El director de cine García Berlanga se fue hace ya 10 años y se perdió, vivir en directo lo que podía haber sido un guión fantástico para una de sus creaciones.
¿Cómo explicar lo que yo misma no entiendo?
Medidas que se establecen como dogmas de fe y que serán desmontadas después por otras que dirán lo contrario. Gurús como directores de una orquesta que no para de desafinar y, cuando alguien plantea una crítica o la mínima duda, se le acusa de conspirador. Viviendo un sinsentido en una burbuja, que se ha ido haciendo gigante en su subida hacia las nubes y espero, se rompa para saltar de nuevo al mundo con los pies descalzos sintiendo la tierra.
Desde el mundo en blanco y negro “El Gordo y el Flaco”, Buster Keaton o Charlot nos hicieron sonreír con el absurdo, el propio Berlanga nos hizo la transición hacia el color. La Vida de Bryan, Matrix o el Show de Truman nos presentaron realidades paralelas.
Italianos y españoles sufrimos un encierro que llegó demasiado tarde y no sirvió, más que para seguir aumentando contagios en hogares donde asintomáticos, repartían virus sin saberlo. Aún habrá quien intente alegar la medida como salvadora de vidas, cuando la epidemiología demuestra lo contrario cuando se hace mal y tarde (Recomiendo “Reflexiones sobre la pandemia por COVID-19 del Dr. en Farmacia Juan Erviti)
El estudio del Institute of Certified Management Accountants de Australia sobre la gestión de la pandemia me lleva a aquél Eurovisión de “Spain cero points”…
¡¡Los últimos de los 95 países valorados!!
Sigo sin entender ni compartir gran parte de las informaciones que leo o escucho. El planeta ha sufrido una sacudida con terribles consecuencias para la vida y para las economías de la mayoría. Después de leer los informes sobre lo que se hizo aquí o allá, los sentimientos de rabia, impotencia, tristeza e incomprensión me sacuden el orgullo español…
Mientras el mundo paraba, yo seguí madrugando como tantas personas “esenciales” deseando parar, y mira por donde, a veces te encuentras sorpresas.
Nuestra vida programada se desestabiliza como torre de cubos a la que le das un golpecito en la base y caen, y te toca volver a montar una nueva…
Lo que iba a ser una baja por intervención, se transformó en un confinamiento agridulce que igual que me quitó, me regaló también momentos inesperados. El giro se produjo tras el contacto estrecho con una persona que dio positivo para la PCR, prueba de cuestionable sensibilidad pero que determina el aislamiento “por si acaso”, así que, estando asintomática y con muchas tareas pendientes, me he encontrado 10 días de aislamiento inesperado.
Mi casa más ventilada que nunca y mi lavadora mareada de tanta actividad, han alucinado por estar “al día”. He cocinado y planchado sin escuchar mi propio eco tapado por los podcast que han animado mi soledad. Mi mente se ha expandido con cursos como el de eyaculación femenina, una realidad paralela que descubro de camino hacia los 50 años. No recordaba lo que era cenar con la bandeja en la cama, y la verdad, eso no está nada mal. Tengo tanto tiempo que he acabado y empezado libro y he disfrutado en ordenador de programas a los que no tengo acceso habitualmente. La costura, el yoga, escribir este artículo, … todo cabe en mi habitación, porque lo más importante de todo es que estoy bien, así que no entiendo cómo algunos podían aburrirse sin saber que hacer durante aquél largo encierro en sus casas.
La peor parte esta siendo el no poder abrazar a mis peques y, me siento rara durmiendo sola en una cama gigante donde mis pies no encuentran una piel caliente donde calentarse…
Apenas dos días para salir como Fiona de mi torre y sentir de cerca los besos y abrazos que quedaron confinados al otro lado de la puerta.
Volveré al mundo que seguirá igual de enloquecido y lleno de interrogantes como una película surrealista cuyos asesores nadie sabe donde están.