El flamante Ministro de Cultura, Ernesto Urtasum, de orígenes navarros y catalán de cuna, ha desparramado su algarabía por el programa “Prado Extendido”, presentado por la regencia del propio museo el 10 de noviembre del pasado año. ¡Hurra! Hagamos extensible y descentralizado al Museo de la Capital del Reino. E inmediatamente después, hagamos otro tanto con el estoKaje del Museo Guggenheim de Bilbao y las existències del Picasso de Barcelona ¿0 esto no toca, Ernest?
Con motivo de la apertura solemne de la nueva legislatura, la socialista/cismática Paquita Armengol, disfrazada de Presidenta del Congreso, dijo algunas cosas muy curiosas; verbigracia:
“El parlamento es, sin duda, la espina dorsal de una democracia”. Olvidó decir que Ginebra y Waterloo son, respectivamente, el ano y el orificio urinario del zulaque.
Respecto a la amnistía y eventuales consultas de autodeterminación (esto ya lo digo yo), mantengo idéntica opinión que la explicitada, una y otra vez, por todos, insisto, todos los líderes y lideresas socialistas hasta el pasado VEINTITRÉS DE JULIO. Tras esa fecha, las infranqueables líneas rojas tornaron en níveas y discontinuas. Es lo que tiene el poder que, como al agua, lo bendicen. “Cambios de opinión”, lo llaman. En aras del entendimiento y concordia de los pueblos de España. ¡Qué poco se respetan a sí mismos sus acólitos que, sin pestañear, aceptan gato por liebre! Queda acreditado que el odio irracional por los otros, cuya patología se impone al amor por lo propio, enerva toda actividad neuronal. Aplíquese este axioma a los hinchas sectarios de todo color y condición.
Francia ha desclasificado documentos. Sabíamos que el PNV fue pergeñado por un orate racista de nombre Sabino y apellido Arana. A la luz de los documentos desempolvados, se colige que los peneuvistas ansiaron la soberanía de las tres provincias vascas bajo el protectorado y al servicio del Tercer Reich que, entre otros crímenes, exterminó a dos tercios de la población judía de Europa. Pero usted a lo suyo, Sr. Esteban. Sacúdase el polvo de su propia Historia, que blanquea sus solapas de azul prusiano, y siga llamando fascista a todo lo que se mueva.
Marisa Paredes, como toda mujer (y como todo hombre), es capaz de hacer dos cosas al mismo tiempo: ser una excelente actriz y hacer el mayor de los ridículos. Fue chica Almodóvar y eso insufla carácter. Se enojó, y de qué manera, con la Presidenta Ayuso. La representante legítima de todos los madrileños presentóse en la capilla ardiente para testimoniar sus condolencias por el fallecimiento de Concha Velasco ¡Qué osadía e intrepidez la suya! “¿Isabel Díaz Ayuso? ¡Por Dios! Pero, ¿qué hace aquí? ¡Fuera!”, espetó la kultureta que de interpretación algo sabrá pero de modales y respeto, nada. No son malas noticias a fin de cuentas pues la Sra. Paredes, con su sectarismo ideológico y como muchos antes que ella, hace más grande a Isabel III La Castiza.
Jesús de Nazaret, en una decisión premeditada cargada de simbolismo, quiso nacer en un establo, entre heno y bestias. En Belén y no en otro lugar, una humilde aldea de Palestina. Dos mil años más tarde, el hombre, en nombre de no sé qué monsergas, derrama sangre inocente por donde anduvieron las sandalias del Pescador. Mientras tanto, aquí en occidente, abrevaremos y engulliremos como cosacos, gastaremos lo que tenemos y lo que no, exhumaremos el pino, las luces y los adornos. Cantaremos villancicos y comeremos turrones y alfajores. No muy lejos, en algún estante o mesita, habrá un niñito revolviéndose en su modesto moisés, cariacontecido al comprobar hasta qué punto hemos envilecido algo tan hermoso y salvífico. Y tan decididamente modesto. Sí. Jesús fue rey pero no de cetro sino de cayado y atravesó el dintel de Jerusalén a lomos de un borrico y no de un corcel. Fue rabadán de almas y en absoluto príncipe de diezmos. Creo yo que Jesús quiere renacer, una y mil veces, en nuestros corazones, muy lejos de esta orgía consumista, entreverada de pobreza extrema, metralla y recentales sacrificados por nuestras miserias.
Los cananeos y filisteos están en el origen de Cannán que, más adelante, se llamaría Palestina. Ocurrió esto entre el 3000 y el 2500 a.C. Los jabuseos, una de las tribus cananeas, levantaron un poblado al que llamarían Urasalim (Jerusalén), cuyo significado era ciudad de la paz. Tras el holocausto judío a manos de los nazis, y acabada la II Guerra Mundial, la ONU (arrogándose un poder impropio) aprobó la partición de Palestina (Resolución 181). Los palestinos, que constituían el 70% del total de la población y tenían el 92% de la tierra, fueron reducidos al 43% del territorio. El resto fue entregado a los judíos, que representaban el 30% de la población y poseían sólo el 8% de la tierra. Jerusalén se consideró dentro del 1% que quedaría como zona internacional. Nada tengo contra el pueblo judío; todo lo contrario. Me hago cargo del dantesco genocidio al que fue sometido por el III Reich mas, bajo ningún concepto, se debe resarcir una iniquidad con otra iniquidad, esquilmando el derecho legítimo de un pueblo inocente (el palestino) sobre su tierra y futuro.
La Organización de Naciones Unidas, con el visado de quienes en verdad movían los hilos y disponiendo de lo que no era suyo, compensó al pueblo judío con moneda ajena. El 14 de mayo de 1948, los judíos proclamaron el Estado de Israel y sólo un día después nació el conflicto de Oriente Medio. Palestina quedó dividida en tres partes: la ocupada por Israel; la ribera occidental del Jordán (Cisjordania) que pasó a Jordania, y Gaza que quedó bajo la administración de Egipto. Podríamos decir que la ONU asestó el descabello definitivo al pueblo palestino que, desde 1917, venía padeciendo (¡cómo no!) el sempiterno colonialismo inglés.
Sabemos lo que vino después. Sufrimiento, odio y muerte para ambos pueblos donde los más vulnerables, pequeños y débiles sufrieron (y siguen sufriendo) en sus carnes las expiaciones de pecados ajenos. Maldigo el terrorismo, todo el terrorismo, sin peros ni demás conjunciones adversativas, pero también el uso absolutamente desproporcionado de la legítima defensa individual o colectiva, que torna éstas en vendettas contrarias al Derecho Natural y al Positivo. Palestina tiene derecho a ser un Estado, restituyéndosele las tierras y derechos esquilmados desde despachos lejanos y endiosados. La violencia debe parar ya pues, salvo los reponedores de armamento, todos pierden. Falta por saber si todas las partes quieren la paz para sus respectivos pueblos sobre la base de un acuerdo justo.
Entintar un folio yermo con unas pocas palabras resulta fácil. La realidad es más compleja y me temo, además, que hay quienes, de un lado y de otro, antes que la paz ansían la recíproca aniquilación. Con el sufrimiento acumulado durante setenta y cinco años, junto a exégesis desquiciadas de creencias y religiones apriorísticamente bienintencionadas, se he levantado un muro que es preciso deconstruir con celeridad. Desde mi infinita candidez, a la que no renunciaré jamás, creo que la principalísima tarea del Estado de Israel, de la Autoridad Palestina y de toda sociedad mentalmente sana, es la búsqueda y preservación de la PAZ. No existe mayor ofrenda a nuestros semejantes y al Dios que con tanta jactancia decimos venerar.