El diseño del nuevo gobierno por parte socialista lleva la autoría de Óscar López, el nuevo jefe del gabinete. Hombre discreto y callado, que ha sabido servir allá donde le han puesto con humildad, eficacia probada y fuertes compromisos ideológicos. Se puede haber cometido algún error, pero, en general, la selección resulta positiva. De todas maneras, es en la práctica donde se realiza la prueba de fuego de la teoría. Por lo tanto, esperaremos atentamente las acciones de cada uno de los nuevos colaboradores del Gobierno de la nación.
Cuando se producen cambios, y más de ministros, siempre queda algún cadáver en el armario. Parece inevitable. El trío más relevante ha sido en este caso Calvo, Ábalos y Redondo. Carmen Calvo se ha marchado con elegancia, Redondo con más reticencias y Ábalos con verdadero enfado, pero tenían que dejarlo obligatoriamente los tres. Hay que reconocer la descoordinación y aparente improvisación que había en el Gobierno, que la poderosa vicepresidenta primera no logró organizar. Por otra parte, casi nunca se entendía con Unidas Podemos y esto no es posible en un gobierno de coalición, aunque sus méritos hayan sido bien manifiestos.
Redondo es un profesional de la Comunicación, que nunca le ha importado no pertenecer a un partido determinado y esto pasa factura a la larga. Se podría pensar que no existía ningún afiliado para ejercer esta importantísima función. En otros tiempos uno de los denominados fontaneros de la Moncloa se quejaba de que el nuevo ministro, recién nombrado, ni siquiera le hubiera comunicado su cese, teniendo que enterarse por otro colega o por los periódicos. Le parecía una descortesía intolerable. No ha pasado ahora exactamente igual, pero casi. Redondo quiso salir de otra manera, aunque no lo consiguió.
Ábalos ha tenido la responsabilidad de un ministerio fuerte. Ha debido pasar por un desfase muy profundo, que siempre supo afrontar. Tampoco se entendía bien con Unidas Podemos, teniendo que ejercer de cortafuegos permanente. Está dotado de un carácter fuerte, que le ha impedido no estallar. Se queda como simple diputado.
En adelante, las caras nuevas dibujan un gobierno más amable, más próximo y más cercano. La sorpresa es que haya ministras que proceden del ámbito municipal. Esta experiencia va a resultar seguramente positiva. Todas han ejercido previamente en la política de sus respectivas Comunidades, por lo que no empiezan desde cero, dado que han trabajado en política municipal y autonómica.
Aunque sea una anécdota, no me resisto a comentar la sorpresa producida por la Ministra de Educación y Formación Profesional. Estudió Magisterio, especializándose en Educación Primaria por la Universidad de Zaragoza. Esto resulta sorprendente, aunque ya la hayan acusado de que no consta que haya ejercido como maestra y de que lleve a sus hijos a un colegio privado. Si es privado y lo paga con su dinero, ¿dónde está el problema? Por otra parte, llega con buen pie, ya que en su primer Consejo de Ministros consigue más de un millón de euros para invertir en educación (digitalización, dispositivos portátiles, aulas informáticas y formación del profesorado), subrayando que es la prioridad del Gobierno. También presenta el Anteproyecto de Ley de Formación Profesional.
El primero de los objetivos de Albares, el nuevo ministro de Exteriores, es recomponer las relaciones con Marrakech, el vecino y amigo. Ahora se unirá, igualmente, Cuba. Un diplomático de carrera y embajador en París puede reconducir el sistema y para esto se encuentra en el puesto adecuado. Cuanto antes lo haga, mejor, pero no creo que deba conseguirlo como sea. El rey de Marruecos es un sátrapa autoritario y medievalista, que tiene a su pueblo hambriento, mientras que la corte dispone de las tecnologías últimas y los coches mejores del mercado. El reino de España no puede humillarse ante él, ni olvidarse de El Sahara, esto sería imperdonable. Cuenta con capacidad y relaciones para hacerlo bien. Ya veremos.
El gobierno de coalición tiene pendiente la subida del salario mínimo, la ley de la vivienda, la reforma laboral y la reforma de las pensiones, asuntos que por sí mismos llenarían el resto de la legislatura. Calviño tendrá que darlo todo, ahora que está como vicepresidenta primera y tiene buena imagen en la Unión Europea. Con la recuperación económica y social se podría coronar el mandato, sin olvidar el problema catalán, que ni tiene que monopolizar la política, ni puede ser tratado de modo aislado.
Si, además, se insuflan ánimos al electorado progresista, que se encuentra bastante desanimado, y en los próximos congresos socialistas hay una verdadera reconciliación con el partido, el PSOE quedará en un buen lugar. Hay que establecer con urgencia la cohesión de todo el equipo de gobierno, cuidando mucho más las formas para que no se noten tanto los desencuentros de la coalición y las improvisaciones anteriores. Aquí será muy importante el papel de Yolanda Díaz, como vicepresidenta segunda. Tendrá que contener a las ministras más belicosas e impacientes. Con esto el cambio de gobierno aguantaría la legislatura y sus actuaciones serían juzgadas como positivas y favorables. Nadie perdonaría que fallara la experiencia nueva de un gobierno de coalición.