A continuación van a leer una carta que lo tiene todo. Es una carta de apoyo, de admiración, de testimonio, pero también cargada de queja, de indignación y de repulsa.
Primero, es una carta de admiración a una amiga, a una mujer, a un ser humano, a una profesional, a una valiente, a una médico de verdad, a una doctora que ejerce su labor de sanitaria como Dios manda, cuidando del paciente, ayudando al enfermo, buscando las soluciones que puedan sanar de verdad a cada uno de los que nos sentimos con dolencias, patologías, enfermedades, molestias… Una mujer que no se queda con las normas que dictan los patrones de la farmacología y de la OMS, sino que elige también productos alternativos con igual o mayor eficacia que los químicos habitualmente recetados en el mundo de la medicina.
Es una carta de apoyo a una amiga, que desde que la conozco, nunca ha servido a la política traicionera, engañosa, corrupta y cobarde que lo único que quiere es su propio interés avariciosamente económico. No se ha dejado arrastrar por la farsa del miedo. Es un apoyo para que siga adelante con su objetivo de cuidar y curar.
Es una carta de testimonio. Tanto por mis conocimientos, ya de años atrás, como por los suyos, evidentemente mucho más avanzados que los míos. Me curé en tres días de una blefaritis ocular de la que, según mi óptica, no iba a recuperar la sensibilidad al sol y no iba a volver a ponerme nunca más lentillas en los ojos. Actualmente estoy en tratamiento para combatir la anemia ferropénica que tengo desde que nací, y que los médicos por entonces, me dijeron que sería crónica, algo que ya estoy comprobando que no es nada más que una falacia. Fui atendido por ella para una ecografía por un problema en un testículo, porque aún a día de hoy, después de ya casi un mes, estoy esperando a que me llame el centro sanitario público para que me dé la cita. Y seguiré acudiendo a ella para cualquier problema que pueda tener, que son casi inexistentes, ya que desde que no tomo la medicina farmacológica occidental no enfermo nunca y no voy a mi médico de cabecera, algo que parece fastidiar mucho a los de más arriba. Ya se sabe “un paciente sano es una cifra menos en sus bolsillos” o dicho de otra manera ”un paciente enfermo es una inversión de por vida”.
Es una carta de queja también ya que en cuestión de tres años, ya casi cuatro, os habéis cargado la salud pública, la sanidad, el trato médico/enfermo, los derechos de los pacientes, la empatía con el necesitado,...la ética de la medicina.
Habéis vendido esta profesión tan bonita al diablo, a organizaciones privadas con ánimo de lucro y conflicto de intereses, dirigidas por dirigentes no dedicados al mundo de la salud, por unos billetes de más. Carecéis de moral, de valores y de calor humano.
A la vez se trata de una carta de indignación. Indignación por los miles de personas que se han visto olvidados por esta sanidad tan abandonada. De indignación por ver como gastáis más tiempo y dinero intentando fabricar armas destructivas bajo el nombre de “vacunas”, que investigar productos naturales que sí son saludables, paliativos y/o curativos.
Y es una carta de repulsa a vuestro empeño por perseguir a nuestra compañera Nadiya Popel y a todo aquel que vaya en contra de la voz oficial, que quiera seguir bajo el Juramento Hipocrático, aquel que respetaba la decisión del paciente, aquel que permitía que cualquier sustancia, si había resultados positivos, se pudiera aplicar.
Es una repulsa para un sistema sanitario que ha perdido el norte, entre tanta pelea de gallos para conseguir el poder.
Ya no conocemos a nuestros médicos como antes, ya no confiamos en la medicina, ya no nos sentimos seguros yendo a vuestros centros sanitarios o al hospital, ya no nos hace nada vuestra medicina.
Porque vuestra medicina no cura, empeora la salud de la gente.
Vuestra medicina enferma y mata.