09 de Marzo de 2024
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velatorio

Corría el año 1966 cuando Miguel Delibes publicó " Cinco horas con Mario". Ha sido llevada al teatro por fabulosas actrices. Recordamos el argumento. Una viuda de mediana edad dialoga con el cadáver de su marido Mario una vez que todos los asistentes al velatorio se han marchado. Por vez primera la desconsolada esposa es capaz de sincerarse y le reprocha al fallecido, un anodino catedrático de instituto, que no se diese a valer, que solamente le preocupasen sus lecturas y unos escritos que nadie leía, que fuese idealista y poco práctico, que se quedase anclado en sus cristianas esperanzas de justicia, igualdad social y libertad, que no le proporcionase a ella, una burguesa provinciana, práctica, materialista y preocupada por las apariencias la vida que esperaba, que no le comprase un" 600 "para compararse con sus amigas y que fuese él, todo un catedrático, al trabajo en bicicleta. Termina la novela confesándole  de modo dramático a su marido muerto una inocente infidelidad con un hombre, un tal Paco que, ese sí, es poseedor de un magnífico vehículo (un Citroën DS  entonces conocido por "Tiburón").

Toda una generación de escritores españoles retrató una España constreñida, temerosa y sujeta por un nacional catolicismo injusto e hipócrita que emanaba de la dictadura eterna del general Franco, origen de todos los males. Consideraban, Delibes entre ellos y cada uno a su manera, que la llegada de una verdadera democracia aliviaría a los humillados y los oprimidos y nos acercaría a una idealizada Europa que por aquel entonces se mostraba como novia inaccesible. Toda esa generación ha muerto. ¿Qué novela escribiría ahora Delibes? Veamos.

Estoy casi seguro que Delibes transformaría el sexo del fallecido. Sería una mujer. Por eso de adecuarse a los tiempos y que no le tacharan de machista. Bauticémosla con un bello nombre, Azucena, "Azu" para los amigos. La pobre ha muerto a disgustos como no puede ser de otra forma ya que era una sufrida investigadora del CSIC. Tenía familia y andaba económicamente muy justa. Como poseía firmes convicciones y un arraigado sentido de la justicia, consideraba que un investigador debe ser honesto por lo que mantuvo una postura crítica con la doctrina oficial durante la pandemia. Todo le parecía una gigantesca mentira por lo que fue tratada como una apestada negacionista y conspiranoica. Como creía en la meritocracia jamás se mostró complaciente con sus jefes y por tanto, pese a ser muy competente, nunca progresó ni en sueldo ni en cargo y sus publicaciones fueron convenientemente silenciadas.

El velatorio de Azu ha finalizado. Su marido Chema se ha quedado solo con el cadáver. Por supuesto es un hombre deconstruído  que ha cuidado de sus hijos con tesón mientras Azu trataba de salir adelante. Chema ha guardado para sí los reproches que ahora expresa con libertad. Amaba a su mujer, sin duda, pero le exasperaba su falta de ambición y de sentido práctico, odiaba su inútil idealismo. Chema era portero de discoteca y se enamoró de Azu, inteligente y prometedora. Una gran decepción. El pobre Chema se compara con su viejo compañero Aitor, un "machaca" de garito nocturno que se afilió a un partido político e hizo una carrera meteórica. Eso sí era meritocracia. Aitor llegó a ser, sin conocimiento alguno de idiomas y mínimos de geografía, director general de política exterior para las islas del Pacífico sur, cargo de confianza del ministro de asuntos exteriores. Chema no se lo explicaba. Aitor escribía con grotescas faltas de ortografía y estilo propio de mensajes de whatsapp. Con tanto estudio, tanto libro y tanta investigación, Azu los había tenido a todos en la miseria, conduciendo un coche de mas de 20 años que ahora les obligaban a retirar por contaminante, mientras Aitor manejaba un Porsche cayenne híbrido y muy ecológico. Con distintivo. Ellos vivían en un minúsculo piso alquilado en tanto que Aitor gozaba de un jugoso patrimonio inmobiliario. Varias veces, le reprocharía Chema al cuerpo de Azu, que tal vez le oyese desde el paraíso de los ilusos, que se había encontrado con Aitor y que mientras le invitaba a unas cañas había tenido que soportar el irritante relato de sus desaforadas juergas con meretrices ( Aitor decía "zorras") y drogas pagadas con lo que obtenía de sus comisiones y mordidas. Hasta le había enseñado fotos. Al pobre Chema ya se lo había advertido su madre. Con una investigadora del CSIC te vas a morir de asco.

" Cinco horas con Azu". Puede ser que Delibes me repudie por utilizar su nombre en vano. Era muy cristiano. Estoy seguro que le darían arcadas al contemplar la ciénaga de corrupción y mentiras en que se ha transformado la política española. Por no hablar de la europea que no tiene nada que envidiar a la española. Nos hemos transformado en "Los santos inocentes". ¡ Que grande era Miguel Delibes!  ¡Y qué decepcionado estaría!

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