Ahora que vemos y oímos en los medios de comunicación a los infames negociantes, a los miserables comisionistas entrando y saliendo de los tribunales para responder por sus muy oportunos y, sobra decir, muy rentables negocios de compra y venta de mascarillas y demás material sanitario en la época de la pandemia, lo primero que se nos viene a la cabeza es aquella frase tan inocente, tan ingenua y candorosa, de que todos, el mundo en general, después de sufrir aquella aterradora experiencia, íbamos a salir de ella convertidos en mejores personas. Ya casi podíamos vislumbrar una sociedad mejor, más justa y solidaria, más honrada, más humana. Los que lo dijeron, con toda su buena intención, todavía se estarán lamentando de la gran oportunidad que perdieron de estar callados. La dolorosa verdad es que aquella espantosa época no solo no nos hizo mejores sino que, y por si tuviéramos alguna duda, nos confirmó que la naturaleza humana no va a cambiar por muchas pandemias y catástrofes que vengan. Seguirá intacto, inalterable, pase lo que pase, nuestro afán depredador, nuestra codicia, nuestro instinto de sacar tajada, de hacer negocio aprovechando cualquier oportunidad, cualquier circunstancia, lo que sea.
No nos extraña nada que nuestro país, el país de los pícaros y los buscones, donde toda infamia, toda fechoría, todo desmán, ruindad y vileza tiene aquí su asiento, se hayan dado tantos casos de miserables, de espabilados que aprovechando su cercanía con algunos dirigentes políticos corruptos, hicieron los negocios más lucrativos de sus rastreras vidas. Aquí ya existe desde siempre una muy rica e inagotable cantera de pícaros siempre alerta, a la que salta, prestos a hacer el agosto, a ponerse las botas, a dar el palo, el pelotazo que les hará ricos. Empezando por nuestro el rey emérito, el santo patrón de todos los comisionistas, un portentoso y asombroso pícaro que ha seguido con una extraordinario empeño y dedicación, la rancia tradición de sus antepasados cleptómanos, unos mangantes que nunca han faltado en las más nobles familias de este solar patrio.
Desde el simpar emérito hasta el último “emprendedor” especializado en negocios de toma el dinero y corre, cuya único “mérito y capacidad” además de sus contactos entre la clase política, es una caradura de cemento armado, todos estos comisionistas comparten la misma enfermiza codicia, la misma querencia por el enriquecimiento rápido a costa de lo que sea, hasta de una pandemia, ¿qué más da?. Menos mal que estos repugnantes intermediarios que hicieron grandes negocios metiéndose en la saca enormes cantidades de dinero con la compra y venta de mascarillas y demás material sanitario en lo peor de la pandemia, fueron solo unos pocos, una minoría de indecentes y, por suerte para todos, hubo muchísima más gente incomparablemente mejor; gente maravillosa, admirable, valiente, generosa, más que necesaria, imprescindible como fueron principalmente los sanitarios, unos grandes profesionales con un corazón más grande todavía, justamente calificados como héroes por el conjunto de la sociedad. Y también es obligado mencionar a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, a los transportistas, a los trabajadores del sector agroalimentario y los del sector del pequeño y mediano comercio y de las grandes superficies. Y sin olvidar a los miles de voluntarios anónimos que también se jugaron vida para que todos nosotros, confinados en nuestras casas, pudiéramos seguir vivos hasta la llegada de la salvadora vacuna que acabó con el temido virus.
Cuando aquel silencioso e invisible huracán de miedo, dolor, desolación y muerte nunca antes visto por fin amainó, además de los héroes a los que antes aludíamos, y aplaudíamos a diario desde las ventanas y los balcones, supimos de la existencia de esos infames pícaros, de esa gente asquerosa y repugnante, de esos miserables entre los miserables, que no dudaron en aprovecharse de las circunstancias para enriquecerse. Lo peor de todo esto fue constatar la incapacidad del Estado, que debería haber hecho en exclusiva estas compras y ventas, y no fue capaz de hacerlo. Y por esa manifiesta incompetencia, surgieron, como sabandijas de debajo de las piedras, esos intermediarios sin escrúpulos.
Pero cuando ya nos estábamos poco a poco reponiendo de la pandemia, pensando con infinito alivio que todo había pasado, y comenzaba una nueva época de tranquilidad, de prosperidad, de alegría y esperanza después de tanto miedo, dolor y desesperación, ha aparecido otro virus no menos peligroso cuyos portadores son unos políticos no menos dañinos para la sociedad que el tristemente famoso coronavirus. Todavía no podemos saber con exactitud como cursa este mal, ni su alcance ni recorrido, porque apenas ha comenzado su andadura. Pero conociendo a sus propagadores, ya podemos estar seguros que sera muy perjudicial para los países donde se asiente. Aquí de momento se le ha frenado, pero no sabemos hasta cuando podrá aguantar este gobierno las acometidas de esta nueva pandemia.
El nuevo virus es una cepa muy agresiva del neoliberalismo, que está representado por los Trump, Milei, Bolsonaro, Meloni.…entre otros. Aquí, en España, está representado por las dos derechas, la derecha extrema y la extrema derecha, cuyas cabezas visibles son la Ayuso y Abascal, que pugnan entre sí por ver quien de los dos se erige como líder de este neoliberalismo rampante, que también lleva el nombre de “Trumpismo”, en homenaje al amado líder de todos ellos, al que, como alumnos aplicados que son, lo imitan, intentando, como aquí la Ayuso, superarle, lo cual no es fácil, porque al magnate estadounidense es muy difícil superarle a la hora de mentir, de propagar bulos, de manipular y tergiversar. Pero la Ayuso tampoco es manca en estas lides y cuenta con sobradas cualidades, como son su absoluta desvergüenza, su indecencia, su increíble desfachatez, y su capacidad de mentir de forma patológica. Ya dio una muestra sobrada de lo que es, y de qué va todo esto, cuando dejó morir a los ancianos en las residencias sin atención médica alguna diciendo, con toda su desfachatez, que de todas formas se iban a morir igual.
Y por si necesitara entrenar, pulir y reforzar sus cualidades innatas, cuenta con Miguel Ángel Rodríguez, su asesor y hombre de confianza, que le guiará adecuadamente por el camino hacia la presidencia del gobierno, siguiendo las mismas estrategias y diciendo las mismas, o quizás mayores, barbaridades que dice Trump en cuanto le arriman un micrófono a su incontinente bocaza. Tomará buena nota de lo que le ha funcionado al magnate estadounidense, capaz en todo momento, como la Ayuso, de mentir sin vergüenza alguna. Y no importa que le pillen una y otra vez mintiendo, porque sabe que la mentira acaba calando entre la gente, porque siempre habrá gente dispuesta a escucharle, y a creerse todo lo que le diga. Exactamente igual que aquí, donde hay millones que aplauden a rabiar las mentiras, que piden más bronca, más crispación, más insultos, más deslegitimación del adversario hasta convertirlo en enemigo; que piden que se haga un poco más irrespirable la actual atmósfera irrespirable que vivimos y padecemos; que se intensifique la confrontación, que suba el tono de la permanente bronca que haga imposible el diálogo constructivo y el entendimiento entre los que están obligados a entenderse, como es su obligación, por el bien del país.
Recordemos que fue Aznar, que colabora muy activamente a través de su inmunda Fundación FAES, para que este nuevo orden mundial se establezca en nuestro país. El mismo Aznar que parió para la Historia esa maravillosa frase de “el que pueda hacer, que haga”, el que dió los primeros pasos en el camino de la mentira, la confrontación y el agriamiento de las relaciones entre políticos, por su falta de ironía, y de cultura del diálogo y el acuerdo.
Aquí, en España, y más concretamente en Madrid, porque “Madrid es España y España es Madrid y …” toda esa delirante monserga que nos largó la Ayuso, el Partido Popular, en un febril arrebato neoliberal que algún día le pasará la correspondiente factura por su absoluto desprecio por la ética, la educación y el obligado respeto a los valores democráticos, ha abrazado sin reservas el Trumpismo, esa venenosa doctrina, ese terrorífico catecismo neoliberal, negacionista del cambio climático y profundamente racista que Trump, ese monstruo de pelo naranja, ha extendido por el globo como una nueva y no menos peligrosa pandemia.
De la mano de una desequilibrada capaz de todo como la Ayuso, bajo la tutela de Miguel Ángel Rodríguez, el hombre que le susurra por el pinganillo, el PP, un partido que siempre se definió como de centro derecha, se ha hecho Trumpista hasta las trancas, ha perdido el culo y la vergüenza por arrodillarse, por postrarse ante el indecente, el impresentable, el extremadamente peligroso líder estadounidense de esta nueva, extraordinariamente peligrosa y destructiva secta neoliberal. Una secta que la Ayuso ha abrazado y hecho suya como no podía ser de otra manera, dada su naturaleza, su innata desvergüenza, su extraordinaria capacidad para mentir, para manipular, tergiversar y lanzar bulos de cualquier calibre destinados a acabar con la, más que necesaria, imprescindible convivencia y entendimiento que tanta falta hace en este país.
La Ayuso, como madre superiora, sacerdotisa de esta nueva doctrina, con Miguel Ángel Rodríguez, como su confesor de confianza, Feijóo como fiel esbirro, bufón y catador de venenos, y el resto de devotos monjes de esta nueva cofradía neoliberal, siguen dando muestras a diario de por donde van a ir sus políticas. Y esas políticas no son otras que ayudar a los ricos a ser más ricos por la vía de bajarles los impuestos, dejándoselos casi a la altura de lo que paga un mileurista, mientras hunde a la clase media, y no digamos a la clase media baja, en la mayor de las miserias, acabando, cada vez con menos disimulo y a marchas forzadas, con la sanidad, la educación públicas y, uno tras otro, el resto de servicios públicos. Porque uno de los pilares fundamentales de esta pandemia neoliberal es tomar a los servicios públicos, y todo lo público en general, como gastos intolerables que el Estado tiene que sacudirse lo antes posible, de la misma manera que un perro se sacude las pulgas.
Lo peor es que nadie en el partido se atreve a disentir, tienen que decir amén a todo si no quieren ser expulsados por traidores, y quién sabe si no les acusarán también de ser agentes del sanchismo. Pobre del insensato miembro del partido que muestre algún escrúpulo, alguna objeción, aunque sea mínima, a las políticas Trumpistas llevadas a cabo con toda la crudeza, sin filtro alguno, por la actual dirección, porque será inmediatamente cesado y arrojado al abismo, a hacerle compañía a Pablo Casado y sus escasos fieles que le acompañaron, y corrieron su suerte, cuando Ayuso le acusó de hereje. La Ayuso no tendrá piedad ni miramiento alguno con todo aquel que critique, aunque sea levemente y de pasada, sus políticas. Esa patológica determinación de la Ayuso por acabar con los que no le dan la razón, me recuerda a la respuesta que dio el señor Burns, el implacable millonario de la serie Los Simpsons, cuando le preguntaron sobre la causa de la muerte de sus padres. “Interponerse en mi camino” fue su respuesta. Seguro que Trump, y también la Ayuso, que ya se va haciendo, tacita a tacita, o tazón a tazón, con un apreciable patrimonio inmobiliario, también suscribirían esta otra frase del viejo señor Burns: “Daría todo lo que tengo, por tener un poco más”.
Y sigue adelante este imparable virus infectando a toda la sociedad. Hace unos días aparecieron una serie de iniciativas por parte de los gobiernos autonómicos de PP y VOX en Castilla y León, Aragón y la Comunidad Valenciana para derogar las leyes de memoria histórica y sustituirlas por otras a las que han llamado de “concordia”. Unas medidas que evitan condenar a la dictadura franquista, y limitan el acceso al paradero de las miles de víctimas de esa atroz dictadura que quieren blanquear. Unas miles de víctimas que todavía siguen enterradas en fosas comunes y cunetas. A la vista de esta grave situación, Naciones Unidas ha dicho que omitir la dictadura franquista es negacionismo en cualquier lugar del mundo, y ha instado al gobierno a que tome medidas para preservar la memoria contra esta ofensiva antimemoria de PP y VOX. Añadiendo que de no hacerlo, España puede ser sometida a denuncias y condenada en foros internacionales por este tipo de actitudes.
Y esto no ha hecho más que empezar. Alguien se preguntará donde está la vacuna que nos librará de esta nueva pandemia de neoliberalismo rampante. La respuesta es sencilla: en las urnas.