Quién diría hace más de 20 siglos que el poeta latino Juvenal nos advertiría en su Sátira X que el Panem et circenses de Julio Cesar y más tarde de Aureliano, de proveer trigo gratis a los ciudadanos de Roma así como costosas representaciones circenses y otras formas de entretenimiento como medio para ganar poder político a través del populismo, recalaría en la campaña electoral madrileña en una nueva versión remozada con cañas, apelaciones a la libertad y mucho teatro (del malo).
En este sentido, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ha elegido como lema de su campaña la palabra “Libertad” y, con ello, autoproclamarse garante de una libertad hueca, vacía de contenido que permite a los madrileños tomarse una caña con amigos a diferencia de otros españoles en comunidades autónomas (incluidas las gobernadas por su propio partido) donde las restricciones a la hostelería han sido y son más severas con un único objetivo: salvar vidas.
Es evidente que la candidata del Partido Popular a la Comunidad de Madrid ha hecho de las cañas y el tapeo “ a la madrileña “ su buque insignia a tal punto de ver payasescos carteles en escaparates y vitrinas de bares y restaurantes en apoyo a su reelección y hasta estrafalarias dedicatorias de platos “Al Ayuso” como símbolo de buena sintonía del sector de la hostelería con la actual Presidenta, fanatismo que no deja de ser curioso teniendo en cuenta que el gobierno que ella preside es uno de los pocos que se ha negado a conceder ayudas directas a los empresarios de la restauración. Y que en otras autonomías lleguen al extremo de beatificarla exigiendo una “Santa Ayuso” no merece comentarios. Comienza el circo.
De esta forma, Díaz Ayuso nos “ofrece” un concepto de “Libertad” torticeramente manipulado y restringido a un hedonismo individual temporal de ocio, de tomarse unas cervezas en una terraza con amigos, por sobre el interés general del conjunto de una sociedad aquejada por una pandemia mundial con pérdidas de millones de vidas en el camino.
Las encuestas de las últimas semanas nos dibujan una radiografía de una sociedad carente de valores y principios y reflejan con claridad cuáles son las prioridades de los madrileños; Un terraceo de cañas en “Libertad” es más importante que la salud propia y del resto de ciudadanos. Caña va, caña viene, los madrileños, entretenidos, se olvidan del trágico año de pandemia y Díaz Ayuso, ha preparado el ambiente para que le voten.
El pan barato de la época romana, hoy son las cañas que adormecen a una gran parte de la sociedad que le importa bien poco la saturación del sistema sanitario, las Ucis abarrotadas y las millones de vidas perdidas. Entre brindis y brindis, el drama de acceder a una vivienda digna en Madrid con los precios de alquileres desorbitados y salarios precarios, los centros de salud cerrados y una lista de espera a la ayuda a la dependencia que no para de crecer en la región, parece esfumarse. La función ha comenzado y el público, aletargado.
En estas circunstancias, es de reconocer que Díaz Ayuso ha sido muy hábil en enfocar su estrategia electoral; tras más de un año de sucesivos estados de alarmas con restricciones de movilidad y de horarios de las más variadas y con síntomas de agotamiento emocional, la candidata popular ha puesto sobre la mesa de los madrileños unas cañas como vía de escape a la “fatiga pandémica”, y de paso, hacerles olvidar que es la comunidad autónoma con mayor cantidad de fallecidos en residencias, actualmente con el índice de contagios y de ocupación de Uci entre los más altos en toda España y que, socialmente, es de las regiones más castigadas y desiguales. “Las colas del hambre” son una realidad en distritos como Usera, Carabanchel o Vallecas donde no es vital tomarse una cerveza sino algo tan básico como comer. De eso se trata el populismo. Dar al electorado lo que espera, lo que desea, lo que anhela a cambio de un voto sin importar ningún tipo de consecuencias, incluso vidas.
No hay que culpar a Díaz Ayuso, no. Los romanos, como bien inmortalizó Juvenal, ya lo hacían. Lo preocupante es que, 21 siglos más tarde, en una sociedad civil y democráticamente desarrollada e instruida, los madrileños muerdan su anzuelo.
No dispuesta a perder el foco de atención y con el fin de obtener los aplausos de sus simpatizantes no teme a recurrir a fotografiarse con un paciente/maniquí en su “palacio” el Hospital Isabel Zendal o a declaraciones tan grandilocuentes como falsas al referir, por ejemplo, que las colas de hambre en Madrid son un invento de la izquierda que crea“ciudadanos de primera y de segunda. De segunda, los mantenidos subvencionados que ellos crean como las colas del hambre para que la gente dependa de ellos". Y ya con unas cuantas cervezas encima, una parte del público enardecido la vitorea de pie y le festeja su último chascarrillo desconociendo que el plato fuerte del espectáculo está aún por llegar.
Sale a escena la actriz de reparto que, recelosa de la protagonista, aprovechará su número para deslumbrar a un público sediento de lanzar a los leones a los “social comunistas, bolivarianos, filoetarras, rompedores de España”. Y Rocío Monasterio en el debate de La Ser no dejó pasar la oportunidad de hacer su mejor papel; tensar al máximo las reglas de la convivencia democrática hasta poner en duda la veracidad de las amenazas de muerte con balas en sobres al líder de Unidad Podemos Pablo Iglesias, al Ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, y a la directora de la Guarda Civil, María Gámez. En un país que aun llora las muertes del terrorismo y que aún tiene fusilados de la Guerra Civil en las cunetas, la actitud de Rocío Monasterio es indecente y obscena y merece el rechazo sin equidistancia de todo aquel que se precie demócrata.
En cualquier caso, ambas “actrices” tienen un duelo desde el escenario mediático por ver quién se lleva más aclamaciones de los espectadores y como afirmara NicolásMaquiavelo“el fin justifica los medios” no tienen reparos en criminalizar a los extranjeros, en mofarse de las “colas del hambre” o en descalificar personalmente como hizo Díaz Ayuso al indicar que Mónica García, líder de Más Madrid, tenía “una boca mustia” o Monasterio llamarle “Amargada”.
Sin duda, esta semana fue el clímax del espectáculo circense en el que algunos han convertido la política a costas de saltar por los aires el respeto, la cordialidad, la diversidad de opiniones, la libertad de la que presumen ser garantes pero que no conceden al que piensa diferente.
Quizás es el momento de admitir que fuimos invitados a este circo, engañados. Sí, engañados por fake news y bulos esparcidos por redes sociales y, lo que es peor y preocupante, por una prensa partidista y sectaria que recurre a la manipulación de los hechos para satisfacer sus intereses empresariales. Y en este espectáculo, estamos jugando con fuego. El “lanzallamas” de este circo puede acabar derribando la casa común de todos, la democracia, y nosotros dentro. A este “incendio” podemos pararlo con espíritu crítico, sentido común y con votos en las urnas.