Estamos viviendo la peor crisis tras laSegunda Guerra Mundial.
Estamos enfrentándonos a una epidemia deorigen desconocido, que está aniquilando, literalmente, a miles de personas, yestá destrozando familias enteras.
Estamos aceptando un confinamiento durísimo,sobre todo para personas de la tercera edad, con trastornos psiquiátricos, yniños.
En general, excepto algunos incívicos, loestamos cumpliendo. Gracias a este enorme sacrificio, hemos logrado que estaSemana Santa haya descendido la famosa curva de la que tantos hablan.
Y entonces, llegan nuestros políticos. No meimporta del partido que sean. Deciden que, tras una semana de confinamientototal (una semana, siete días), ya ha pasado el tiempo prudencial para que, denuevo, sectores tan imprescindibles (entiéndase la ironía) como el de laconstrucción, entre otros, deben retomar su actividad.
Y muchos morirán (o moriremos).
Nos están arruinando.
Las ayudas que anuncian, no sólo no se estánhaciendo efectivas, a pesar de la ridiculez de lo que suponen, sino que encimahan dejado a miles de ciudadanos sin cobrar los ERTE, es decir, han dejado afamilias enteras con cero ingresos este mes de abril. Además, han cobrado losautónomos, no han rebajado ni un sólo impuesto, han propuesto moratorias parahipotecas, que no son reales, no han tomado medidas con los alquileres, losservicios básicos no se pueden cortar, pero la deuda se genera, se siguenhaciendo test sólo a los privilegiados de las élites, nuestro Rey se haembolsado millones de euros ilegalmente, y todos sabemos que jamás va adevolver nada, la Iglesia, que no ha pagado nunca el IBI, no está colaborandoabsolutamente en nada, los políticos siguen cobrando dietas y desplazamientosde la forma más rastrera posible, la banca sigue aprovechándose de la ruina delas personas, provocando más ruina, la información nos la dan militares y nocientíficos, y un largo etcétera tan enorme, tanto, que me pregunto qué haremoscuándo esto termine.
Y tardará en terminar.
Tardará en terminar porque, como ya tenemosclaro, esos políticos que viven protegidos, entre algodones, están anteponiendola economía a la vida. Si las personas de a pie, las que no sabemos ni pretendemossaber de medicina, tenemos la certeza absoluta de que, a partir de la semanaque viene, los contagios volverán a subir de forma alarmante, ¿realmente noshemos de creer que ellos no lo saben? Claro que lo saben. Pero el dinero, elpoder, están por encima de la vida. Y francamente, no me extraña, ni mesorprende. Vivimos en un país donde nuestra Monarquía, y la clase política, sehan estado lucrando, y mucho, de la venta de armas. Dicho de otra forma, se hanenriquecido con la muerte ajena, la muerte de millones de civiles de países enguerra, soportando genocidios ocultos a ojos de Occidente. Entonces, ¿alguiencree que, para estos poderosos, la vida de esos civiles extranjeros, vale menosque la nuestra? No, evidentemente que no. Esas vidas valen lo mismo que las nuestras, muchísimo. Pero para ellos,esas vidas, y las nuestras, no valen NADA. La vida, aunque suene frío, lacuantifican en dinero, para bien y para mal. Perder a personas de la terceraedad, es un beneficio. Perder a personas productivas, ya les fastidia un pocomás, hablando coloquialmente.
Pero ahí siguen, subidos a sus atriles,enfocados por cámaras y focos que cuidan hasta el último detalle, maquillados,por dentro y por fuera, diciendo lo que tenemos que hacer, o dejar de hacer.
Y esta semana, como consecuencia de susdecisiones podridas por el poder de un dinero que no llega al bolsillo delciudadano obrero, muchos de nosotros nos contagiaremos. Y habrá muertes, muchasmuertes. Quizás la de nuestros padres, hermanos o amigos. Quizás la de nuestroshijos o sobrinos, o incluso quizás la nuestra propia. Morirán, seguiránmuriendo, moriremos. Y lo saben.
Pero vivimos en una sociedad dormida, que sólose queja en la sobremesa o por redes, vivimos en una sociedad manipulada por ladoctrina del shock, vivimos en una sociedad que ya no tiene esperanza de que elpoder, no sólo político, sino económico, eclesiástico y monárquico, vaya acomportarse de forma mínimamente humana.
Si no despertamos con la muerte de losnuestros, ya no despertaremos con nada. Pasaremos de ser una sociedad dormida,a ser una sociedad muerta. Tenemos que reaccionar, y tenemos que reaccionar ya.De momento, no podemos manifestarnos en las calles pero, yo pregunto, ¿dóndeestán los sindicatos para convocar la huelga general más grande de la historia?Sé que eso implica menos dinero en cada una de nuestras casas, y que sindinero es difícil la vida, dificilísima. Pero que nadie se engañe, sin vida, eldinero no es necesario. Hoy, más que nunca, #HuelgaGeneral. ¡NO TEQUEDES SENTADO EN EL SOFÁ! ¡YA NO SE TRATA DE SOBREVIVIR, SE TRATA DE VIVIR!