La llegada de Trump a la presidencia de los EEUU, aunque esperada, ha sido como un tsunami que se ha extendido a lo largo y ancho de nuestro planeta. De hecho, ha supuesto un cambio de paradigma económico en el que la palabra arancel es la más pronunciada.
Tiene la cara muy dura Donald Trump cuando dice que la Unión Europea se ha portado muy mal con los EEUU, como si ellos fueran por el mundo regalando caramelos, ¿o pretende que todos los países del mundo se vayan a América del Norte a sintetizar y producir todos los bienes y servicios?
Los primeros perjudicados por los caprichos arancelarios de Donald Trump han sido sus vecinos México y Canadá, pero de éstos últimos quieren más: anexionarlos como el estado 51 de la Unión.
Pero a los que les quiere amargar la existencia es a la Unión Europea con los aranceles al aluminio y al acero, pero seguro que ahí no parará la cosa porque ya le tocará el turno al aceite y al vino para mal de nuestros agricultores, muchos de ellos votantes de VOX. No obstante, donde las dan las toman y otros productos como el wiski norteamericano se verá agravado con aranceles.
Lo que ocurre es que esta guerra económica arancelaria, al final, no tendrá ni vencedores ni vencidos; pero Trump es tan prepotente que piensa que su país no se verá perjudicado por la inflación que dará por buena la política económica de J. Biden. Es más, los votantes de este político carroñero, se pensarán dos veces si le vuelven a echar el voto a los republicanos en las próximas legislativas, porque una inflación como la que vamos a sufrir todos, va a perjudicar a los que han votado a Donald y pertenecen a la clase más desfavorecida.
Llegó Trump a la presidencia prometiendo que con él se acabarían las guerras y sería recordado como el artífice de la paz, pero a la hora de la verdad se ha comprobado que Putin, al que Trump le ofreció todo a cambio de la paz, es un hueso muy duro de roer y, ni siquiera, se ha conseguido una paz parcial que abarque a las empresas energéticas. Donald ofrecía mucho, pero ha conseguido nada, y que ni se le pase por la cabeza pensar que Putin, además de dejarle el 50% de las tierras raras ucranianas, le va a permitir que se quede con la central nuclear de Zaporiyia y otras infraestructuras eléctricas.
En definitiva, mientras que el impredecible Donald Trump siga en su puesto, y le quedan casi cuatro años, salvo que las elecciones de mitad de mandato le salgan mal y sin el control de una o dos de las cámaras se le pongan las cosas más complicadas, estamos condenados a vivir de sobresalto en sobresalto. También los mercados de valores, que ya están experimentando la actuación trumpista, tienen un futuro incierto porque la política económica que viene es desconocida en los Estados Unidos.
Porque las políticas de Orban en Hungría o Meloni en Italia no tienen mucha influencia en la política mundial, no ocurre igual en la Argentina de Milei porque su motosierra está siendo muy cruenta para su país, pero el trumpismo depredador, xenófobo y racista empeñado en expulsar inmigrantes hasta que no quede ni uno, y en pasarse por el arco el cambio climático, por lo que un país fuertemente industrializado como EEUU, quemando combustibles fósiles a montones, llenarán nuestra maltratada atmósfera de CO2 y otros gases de efecto invernadero.
El mandato de Trump le saldrá muy caro a la Humanidad. Y nos hemos dejado el gran problema del genocidio palestino. Otro día será.