Teniendo una afición que adora a un presidente que se ha hecho con el club sin poner un euro y la califica de subnormal (ver imagen de abajo), es normal que la prensa que apoya a ese equipo trague con lo que haga falta. Al resto de equipos, tan sólo cuando juegan contra el Real Madrid, se les busca cualquier ruido por insignificante que sea para criminalizarles y señalarles como lo peor del mundo. En su equipo no ocurre nunca nada y cuando les pillan, silban. El relativismo moral del nacionalmadridismo es mayor que el de los políticos españoles. Y batir ese récord no es cualquier cosa, que diría M. Rajoy.
Durante el partido frente al Manchester City, los insultos homófobos despachados contraPep Guardiola han quedado en anécdota (salvo Gol Play nadie parece haber hecho gran cosa). Y no porque el entrenador citizen sea homosexual, sino porque se utiliza la homosexualidad como mecanismo de insulto. ¿Han visto a los Teleñecos de la noche indignarse por ello? ¿A los de la cadena de los obispos hacer campaña para que cierren el campo o echen a los responsables de ello (casi todo el Bernabéu, cabe señalar)? Callados como si estuviesen defendiendo el honor de Hitler frente a un comisario soviético.
Florentino Pérez no ha sacado un comunicado disculpándose ni nada por el estilo. Y lo que es peor, políticos como Íñigo Errejón, que suele ser muy activo en estas lides, callados y sin exigir dimisiones. No se sabe si es por su ferviente nacionalmadridismo o por no atreverse contra el capo. O las dos. ¡Ay si lo hubiesen dicho los aficionados culés! En cambio, salen los Teleñecos señalando al padre deHaaland por hacer unos cortes de manga a unos aficionados que le estaban insultando y señalando por celebrar el gol del equipo de su hijo. Afición ejemplar y señorío a espuertas, dicen los pregoneros nacionalmadridismo y parece que no.
Valverde agredió por la espalda, como un cobarde, a Baena. Se criminalizó sin ningún tipo de pruebas al agredido, que tiene guasa la cosa, y hasta la fecha no hay sanción. Si hubiese sido Savic o Araujo, todo el nacionalmadridismo estaría pidiendo la guillotina, la crucifixión o cualquier tipo de tormento. Todo ello aderezado con una campaña de semanas y semanas pidiendo a los organismos correspondientes que sancionen inmediatamente, bajo sospecha de estar a sueldo del FC Barcelona o, incluso, de Miguel Ángel Gil (aunque no lo crean hay periodistas y aficionados que creen que Gil pinta algo).
En Sevilla dos grupos de aficionados del Real Madrid quedaron para liarse a golpes entre ellos. Los medios disfrazaron la bronca inventando un ataque contra aficionados radicales del Osasuna. Cuando se escribe “radicales” debe leerse “etarras”. Los aficionados del equipo blanco, al ser subnormales como afirma su presidente, debe ser que pueden hacer cantos nazis, gritar el Seig Heil y dar de hostias al resto de aficionados. Esto último en pocas ocasiones porque no suelen desplazarse mucho y ya tienen a su propia doble afición en la mayoría de campos que visitan.
Nada de esto ocurre a ojos de los lamedores de cirios del nacionalmadridismo. Vinicius puede escupir, llamar hijo de puta, dar collejas y reírse en la cara de cualquiera (incluyendo al árbitro), porque todo es culpa de los demás. Esos que le hacen faltas jugando al fútbol. Que se sepa, hasta el momento, nadie les ha lesionado y Carvajal lleva algunas muescas en sus pies (más allá de poder empujar cuando quiere). Una banda de macarras protegidos por el duce y sus escuadras de mamporreros radiotelevisivos y amanuenses.
El Isidoro puede ser el más repugnante ser humano y no pasará nada. La prensa protege todo lo malo que hagan sus jugadores, entrenadores o aficionados. Hasta en las dictaduras hay cierta justicia con quien se pasa de la raya (recuerden a Saza picando en el Valle por franquista). Esto del Real FloPer Madrid va más allá. Hasta sus periodistas se pueden liar a leches con los aficionados propios. Silenzio stampa.