Para empezar, nos parece esencial lo que intentamos hacer: unir las tres esferas. ¿Será posible? Continuamos con la polarización extrema entre ciencias y letras, la cual creo que no tiene sentido. La ciencia explica la realidad, y es necesario entender el conocimiento científico para comprender su explicación.
Ciencia es una parte del todo. Si fuera la única explicación, no podría dejar sin resolver algunas cuestiones que nos inquietan como sociedad. Constantemente surgen nuevas preguntas que la ciencia no puede resolver.
La ciencia es conocimiento básico que nos aclara muchas cosas. Pero aquellos que se oponen a ella con un no, confunden y complican más las cosas. ¿Solucionan los problemas? Además, tenemos la cultura social.
La sociedad a veces nos obliga a trascender lo científico, porque también son necesarios otros tipos de conocimientos. Aún así, seguimos usando la excusa: "Es que yo soy de letras". Esto no es suficiente, porque aquellos que son de letras también deben acercarse a la ciencia. ¿Por qué no? Si no lo hacen, se encontrarán muy limitados.
Existen temas de los cuales no podemos huir; se hallan en el núcleo del debate social porque aún no está resuelto. Nos gustaría evadirnos, pero ¿por qué no hay una respuesta única y definitiva? Esto es especialmente cierto cuando son los niños quienes preguntan.
Tomemos, por ejemplo, la relación entre sexo y género. A veces no sabemos si una persona es varón o hembra, por cómo se viste o peina, o su manera de andar y hablar, lo que puede confundir sobre si es hombre o mujer. ¿Será gay o tendrá otra identidad? A veces, algunas quieren ser chicos y otras, chicas, por razones similares.
¿Quién puede esclarecer esto? Por ahora, la ciencia biológica nos habla de las diferencias entre hombres y mujeres. Somos uno u otro, es decir, binarios. Pero la sociedad también interviene, exigiendo que reconozcamos a las personas tal como se identifican. Somos seres tanto biológicos como socioculturales. Por lo tanto, deberíamos considerar que la biología no es inmutable, sino que tenemos que trascenderla. De lo contrario, las personas sufrirían aún más. No deberíamos insistir tercamente en castigos y recompensas, sino actuar con empatía hacia ellos.
Otro ejemplo es la democracia. Nuestra especie tiene una estructura de castas. Entonces, ¿qué pasa con el sistema democrático? Parece antinatural, y en cierto modo lo es. Entre los primates siempre hay un líder que domina la manada. La imposición de la igualdad parece carecer de sentido. Sin embargo, hemos superado el sistema de castas y eso nos inquieta. Si alguien actúa con rudeza, decimos que no está civilizado. No todo se debe al patriarcalismo; ese mundo ya ha sido superado.
A pesar de que la discriminación persista, es crucial analizar los comportamientos agresivos masculinos. La testosterona puede conducir a la violencia, pero esta hormona no justifica nada. ¿Es posible superarla? No tiene sentido permanecer pasivos, aceptando que somos así por naturaleza. ¿Y qué hay de la genética? La cultura prevalece sobre los genes.
La cultura nos ha empujado a evolucionar hacia la colaboración. Esto es evidente cuando la gente colabora desinteresadamente, como hemos visto en la catástrofe de Valencia.
Por otro lado, el egoísmo está en aumento, impulsado por el capitalismo liberal. Vivimos en una cultura de democracia capitalista que fomenta el individualismo. Un claro ejemplo es la política de "América, Primero". Algunos pueden considerar esto razonable, pensando en los demás después. Pero, ¿qué pasa si se agota el capital antes de que llegue su turno? Esto es algo que descubriremos juntos. No somos una rareza, somos personas con los mismos derechos, ni uno menos.
La xenofobia es una realidad palpable. Tememos al extraño desconocido y, por precaución, mostramos un rechazo biológico, quizás para estar preparados en caso de tener que defendernos. Sin embargo, este control se va moderando a medida que ganamos confianza.
Por el contrario, si una mujer nos resulta atractiva, no nos lanzamos sobre ella; tenemos autocontrol. Los animales, en cambio, sí se aferran a la hembra y no se separan hasta satisfacer sus instintos primarios. Algunos espetan, sí, pero si no lo hacemos pronto, acabaremos con la vida en el planeta. Esto aún no sucede. Un evento gravísimo no es el fin; no hay que exagerar. Convertirnos en negacionistas es otra cosa, especialmente cuando la realidad nos lo demuestra. Eso sería desconfiar de la ciencia, que nos alerta cada día. Debemos superar esto. Los antivacunas tampoco ayudan a preservar la vida.
Ante esto, la ciencia debería involucrarnos más en la sociedad. El negacionismo es solo populismo y engaño, generando caos y más terror. Son corrientes anticientíficas sin ninguna base hoy en día.
Finalmente, la energía nuclear es limpia, pero incluso Einstein tenía sus dudas y creía que era peligrosa. Sin embargo, es necesario escuchar a la ciencia. No tenemos una herramienta más poderosa para ayudarnos. Los humanistas del Renacimiento, que valoraban la ciencia y muchos la practicaban, son un ejemplo a seguir. No podemos ser menos que ellos. La ciencia siempre será útil si se controla adecuadamente.