Jesús Ausín

Con estos bueyes no se puede arar

28 de Marzo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
Guardar
arar con bueyes

Atados de manos y con una argolla en el cuello, seis hombres y tres mujeres andan medio arrastras detrás de un hombre andrajoso, de pelo largo, malos modales y peor olor que monta un ruano flaco. Un fusil de retrocarga, dos pistolas armónicas y un perro alano español son los ayudantes del malhumorado tratante de esclavos. Un gran látigo de piel de vaca que finaliza con un par de cascabeles en el extremo, el método de poner orden y disciplina. Aunque los utiliza con mesura porque los cascabeles rasgan la piel con facilidad y provocan heridas que muchas veces acaban en infección y en una posterior muerte del destinatario de los latigazos. En su devenir diario, no tiene tiempo que perder ya que su negocio consiste en comprar ejemplares en el puerto de La Habana y llevarlos andando por las haciendas hasta desprenderse de todos lo antes posible para gastar poco en comida y volver de nuevo a puerto y comenzar el proceso.

Cuando comienzan a bajar la cuesta del camino que lleva directo a la Hacienda Montenuevo y que está a unas 80 varas, un runrún que acaba convirtiéndose en alaridos cada vez más claros, despeja las anodinas mentes de los esclavos cuya única salida al sufrimiento que llevan acumulado en el cuerpo en los últimos cinco meses, es la evasión para no morir de pena. El semblante del miedo comienza a apoderarse de ellos, conforme van oyendo los gritos cada vez más fuertes. Un temor que se confirma cuando, llegados a una especie de plaza, en una gran explanada entre barracones en un poste en el centro de la misma, una mujer joven está siendo azotada de forma contundente. A sus pies yacen otros siete cuerpos ensangrentados, con la piel hecha jirones, las caras deformadas y miles de moscas anidando en sus heridas. Pronto descubren que los cuerpos son cadáveres y que la chica que está siendo azotada acaba igual. Lo que para los esclavos atados que llevan dos días caminando desde La Habana de sol a sol es una pesadilla, para el negrero es la puerta abierta al negocio. El dueño de la hacienda necesitará recambio y espera que aunque los muertos son cuatro hombres y cuatro mujeres, pueda colocar en su lugar a los seis hombres y las tres mujeres que lleva de cuadrilla. Tiene suerte y los nueve acaban formando parte del personal esclavo de la hacienda.

Ndila, a la que bautizaron como Carmen en el momento de desembarcar del barco que la traía de África, es una mujer joven, delgada, guapa y fuerte. Tiene que serlo para haber sido una de los ochenta y tres supervivientes de los doscientos un esclavos y esclavas que embarcaron en la costa angoleña y que, en su mayor parte, acabaron como comida de los tiburones, debido a la falta de higiene y a la mala y escasa comida del Santa Ágeda.

Tras casi dos meses de travesía, encerrada en una oscura bodega, sin poder moverse, comiendo, cagando y meando en un rincón a medio metro de su lecho sobre las tablas del barco, al fin se encontraba sin cadenas, en un espacio abierto y con libertad de movimientos. O eso pensaba. Pronto descubrió que se dormía poco, en una especie de cama hecha de las mismas tablas que había en el barco. Que aunque tenía letrinas a las que ir, el tiempo estaba tasado y que retrasarse significaba sufrir diez latigazos. Que las cañas cortadas, se clavaban al menor descuido en los pies desnudos y que a las serpientes venenosas se añadía el peligro de que alguno de los capataces o de los otros compañeros de esclavitud, hombres, se encapricharan de ella y acabaran forzándola bajo la sombra de cualquier árbol o en la oscuridad de cualquier momento nocturno en el barracón.

Ndila, una superviviente nata, tuvo suerte, según ella misma pensaba. Tres meses después de llegar, tras haber sido violada una noche, cuando iba a ser azotada por salir tarde del barracón, una visita de otro hacendado se fijó en ella, se la compró al dueño de la Hacienda Montenuevo y se la llevó a la del Carrascal dónde dejaría la caña y pasaría al servicio de la casa.

Las nuevas condiciones de vida, le llenaron de gozo, al principio. Una cama con colchón de paja, ropa, agua para lavarse, comida abundante, no tener que controlar el tiempo para ir a la letrina ni tener que pedir permiso, calzado para sus pies y libertad de movimientos casi totales por la casa y sus alrededores. Incluso salidas esporádicas a otros lugares acompañando al ama.

Pronto descubrió que seguía siendo una esclava. Que su suerte consistía en un cuerpo con unos senos voluminosos y formas redondeadas y que el amo lo era en todos los sentidos. Las visitas nocturnas, que durante los dos primeros meses no habían existido, se convirtieron en obligatorias y diarias. Las vejaciones en la cama, los golpes ante las negativas, los castigos y las amenazas de volver al corte de la caña, le devolvieron a la cruda realidad. Desde que fue apresada había perdido toda libertad y el hecho de que le trataran en apariencia mejor, solo era un espejismo basado en los modales. Seguía siendo una esclava para uso, abuso y disfrute del amo.

*****

Con estos bueyes no se puede arar

Vivimos tiempos convulsos. No salimos de una cuando ya estamos ante otra crisis de este sistema que transmutó del capitalismo al liberalismo especulativo y que ha acabado en hijoputismo siniestro en el que algunos no tienen valores de ningún tipo y lo que hoy es blanco en media hora se convierte en verde, rojo, amarillo o gris a conveniencia y sin ningún tipo de rubor, remordimiento o pensamiento humanitario.

Todo está tan mezclado, es tan homogéneo que los rojos han dejado de ser rojos y actúan como los azules por miedo a que les llamen comunistas, como si eso fuera el peor de los insultos y los azules dejaron de tener miedo a ser llamados fascistas y de aquel eufemismo de ser de centro, han pasado a aplaudir nazis en el parlamento, a arruinar a sus pueblos para que el sheriff del mundo quiera seguir siendo su amigo y ellos puedan seguir con su universo de corruptelas, comisiones, negocios y lobbys varios.

Una inflación galopante, una ruina total de los ciudadanos que este invierno pasado hemos podido sobrevivir a duras penas gracias al cambio climático y a que el invierno ha sido el más caluroso desde que se tienen registros, la falta, cada vez más habitual, de agua potable, la escasez de combustible y de materias primas, se siguen obviando. Se sigue planificando el futuro como si nada de eso sucediera. Insisten en continuar con una guerra de USA contra Rusia en territorio ucraniano para que el paupérrimo imperio en el que sus ciudadanos sobreviven a base de Fentanilo y marihuana, pueda tener a sus contratistas haciendo negocio con el petróleo que roban en Siria, el gas que roban en Libia y las materias primas, que cada vez, con más dificultad, siguen sacando por la puerta de atrás de Africa. Siguen hablando de crecimiento continuo en una coyuntura de bienes muy limitados, escasos y cada vez más difíciles de extraer. Y mientras eso sucede, nuestros políticos siguen en la juerga mundial arruinando a sus ciudadanos hasta que la cosa explosione como está sucediendo en Francia con las pensiones y que acabará con Macrón, como poco en el exilio, si no lo acaban colgando en la plaza de la Bastilla.

En modo local, seguimos sin futuro. Al igual que en Francia, las políticas llevadas a cabo por estos mamarrachos del hijoputismo van a llevar en volandas a la Le Pen hasta el Eliseo, dónde en lugar de solucionar las cosas, aún se pondrán mucho peor (como está sucediendo en la Italia de Meloni), aquí la desilusión galopante, la apatía hacia todo lo que tenga que ver con la política y el mundo irreal de bares y libertad, traerá de nuevo a los de la corrupción sistémica al gobierno. Y ojo, porque ya no solo hablamos de fascistas. Se han traído a toda la escoria evangelista de Hispanoamérica para que nos den lecciones y pongan límite a esa libertad que muchos creen tener porque pueden tomar una caña en una de las miles de terrazas que pululan por todas las aceras de las ciudades españolas. Para colmo, la reserva espiritual de la izquierda ha acabado por convertirse en una parodia de partido en el que sólo caben las cosas cuquis, el machismo rancio disfrazado de feminismo trans, y una serie de pijadas que no sólo no interesan, ni arreglan los problemas de la ciudadanía sino que provocan gran malestar y rechazo. La unidad de una izquierda que ya no existe porque, como digo, nadie quiere ser comunista y todos pretenden lo mismo, (seguir en un mundo capitalista en el que las formas sean mejores pero la esclavitud de fondo no cambie, en el que los poderosos sigan manejando las tramoyas del mundo a su antojo y beneficio y los pobres acaben muriendo porque no hay comida, agua, ni bienes para sostener esta ruleta rusa del consumismo para nueve mil millones de seres humanos y por tanto, hay que reducir la población para que los pocos que viven bien puedan seguir sosteniendo su modo de vida de derroche, consumo desmedido, viajes innecesarios y tren de vida inasumible por la Pachamama).

Muchos de nosotros no somos conscientes que la ciudadanía no está por la labor de decrecer, de la sostenibilidad, del consumo responsable y de la solidaridad y que, si “Perro Xanche” es el máximo exponente de lo que aquí llaman izquierda y que no es otra cosa que una derecha casi amable, es porque esa ciudadanía quiere. Muchos de nosotros estamos poniendo a caldo a SUMAR porque, bajo nuestra conciencia de ruptura, no sólo no suma, sino que divide, entre otras cosas porque la ley electoral española, con circunscripción electoral provincial está pensada para que nada cambie y las minorías queden fuera del parlamento, pero desconocemos la estrategia porque no se explica y además desconfiamos porque viene avalada por los «mass-mierda» y algunos de los compañeros de viaje son personajes de la calaña de Errejón. Pero, estamos obviando una cosa evidente, que Troya era inexpugnable hasta que los Aqueos idearon un caballo que fue introducido dentro de las murallas por los propios troyanos.

Mientras la gente siga estando disconforme con la privatización de la sanidad, pero sin hacer nada para que el PSOE y la izquierda trans, elimine la ley 15/97 que permite el uso del dinero público para el sostenimiento de la medicina privada, mientras estén disconformes con la mierda de salarios que cobran y con la desorbitada subida de la cesta de la compra, pero sigan apoyando a sinvergüenzas que amparan guerras de nazis, que insisten en que no se puede prohibir la pesca de arrastre porque eso es la ruina económica de unos pocos, que no se pueden regularizar y cerrar regadíos por lo mismo, que insisten en unir estaciones de esquí dónde ya no hay nieve (y cada vez habrá menos), mientras no sean conscientes de que el beneficio de unos pocos es la ruina de todos, no estaremos en condiciones de cambiar nada.

Somos esclavos de un mundo que nos ha comprado la voluntad a base de promesas de un futuro mejor, que como la zanahoria que cuelga del palo del burro, nunca está a nuestro alcance. Mientras esperamos convencidos de que esta vez si, recibimos los palos con estoicismo y, lo que es peor, creemos que el amo que nos esclaviza y nos muele a palos es nuestro salvador.

Como dicen en mi pueblo, con esos bueyes, es imposible arar.

Salud, feminismo, ecología, decrecimiento, solidaridad, república y más escuelas públicas y laicas.

Lo + leído