Hoy me he sentado frente a mi portátil a escribir y sabedora de mi pasión desmedida cuando se trata de referirme a comportamientos machunos en estado pleno, me he preparado un Martini seco para ir bebiendo y unas aceitunitas sin hueso y con sabor a anchoa para acompañar.Un señor oftalmólogo de profesión y director de una asociación de padres que se han separado, escribió una carta al director de un periódico de Baleares donde disertaba, muy preocupado, sobre un asesinato machista ocurrido en Alcudia, en el que un hombre mató a su mujer quemándola viva.En el escrito, el literato que nos ocupa, aseveraba que para nada quemar a tu mujer debía ser considerado un “crimen machista” y aleccionaba a su audiencia explicando que debía por tanto ser denominado “crimen pasional”, encontrándose tras tamaña afirmación: encantado de haberse conocido y quedándose como se diría comúnmente: más ancho que largo.En su espiral de protagonismo, el óptico se vino arriba y usó para sostener sus afirmaciones, argumentos utilizados en la época de María Castaña, que para quien no lo sepa fue un periodo más bien reciente en el que cuando tu marido te molía a palos las vecinas se escondían detrás de las cortinas y nadie decía nada porque, la paliza en cuestión, era considerada un asunto relativo a la vida íntima y familiar. Es decir, que el columnista de afición, con su retroceso en el tiempo sin “Delorean” ni “condensador de fluzo” se pasó por el arco del triunfo todo lo logrado por la lucha feminista en los últimos años de este invento que algunos aún llaman democracia.Por la cantidad de sandeces por centímetro cuadrado a las que el dramaturgo sometió a su audiencia, es lógico pensar que su intelecto, más entrenado en retinas e inflamaciones de córneas, no era capaz de dilucidar la asociación existente entre: machismo, situación de superioridad del hombre sobre la mujer, creencia de que tu pareja femenina es tuya y te pertenece y la agresión misma al grito de:” la mate porque era mía”. Claro está que hay que entender también que tamaña ecuación debe ser resuelta inevitablemente por alguien de letras y no de ciencias.Ante tan lastimoso escrito del oftalmólogo redactor, el feminismo Balear se puso, como es lógico, en pie de guerra, solicitando una rectificación que nunca llegó. Y no sólo no hubo corrección, sino que lo que si hubo fueron denuncias, ya que entendió que las recriminaciones que se le hicieron eran un ataque a su honor. Sea como fuere, esta semana pasada la justicia le ha interpuesto una fianza de treinta mil euros a Nina Parrón, Directora de Igualdad del Consell de Mallorca, por las declaraciones que hizo contra los comentarios de este señor y es que, últimamente hay que tener mucho cuidado con ese derecho limitado que es la libertad de expresión.En su escrito, el señor articulista, aseveraba e insistía reiteradamente en que era deleznable que un hombre quemase viva a su mujer y le causase la muerte, pero curiosamente seguía empecinado y continuaba alegando que para nada el hecho en sí podía tratarse como crimen machista, insistiendo en hacer incidencia y poner el foco de atención en el momento de pasión y arrebato que el asesino había sentido mientras rociaba a la señora con liquido inflamable y le prendía fuego, dejando entrever que lo que había hecho era un acto de amor desmedido, amor en exceso, puro y duro amor.Al aprendiz de periodista se le leía azorado, preocupado por el santo y asesino varón, empatizando con el sentimiento de quien decía estaba tan destrozado por haberla matado que pedía a la Guardia Civil entre sollozos y tirado sobre el coche patrulla, que lo mataran, amenazando con que de lo contrario se suicidaría él después ahorcándose en la rama de un árbol.Dibujaba al matón como a un pobre hombre que perdió los nervios, que se obnubilo, que se volvió loco, un pobre tipo que, llevado por la ofuscación, la mató sin darse apenas cuenta.Algo que por otra parte ella habría podido ocasionar ya que al parecer y según nos cuenta el aficionado al periodismo de información, todo se desarrolló a raíz de que la mujer le dijo que lo quería abandonar y es que ¿A quién se le ocurre querer dejar a un marido plácido y tranquilo que seguramente nunca, antes de quemarte viva claro, te había levantado ni la voz?”.El sujeto daba en su absurda carta de pacotilla, enormes vueltas en círculos, divagando con un discurso que pretendía ser pedagógico y aclarador. Buscaba una explicación con su mejor intención: la de enseñarnos o aleccionarnos para enmendar nuestro error colectivo y/o manía feminazi de culpar al sistema patriarcal de estos asesinatos que, por supuesto nada tienen que ver con machismo, locas obsesivas, que ya os lo explico yo: mirad chicas, son fruto de una simple e intensa emoción.Para sostener su argumento no dudó en entrar en un terreno más que pantanoso y alegó sin ningún tipo de pudor que se trataba de un “amor tóxico”, desviando la gravedad del asunto y asociándolo a la idea de que la relación que mantenían era una de esas en la que ambas partes ponen su grano de arena para fastidiarse mutuamente y a conciencia, uno de esos romances en los que tienes que dejar a tu pareja porque sino y nunca mejor dicho, de tanto sufrimiento ésta acaba arrancándote el pellejo. Y digo esto último porque realmente la víctima perdió el suyo, ya que logró conducir su coche totalmente carbonizada y con su hijo en brazos para protegerlo del agresor y llegar hasta la casa de su madre, quien en unas declaraciones posteriores a prensa dijo: “mi hija llegó a mi casa con la piel colgando y a jirones”, para como ya sabemos morir después.El oculista defensor de la igualdad entre hombres y mujeres que no del feminismo, que eso es una cosa muy radical, alegaba que no se trataba de un crimen machista porque fue una “acción individual”, necesitando quizás, para que lo fuese, que una manada de compinches lo vitorearan.Prosiguió dándonos una clase magistral de derecho penal y ojo a la definición que hizo del crimen en sí mismo diciendo que fue: doméstico (porque pasó en casa) pasional (por lo del arrebato) y de género (porque se hizo de un género a otro). Fin de la cita.Y ya para acabar su escrito y en la cresta de su ola de euforia particular, no se le ocurre otra cosa que denominar “lobby” y “lacra social” al movimiento feminista y calificarlo así a lo loco, de “misándrico” o lo que es lo mismo: “movimiento social protagonizado por unas mujeres que odian a los hombres”. Aunque llegados a este punto esto ya es hasta lo menos importante porque lo peor de esta situación no es que nos insulte y nos falte el respeto a las feministas no, sino que lo grave es que lo haga usando como espoleta a una mujer asesinada a la que casi ni nombra y a la que omite deliberadamente en su artículo, invisibilizando a la maltratada, a la quemada viva, a la agredida, a la mujer de la que se sirve para esparcir su desprecio hacia todas aquellas que tenemos muy claro lo que es el machismo y como opera.El oftalmólogo finaliza su mirada retorcidamente miope hacia el movimiento feminista preguntando a su audiencia ¿Hasta cuándo tenemos que tolerarlo? Refiriéndose al hecho de que digamos que fue un asesinato causado por un sistema patriarcal estructural y sistémico.Lo que a mí me gustaría saber es hasta cuando tenemos que tolerar que personas con una opinión como la suya se dediquen a insultarnos en medios de comunicación y no pase nada, hasta cuando será bien visto que se empatice con el agresor en lugar de con la víctima, hasta cuando tenemos que soportar que una mujer muera y gente como usted haga de esa muerte un espectáculo onanista y de exhibición chusquera. Y hasta cuando tenemos que padecer a algunos que no sólo no quieren ceder sus privilegios, sino que modulan cada vez a más alto volumen desde Radio Atapuerca.
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