El jueves 19 de septiembre de 2024, se cumplió un lustro de mi accidente de moto, en el que por confiarme, relajarme en autopista, y ponerme a pensar en cosas de curro, casi no lo cuento.
La efeméride me pilla dentro del coche de la autoescuela Ruta 7 de Fuengirola, volviendo de hacer prácticas en la ciudad de Málaga, con la infinitamente paciente Nieves, la profesora.
Con casi medio siglo, y sin carnet de coche, porque aparte de ir en moto desde antes de nacer, mi padre llevaba a mi madre en la Vespa cuando estaba embarazada de mí, y ser un idealista motero, se unía mis miedos que me bloquean al tener que estar atento en procesos secuenciales.
Hace un lustro que no conduzco, tras una década con scooter grande, y los 15 años anteriores conduciendo diversas motos de marchas. Las motos me siguen encantando, pero sabiendo que me distraigo con facilidad, me da bastante respeto saber que me libré de estar en silla de ruedas o algo peor, porque no era el momento. Algún día volveré a acariciar la libertad bailando sobre una moto, pero hoy la abordó desde una seguridad de un sofá de cuatro ruedas.
Nieves que debe llevar la vuelta al mundo en kilómetros, con extrema paciencia me dice que mis bloqueos no son tanto por ser hiperactivo, si no, por estar acostumbrado a conducir de aquella manera la moto, y al no controlar el coche, me bloqueo. Vamos, que conduzco por inercia. Lo cual, entre tú y yo, tengo que darle la razón.
Lo de pasar de trofeo de caza a cazador, obliga a tener mil ojos, y prevenir con anticipación hasta la respiración. Lo de cuando iba en moto, ante un obstáculo, reducía la marcha, encontraba el hueco y aceleraba. Ahora, compruebo que el coche no cabe por el hueco. Así que tengo que dejar que muchos vehículos se me escapen al conducir yo a una velocidad legal, y así, tener tiempo para anticipar el mantra: mirar, mirar retrovisores, ¡señalizar! Y maniobrar controlando lo que pueda pasar… Ahora, comprendo lo que me decían los conductores de coches cuando me llevaban por delante, “perdona, no te he visto”. Mi karma se está hinchando a darme lecciones.
Me vas a llamar boca chancla, pero creo que es obligatorio que cada década los poseedores de todos los carnets de conducir pasemos un curso práctico de actualización. Porque es muy diferente leerse el código de circulación para aprobar el examén teórico, como hice hace 30 años, que leerlo para adoptarlo, y dejar de conducir por inercia.
Ahora que releo el código de circulación, me voy enterando de cosas que desconocía, como que la prohibición de velocidad en poblado de 50 km/h, si hay dos carriles en el sentido de la marcha, es para que en caso de atropello el peatón pueda sobrevivir. Y 30 km/h si solo hay un carril.
Mientras escucho los sabios consejos de Nieves, empiezo a analizar que puedo encontrar en la velocidad legal, un punto zen para aprender a vivir sin prisa, sin necesidad de correr y ser el más rápido del videojuego, que muchas veces, en mi caso, acaba en desastre, por querer hacer todo a la vez. A ver si me convenzo que correr es de cobardes, y que ya me he pasado medio siglo huyendo hacia delante, ahora toca asumirse y navegar por el denso tráfico. A este paso, a Nieves voy a tener que pagarle un plus por el coaching sobre ruedas.
GO!