia física en los parlamentos. En el plano internacional, asistimos igualmente desarmados a las violaciones más brutales del derecho internacional y de la convivencia pacífica, desde el genocidio de Gaza hasta el ataque a Irán (uno de los nuevos miembros del BRICS, conviene recordarlo).
Confucio+, es decir, el confucianismo intercultural en una ecología del saber con los conocimientos propios de todos los pueblos que integran los BRICS+, puede ser un instrumento ideológico para combatir eficazmente estos designios. Él decía a sus discípulos: «Un gobierno opresivo es más violento que el tigre». Si los BRICS+ se toman en serio esta filosofía, estarán equipados para luchar contra la furia de la guerra que domina hoy el mundo occidental. Una furia que inventó armas de destrucción masiva para destruir Irak y que, veinte años después, inventa la bomba atómica de Irán para destruir Irán.
2. Según Confucio, la bondad de la naturaleza humana es un don del cielo, pero el cielo no es un dios personalizado. Es una entidad seminaturalizada, una realidad última. ¿Es el cielo confuciano muy diferente de la Pachamama, la madre tierra de los indígenas de Abya Ayala? ¿O de la natura naturans de Espinosa? El respeto por el cielo concebido como trascendencia de lo humano encarnado en una naturaleza demasiado humana puede ser la solución contra el colapso ecológico hacia el que nos dirigimos.
3. Confucio es el filósofo del autocontrol, de la prudencia, de no hablar antes de investigar. Cuando sus discípulos le preguntaron qué era el conocimiento, Confucio respondió un siglo antes que Sócrates y mil quinientos años antes que Nicolás de Cusa: «Es saber lo que sé y saber lo que no sé».
4. Confucio+, es decir, la ecología del saber con el confucianismo y contra el confucianismo, es un proyecto de futuro que parte de una base sólida fundada hace 2500 años. Es un proyecto en curso que debe incluir todos los logros que se han ido consolidando a lo largo de los siglos, muchos de ellos promovidos por el mundo occidental. Por ejemplo, el debate sobre los derechos de la mujer es hoy un tema de debate dentro del confucianismo. Si, por un lado, se critica el prejuicio de Confucio contra las mujeres, por otro se destaca su ética del cuidado reivindicada por las feministas.[6] Otro debate con gran potencial intercultural se centra en la relación entre los valores confucianos y los derechos humanos. El confucianismo permite eliminar el sesgo individualista que subyace a los derechos humanos, considerados universales pero de raíz eurocéntrica, y, sin eliminarlos, permite reforzar los derechos económicos, sociales y culturales, actualmente atacados por el neoliberalismo.[7]
Por todas estas razones, los BRICS+ no son una apuesta perdida. Solo lo serán si los pueblos que los integran desperdician la oportunidad de fundar un nuevo internacionalismo no eurocéntrico basado en una nueva educación asentada en las epistemologías del sur. Quizás la mayor lección de Confucio sea esta: «el amor al bien sin el amor a la educación termina en estupidez».
[1] Sobre el confucianismo y la Revolución Cultural, véase Tong Zhang y Barry Schwartz, «Confucius and the Cultural Revolution: A Study in Collective Memory», International Journal of Politics, Culture, and Society , invierno, 1997, vol. 11, 189-212.
[2] Se puede leer una visión sucinta sobre el confucianismo a lo largo de los siglos en Jonathan D. Spence, «Confucius», The Wilson Quarterly, otoño, 1993, vol. 17, n.º 4, pp. 30-38. Véase también Jin Wang y Keebom Nahm, «From Confucianism to Communism and Back», Journal of Asian Sociology, vol. 48, n.º 1 (marzo de 2019), pp. 91-114.
[3] Sobre el debate generado por los Institutos Confucio en el mundo occidental, véase, por ejemplo, Heather Schmidt, «China's Confucius Institutes and the ‘Necessary White Body’»,The Canadian Journal of Sociology / Cahiers canadiens de sociologie , vol. 38, 2013, n.º 4, pp. 647-668; Marshall Sahlins, «China U.» The Nation, 297(20), 2013, 36-41; Marshall Sahlins y James L. Turk, «Confucius Institutes», Anthropology Today, vol. 30, n.º 1 (febrero de 2014), 27-28; Stambach, A. Confucius and Crisis in American Universities: Culture, Capital, Diplomacy in U.S. Education. Londres: Routledge, 2013.
[4] Véase la bibliografía citada por Laurent Delcourt « BRICS+ : une perspective critique » en Alternatives Sud, XXXI, 2024,1 dedicado al tema BRICS+:une alternative pour le Sud global ?
[5] Todas las referencias a Confucio están tomadas de los Analectos en la edición de Arthur Waley ,Nueva York, Vintage Books, 1938.
[6] Véase Xiongya Gao « Women Existing for Men: Confucianism and Social Injustice against Women in China», Race, Gender & Class: Volumen 10, Número 3, 2003, 114-125; Anna Sun ,«The Emerging Voices of Women in the Revival of Confucianism», en Confucianism as a World Religion: Contested Histories and Contemporary Realities. Princeton: PUP, 2013; Daniel A. Bell, «Reconciling Socialism and Confucianism?: Reviving Tradition in China», Dissent, volumen 57, número 1, invierno de 2010, 91-99.
[7] Véase, por ejemplo, May Sim, «Confucian Values and Human Rights», The Review of Metaphysics, 2013, 67, 3-27.