El Homo unimorfo exhibe tatuajes, músculos, cierto peinado (convencional dentro de su desajuste), determinada barba, definitiva forma de vestir, de arremangarse, desatar sus zapatos y hasta caminar, gesticular, opinar (¿votar?), abusar o compartir; en definitiva: se presenta como un calco de sí mismo y su enesillizo: por millones los hay, tú, globalizados, tecnologizados y orterófilos.
Sus planes vitales, programados desde que finalizó (y antes) sus estudios (empollamiento) le llevan por la senda popular sin contratiempos, ni sorpresas. Si hubiese de elegir entre comprar o cultivarse su propia marihuana, se quedaría con lo primero, pues el conocimiento como tal no le atrae en la medida que no procure puntos, créditos universitarios o billetes, y él, como buen adolescente botellonófilo que fue, solo pretende «evadirse», ahora en el pub de moda que corresponde a su físico, edad y estatus social.
Pero hablemos de su pareja. Hembra retratomaníaca de primer orden, precisa un macho así, musculotatuado, bien rasurado de cráneo en contraprestación a su dilatada, mimada barba, como impone la moda, para así sentirse ella, la retratomaníaca, haciendo uso de su macho, integrada en la corriente del Insta y demás redes artifisociales. Y es que no le sirve un señor que desatienda los requisitos estéticos del momento. El contenido neuronal del sujeto no cuenta; su humilde opinión, si la tiene, mucho menos; únicamente su apariencia gana peso y contribuye a enriquecer la posición de ella entre las megustómanas que visitan sus selfies, amén de la función vengativa que cumplen dichas fotos entre sus enemigas y amigas, que envidiarán su suerte.
Por todo ello el maromo, macho unimorfo, que se sabe portador de los atributos indicados, hará todo lo posible, perdiendo el culo si es preciso, por muscularse a conciencia y mantener el «outfit» (como ahora llaman al antiguo «look») que marca la ley de la moda. Hala, a cumplir, hasta que tu señora novia considere. Pero ¿quién manda aquí, señor mío? Estás deseando quedarte en casa, abandonar las mancuernas y afeitarte esa costosa pelusa, pero temes que la matriarcal tirana que te domina te abandone por otro corredor de fondo en la infinita carrera del perfecto outfit. ¡Basta!
¡Tíos buenos del mundo, sindicáos! ¡No paguéis con vuestro perfumado sudor, vuestra tableta de abdominales, dorsales y pectorales hipertrofiados el ego de una hembra narcisista! ¡Que vivan la barriga, la caspa y el sobaco al natural! ¡No somos machistas: somos machistos!