Lo que está sucediendo con Rusia carece de precedentes. Si van ustedes a Paris, verán un bellísimo puente, el de Nicolas III, que celebra el Tratado de Amistad y Cooperación entre el Imperio de los zares y la República francesa. Es todo un monumento a la Realpolitik. En aquel momento Francia era una de las pocas repúblicas del mundo y el Imperio ruso el mas absoluto de los poderes absolutos. Y sin embargo esa unión de intereses se llevó hasta el final y fue determinante en el estallido de la I Guerra Mundial. Lo cuenta muy bien Sir Winston Churchill en sus memorias. Alemania empezó a movilizar contra Rusia y a Francia no lo quedó otra sino honrar el tratado. Con ello metía los problemas de los Balcanes en Europa Occidental y además rompía la amistad germano-rusa, algo contra lo que ya previno el Príncipe Bismarck. Por su parte Alemania no respetó la neutralidad belga y eso trajo la Gran Guerra. Rusia luchó con las democracias liberales contra Alemania y el Imperio Austrohúngaro.
Tras la Paz de Versalles arrancó la Rusia Soviética. Y ahí si que se rompió la unidad de Occidente. A ese mundo que es el nuestro se le escapó el detalle de que Marx no es un pensador musulmán sino un producto de la Ilustración alemana, mas precisamente de la izquierda hegeliana. Pero mal que bien la URSS y la angloesfera se encontraron en la común lucha contra el nazifascismo en la II Guerra Mundial.
Y vino la implosión de la URSS. Aquí se abría para la angloesfera una elección de excepcional importancia. O bien se producía en clave de civilización, recuperaba a Rusia para Occidente, y le devolvía al lugar que siempre tuvo junto con las Américas y Europa Occidental, o pensaba en geoestrategia euroasiática. Dividir el continente entre Alemania y Rusia e intentar romper a Rusia en pequeñas repúblicas construyendo sobre el antisovietismo de la Guerra Fria. Lo primero hubiera sido digno de Octavio Augusto. Lo segundo de un loco. Y escogió lo segundo. ¿Razones?
Al caer la URSS se produce el informe de la Rand que se debe a Paul Wolfowitz y que puede resumirse en: somos el único hegemón mundial, hemos de vigilar que nadie nos arrebate el puesto, esto ha de hacerse a como haya lugar, violencia incluida y nuestro primer enemigo es Rusia, corazón de Eurasia. Tenemos, gracias a la implosión de la URSS, interpretó Bush padre, una oportunidad de oro de ocupar su puesto en Eurasia y ser no ya los primeros sino los primerísimos en todo el mundo. Y estos argumentos traen causa de la vieja estrategia imperialista inglesa, completada luego por la americana de Nicholas Spykman. Según estos criterios el locus del poder mundial está en el centro de Eurasia (Mackinder) o en los países circundantes al hegemón (Spykman) llamados por el “pivotes”. No son criterios contradictorios. El primero explica la constante agresión a Rusia desde 1990 y el segundo las bases militares en su periferia.
Bush (Sr.) entiende que tratar a Rusia en clave geoestratégica le permite tener rota a Eurasia (Mackinder) y mantener viva a la OTAN, instrumento militar no solo de hegemonía sino también de ingresos para el complejo militar industrial. La civilización vendrá cuando una derrotada Rusia (no URSS) venga a comer de la mano de Washington convenientemente troceada.
Cuando se hace ya evidente la naturaleza vesánica de este constructo, tras la destrucción de todos los instrumentos de distensión que había traído la Conferencia de Helsinki en 1975, se habla de extender la OTAN. La cantidad y calidad de los que pusieron pies por alto fue considerable y destacó entre ellos el testimonio de George F. Kennan, quien predijo lo que ha terminado por venir, hipernacionalismo ruso y respuesta violenta.
Es de destacar la inoperancia europea en todo esto. Cierto que Alemania en 1990 propuso un sistema de seguridad inclusivo que iba desde Bretaña hasta Vladivostok. Pero Alemania seguía y sigue siendo un país vencido y los USA lo rechazaron. Era un plan “desdentado”. Lo bueno era la OTAN. Los resultados a la vista están.
Y ahora viene lo peor. Parece que por fin los USA han entendido que sin Rusia no hay paraíso. Y eso pone toda la rusofobia europea a los pies de los caballos. Porque la rusofobia no puede sostenerse sin el apoyo del hegemón USA. Y lo saben tanto los USA como Rusia. Los únicos que parecen no haberse enterado son o somos los europeos, Gran Bretaña incluida. Pero nuestra situación puede convertirse en insostenible. Primero en lo económico. No podemos gastar ochocientos mil millones en armas, parte significativa de ellas compradas a unos USA con los que no compartimos estrategia. Dos. En lo político, ante este derroche injustifcable, Europa va a rebotarse y votar partidos antisistema. Ya lo estamos viendo. Tres y lo peor de todo. Ese gasto solo va a servir para enemistarnos tanto con los USA como con Rusia. Y cuanto mas gastemos, peor.
¿Y la civilización? ¿Para cuando volverá a ser Rusia la patria del ballet y de Shostakovich y de Lev Tolstoy y del Método Stanislavsky que hizo de Marlon Brando el mejor actor de su generación, y paro aquí para no hacer el catálogo interminable?
La perdimos, por ahora, gracias a la codicia de los hipócritas puritanos y de su ignorancia interesada y el reto sigue ahí, sin que al parecer Europa tenga nada que decir. Es una traición en toda regla. Me duele Occidente, sí, ese Occidente del que yo me considero parte irrenunciable. Pues sigue sin Rusia roto.