Como divas sin trono ni corona nos hemos quedado después del televoto de Eurovisión, porque podríamos entender que entre los jueces haya politiqueo o valoren algo que a nosotros se nos escapa, ¿pero que los telespectadores nos den diez puntos después de haber sido España la más vista en YouTube por encima de las demás actuaciones? No me cuadra, la verdad.
Esta noche he visto a una cantante —que no recuerdo de qué país era— revolcarse en un arenero para gato; a otro con un café, que no se sabía si le era urgente ir al servicio; a otra disfrazada de muñeca que me ha dado mala vibra; y a unos en una sauna. ¿Cuándo se decidió que Eurovisión debía ser un carnaval de lo absurdo? Porque creo que España se fue al recreo en esa reunión y no nos enteramos. ¿Realmente deberíamos volver al Chiquilicuatre? Creo que ese año íbamos encaminados al éxito: nos quedamos en la posición 16, con 55 puntos. Dos años más aumentando el nivel de parodia y absurdo, y habríamos ganado seguro.
España parece no encajar con ningún tipo de actuación en Europa. Si somos actuales y modernos, no nos quieren porque no mostramos nuestra esencia española; y cuando la mostramos, se nos tacha de repetitivos. Por otro lado, muchos países optan por cantar en inglés, perdiendo su esencia, y en vez de penalizarlos, se los premia dándoles más puntos. El caso es que nunca se nos va a valorar ninguna actuación de Eurovisión como merecemos.
Melody ha sido realmente una diva en el escenario y fuera de él. Puede estar orgullosa de su actuación: ha sido una digna representante de España. Pero si los votos olvidan la música, la fuerza de una actuación, la puesta en escena y la gran artista que hay detrás de todo eso, voy a tener que dar la razón a quienes dicen que los votos viajan por el mapa antes incluso de empezar a presentar Eurovisión.
Eso sí, hoy nos ha quedado algo muy claro: a pesar de no haber ganado Eurovisión, Melody ha dejado una huella imborrable en el público y en todos los que han compartido con ella algún momento de este camino.
Siempre nos acordaremos de su voz colándose en cada una de las entrevistas de los Goya, su momento de inglés con el representante noruego con quien compartía raíces andaluzas, y su inconfundible helicóptero.
Para España, Melody es ganadora, porque no hace falta un micrófono de cristal para brillar ni puntos en una tabla para ser reconocida. A una artista la elige el público, y nosotros ya hicimos nuestra elección.
Enhorabuena, Melody. No dejes nunca de brillar.