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Como la mirada genocida

21 de Abril de 2025
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Como la mirada genocida

Como la mirada genocida de algunos candidatos a los Premios Príncipe de Asturias, melocotón interminable que termina por comerse a quien pretenda digerirlo; como la aguja de un reloj entre los glúteos o la carta que nunca llega a su destino y acude a un adivino para saber su propietario; como un bostezo malherido o la indecorosa obra de arte que se vende por un euro a los turistas...

Fue ponerme gafas y quedarme ciego; y fue por quedarme ciego que todo lo que veo me describe.

Me valgo de un satélite para no perderme por las noches cuando voy a la cocina a beber agua y hubo un día en que la reina de Inglaterra me descubrió cortándome las uñas al final de su ropero.

Doy la sensación, rodeándome, de ser como una ruina por desenterrar, un jamón ibérico recién cortado a machetazos.

Soy —como poco y como mucho— una dulce indiferencia enamorada de sí misma, ropa interior amontonada encima del Antiguo Testamento, forma lenta de lavarte los dientes y forma rápida de escribir al nacer una nota de suicidio.

Soy el diminuto dibujo de un acordeón en la teta izquierda de las amas de casa y un estudiante de botánica que ha dejado de estudiar porque cree que ha fallecido.

Soy el encargado oficial de regar los tiestos situados en las últimas ventanas de todos los prostíbulos y soy como una enorme iglesia —en todas las iglesias enfrié mis hemorroides—.

Soy, en resumen, como el grito que te dan estando al lado.

Si alguna vez ves que fracaso, me confundes conmigo.

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