10 de Noviembre de 2024
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El lactante mutante y otros monstruos
Afectados por la DANA sacan agua de sus casas

Tras falta de prevención, vino el desastre, la tragedia, el dolor, el abandono, la incompetencia, la descoordinación, el politiqueo, la desesperación y la indignación. Un cóctel explosivo que solo necesitó una visita institucional mal calculada y la presencia de oportunistas incendiarios para que explotara. A pesar de todo, esto último fue una catarsis popular de la que muchos y muchas deberían tomar buena nota.

Dejamos que cada cual ponga nombre propio a los responsables de cada uno de los sustantivos anteriormente citados que reflejan todo lo ocurrido con la Dana en la Comunidad valenciana.

Lo ocurrido en la gestión de la Dana en Valencia nos ha hecho recordar la gestión de los vertidos contaminantes de las minas de Aznalcollar y del Prestige y, como no, el aceite de Colza entre otros sucesos no naturales.

Soslayando el postureo, que lo hubo y mucho cerca y lejos de la zona del desastre natural, más que nada hay que valorar la solidaridad de un pueblo en el sentido más amplio de su expresión. En esa expresión solidaria no se encuentran ni las grandes fortunas, ni la banca, ni las multinacionales que operaban en la zona de la catástrofe, solo manos voluntarias dispuestas a ayudar a su prójimo. Muchos de los que se rasgan las vestiduras anunciando su solidaridad son los que se olvidan de la solidaridad cuando hacen lo indecible en no declarar lo que deberían en las declaraciones anuales de la renta o no piden facturas para no pagar el IVA. Pretender llevar un coche con productos de primera necesidad y llevarlo a la zona afectada desde una distancia de más de 1000 km, en gran parte, responde a ese postureo solidario, cuando lo más operativo es esperar a llenar un camión.

El ejemplo más paradigmático de la hipocresía más abyecta de una supuesta solidaridad es la comparecencia de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, que con lágrimas en los ojos manifestó estar abrumada por los efectos de la Dana y la situación de desamparo de miles de valencianos, estando dispuesta a colaborar en lo que haga falta. Sin embargo, olvida que muy cerca de donde vive, hay miles de madrileños viviendo en una situación calamitosa sin luz, sin agua corriente desde hace años y, no precisamente, originado por una catástrofe natural, en la Cañada Real. Y por supuesto, olvida las más de siete mil muertes de ancianos en las residencias de mayores madrileñas.

La expresión ampliamente escuchada de “solo el pueblo salva al pueblo” es tan cierta como necesaria y esa herramienta del pueblo para el pueblo, son los impuestos. Por eso, ahora sorprende que muchos de los que ahora exigen y con razón, que las administraciones respondan a las necesidades de los afectados, son los mismos que defienden que el dinero en el mejor sitio donde puede estar es en los bolsillos de los ciudadanos, caso de los neoliberales de pacotilla del PP y Vox.

En la Comunidad Autónoma de Valencia, al igual que en esas otras donde gobiernan, han llevado a cabo discrecionales rebajas de impuestos que, dicho sea de paso, suelen beneficiar siempre a los mismos y se niegan a que se mantengan los impuestos especiales a las grandes empresas energéticas, a la banca y a las grandes fortunas. Sobre todo a la banca y empresas energéticas que han publicado el ingente beneficio que han obtenido en el último ejercicio.

En este sentido, cabe resaltar el “magnánime” anuncio que ha hecho Ana Botín en nombre del Banco Santander de ofrecer préstamos a tipo cero solo y solamente solo a sus empleados afectados por la DANA. Una iniciativa que podrá beneficiar a poco más de un centenar de afectados. Este rácano ofrecimiento contrasta con ese otro dato ofrecido desde la misma entidad bancaria de que sus clientes están donando a un ritmo de dos millones de euros diarios. A la banquera no se le ha caído la cara de la vergüenza al hacer ambos anuncios.

La ayuda inmediata a los afectados y la reconstrucción de todos los pueblos afectados por la Dana necesitan y necesitarán una ingente inversión pública durante años para recuperar nimiamente una normalidad parecida a la de antes de la catástrofe natural. Los colegios, las carreteras, los puentes, las infraestructuras en general, las necesarias ayudas personales, a los autónomos, pequeñas y medianas empresas saldrán, como no puede ser de otra manera, de las arcas públicas, no esperemos gran cosa de la inversión privada.

 

No podemos olvidar y tener siempre presente que, si bien solo el pueblo salva al pueblo, siempre es desde lo público con la herramienta más eficaz que son los impuestos.

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