El agua cae en tromba. Golpea una y otra vez. En las últimas semanas hemos ido conociendo la geografía de Valencia a base de imágenes terribles, en las que hemos visto como el agua arrasaba todo lo que encontraba a su paso, calles, puentes, coches, negocios y personas, algunas de las cuales estaban en sus domicilios pensando que se encontraban a salvo, otras iban veloces a sus garajes sin saber que estos se iban a convertir en trampas mortales. En mis artículos siempre escribo sobre aquello que me inspira como, por ejemplo, la estación en la que nos encontramos, el otoño, que viene siempre acompañado de castañas, calabazas y bonitos paisajes ocres. Y de lluvias, esas que ahora dan miedo y hacen que la gente mire al cielo con temor esperando que pasen de largo.
Las gotas frías siempre han sido características del Mediterráneo. Llegaban en septiembre y te avisaban de que el verano se había terminado. Ahora los calurosos periodos estivales se alargan casi hasta el invierno. Son cálidos hasta el extremo y el mar, en consecuencia, se calienta. Sumergirte en sus aguas es como hacerlo en una marmita. Las gotas frías de antaño son ahora DANAS que descargan su furia sobre terrenos, a veces, muy urbanizados, cauces llenos de cañas y zonas muy pobladas. ¿Qué ha fallado en Valencia? Pues casi todo. Alarmas que llegan tarde, políticos que no se ponen de acuerdo sobre cómo actuar y que, además, no estaban donde tenían que estar cuando los pueblos se estaban inundando. Y un ejército que no terminó de llegar a la zona con su orden, maquinaria y disciplina. En su lugar, miles de voluntarios acudieron de manera espontánea a suplir, con grandes dosis de humanidad y de esfuerzo, los errores cometidos por las instituciones competentes.
Los medios de comunicación con su presencia ayudan a que no se les olvide, porque ya se sabe que lo que no sale en la prensa, no existe. Los ciudadanos de las poblaciones afectadas piden que no se vayan, y con razón, pero entiendo que el testigo se tiene que pasar necesariamente a las autoridades. Son ellos los que no deben olvidar lo sucedido y poner remedio para que no vuelva a pasar. Es inevitable que llueva, el cambio climático es un hecho. En este punto, aprovecho para decir que no me gusta que este se haya convertido arma arrojadiza, en algo que se discuta o se defienda en función de la ideología política de cada cual. Es ciencia. Y el Mediterráneo está cambiando, no solo está sucio y lleno de plásticos, es que su temperatura está por encima de lo que debería y el agua se evapora más de lo normal, cuando ese vapor choca con las corrientes frías de la atmósfera, se desencadenan auténticos diluvios como el de Valencia.
Otro tema es saber dónde están construidos estos pueblos, es decir, si están en zonas inundables o no. Si bien es cierto que el aumento demográfico hace necesarias más viviendas, no lo es menos que este trae consigo un incremento de las carreteras y, en definitiva, del hormigón, que termina por instalarse en zonas delicadas rodeadas de ríos y barrancos que alimentan la Albufera como es este caso.
Ante eso, ya no hay nada que se pueda hacer. Solo una actuación ágil y eficaz por parte de la Administración, autonómica y central, que ponga en marcha los protocolos de prevención de una manera rápida, puede paliar una catástrofe como la de Valencia. Por otro lado, la construcción de una presa que pare estos torrentes salvajes de agua no es algo que se deba pasar por alto. Aquí hay que escuchar a los técnicos, a los ingenieros, porque si el hombre es capaz de alterar un entorno ya de por sí complejo con construcciones, también está en disposición de tomar medidas que estén a la altura de la situación, es decir, con presas y canalizaciones que eviten que el agua inunde toda la zona. Esto puede volver a suceder. Las viviendas no se van a demoler, los habitantes seguirán en sus pueblos, por lo que las soluciones de ingeniería, aunque parezcan caras, salvarían vidas. Lo que pasa es que no son populares entre algunos sectores. Y no dan votos.
Finalmente, decir que la cantidad de agua ha sido excepcional, esos 700 u 800 litros por metro cuadrado son difícilmente soportables por ninguna ciudad o pueblo. El cambio climático puede explicar la ingente cantidad de agua caída, que siempre va por su camino, pero como decía, aquí nos hemos encontrado con un conjunto de errores: las construcciones en sitios inundables realizadas en los años del desrrollismo y una nefasta reacción política. Esta DANA ha dejado dos centenares de fallecidos, miles de personas sin casa, ni trabajo, ni coche y poblaciones anegadas que tardarán mucho tiempo en volver a la normalidad. Que este duro aprendizaje haga que no se repitan desgracias de tal magnitud, ya que estamos antes uno de los mayores desastres de nuestra historia. Y zonas inundables hay muchas en España...