Llámenme insensato, cándido, inocente y cuanto les plazca mas les prevengo que nada me importa. Absolutamente nada.
A este mundo nuestro se le ha ido la pinza. Tal vez nunca estuvo cuerdo pues lo que supimos por los libros de Historia ahora se nos muestra con toda crudeza. Me harté de ser dócil, crédulo, pragmático, cauto y prosista. Necesito ser poeta para contar y cantar a lo imposible. A lo raro. A lo silencioso y oculto. A lo justo. A lo quimérico. A la vida.
El hombre naranja, petulante, postinero, fardón y fantasma que, por gentileza de la democracia más avanzada del mundo (o eso dicen), ha conseguido la criogenización de no sé cuántas causas judiciales, ha exigido y logrado de los europeos un incremento presupuestario muy sustancial en defensa. Debe ser que a la industria de la guerra, en manos de EEUU, China, Rusia, Francia, Reino Unido, Israel y Alemania, le urge orear sus existencias, no vaya a ser que caduquen y queden fuera de catálogo. Se mata poco y el género se acumula. A la Agenda 2030 le ha salido una seria competidora: La Matarife 2035.
"Unidos frente a profundas amenazas y desafíos de seguridad, en particular la amenaza a largo plazo que plantea Rusia a la seguridad euroatlántica y la persistente amenaza del terrorismo, Los aliados se comprometen a invertir el 5% del PIB anualmente en necesidades básicas de defensa, así como en gastos relacionados con la defensa y la seguridad para 2035 para garantizar nuestras obligaciones individuales y colectivas, de conformidad con el artículo 3 del Tratado de Washington" (extracto del acuerdo rubricado por los primeros ministros de todos los países integrantes de la OTAN, incluido nuestro primer ministro)
Europa me duele un poco pero España me duele infinitamente más. Me duelen los casi DIEZ MILLONES DE ESPAÑOLES en situación de exclusión social. Me duelen los más de TRES MILLONES DE HOGARES ESPAÑOLES a los que, tras pagar los gastos de vivienda y suministros básicos, apenas les queda nada. Me duelen los millones de jóvenes españoles para los que adquirir una vivienda es misión imposible. Me duele la precariedad en el empleo. Me remueven las entrañas las contratas de las subcontratas de lasrequetecontratas, en las se exprime al currante y se racanean calidades y cantidades para salvaguardar las gabelas de los alcantarilleros y los dividendos de los que soltaron la mosca para ganar antes de concursar. Me duelen los que no sobrevivieron a las listas de espera de la sanidad pública. Avergüenza que llamen aulas a unos barracones. Me duele el olvido de la España fiel y el amancebamiento con la ingrata y altanera. Me duele la cohabitación de una España sedienta con otra mojada. Me duele, en efecto, la coexistencia de monumentales excedentes desleídos en el mar con la España secularmente deshidratada.
Me duelen muchas cosas de esta España nuestra. Falta valor, mucho amor a España y desapego al poder para enderezar el rumbo. Aunque estas rarezas asomasen uno de estos días, me temo que no quedará dinero. Los tropecientos mil millones de euros comprometidos para defensa saldrán de la merma de los servicios púbicos, del incremento de los impuestos, de un mayor endeudamiento o de un cóctel de todas ellas. De una forma o de otra, los pobres serán más pobres y los ricos más ricos. Dicen los firmantes que es por nuestro bien, para sentirnos más seguros y protegidos. Es fácil tomar decisiones cuyas consecuencias se sufrirán en carnes y almas ajenas. Las empresas armamentísticas deben estar salivando y de piernas abiertas los paraísos fiscales pues se adivinan comisiones euroatlánticas.
Hemos de armarnos hasta los dientes; nos dicen. Así, el equilibrio de correajes y carruajes de camuflaje disipará malas intenciones. Puede ser. O no ser. Da igual. Siempre ganan y pierden los mismos. Nos jubilaremos a los cien años para garantizar la sostenibilidad del sistema público de pensiones y para amortizar la descomunal deuda pública que, según datos recientes, asciende a 1.667.500 millones de euros. Los pobres serán más y mejor excluidos y los superferolíticos megainclusivos apenas pasarán un resfriado. De haber riña tumultuaria, las hieles y las mieles se repartirán como de costumbre. Las primeras para el pueblo humilde y las segundas para el medallero.
Puede que el peligro pase y todo el arsenal aviado quede obsoleto y enrobinado. Pero descuiden que la deuda, sin embargo, seguirá bien vivita; y coleando. Ya se encargarán de ello los usureros, prestos a financiar a quienes autentifican empréstitos con el aval del PUEBLO. Tal vez los gerifaltes de la OTAN, que conocen mejor la maldad y desvaríos de los zumbados sin fronteras, estén haciendo lo correcto. Puede que así sea y que esta reflexión mía no sea más que el grito sordo de quien se revela frente la realidad y dialéctica de un mundo desquiciado.
No quiero rendirme. Hoy no. Antes un clavel renacido que una vigilia perenne. Las balas y la desesperación matan. Las primeras deprisa, la segunda despacio. Siempre apuntan al mismo; al pueblo honesto que pone los muertos. Y los soldados. Que llora a destiempo y por si acaso. Invirtamos en claveles que, cuando los hoz llegue, nos pille vividos. Y apaciguados.