Corren tiempos difíciles para los pijo-progres. Parece que, por fin, se les desmorona el castillo de naipes que tan laboriosamente construyeron con la inestimable ayuda del todopoderoso aparato de propaganda del estado.
Íñigo Errejón, portavoz del grupo parlamentario Sumar, ha presentado su dimisión renunciando a su escaño en el congreso al verse involucrado en un supuesto caso de "acoso" y "violencia machista".
Resulta paradójico que el motivo para la renuncia de Errejón no sea el reconocimiento de su nula aportación como parásito institucional absolutamente nocivo para esta sociedad sino las declaraciones de una presunta desequilibrada que le acusa de machismo por no cumplir sus expectativas paranoide-feministas.
El señor Errejón ha sido uno de los políticos que más ha demonizado a los hombres acusándonos de ser asesinos y violadores en potencia señalando al sexo masculino como causante de todos los males del sexo opuesto y asegurando que las denuncias falsas por violencia de género son pura invención.
Una vez más, la parábola del "cazador cazado" nos sirve para ilustrar este singular acontecimiento que, a buen seguro, no será un simple hecho aislado pues como he dicho al principio corren tiempos difíciles para los cachorros del universo woke (un conocido periodista y tertuliano de la Sexta podría ser el próximo) me ha dicho un pajarito.
Uno de los rasgos más comunes entre los miembros de esta secta izquierdista es la supuesta superioridad moral en la que se escudan para señalar al resto creyéndose por encima del común de los mortales por defender una ideología que es pura ingeniería social como todas las demás, pero que ellos consideran ingenuamente diferente.
La cultura woke se desmorona y con ella sus valedores que irán cayendo uno tras otro como fichas de dominó pues sus jefes han decidido que son prescindibles. Quien a hierro mata a hierro muere. Íñigo Errejón ya es historia, un cadáver político al que nadie llorará ni extrañará. ¿Quién será el siguiente? Esto no ha hecho más que empezar.