María José Pintor

De La Pepa a la Constitución del 78

07 de Diciembre de 2016
Actualizado el 02 de julio de 2024
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portada-constitucion-1812Dice mi santa madre que todo me emociona, pero fue ella quien me enseño a creer, soñar y a ilusionarme por las cosas que la vida nos regala cada día. Por eso, fue igual de especial para mí cuando ella misma me entregó un ejemplar, de esos que repartían, sobre la Constitución del 78 en mi etapa escolar, que cuando mi primo Josso, amante de la cultura y la historia, me hizo entrega de una auténtica joya de biblioteca histórica: un facsímil de la Constitución de 1812.Y como si del original se tratara –y en vez de en el Congreso de los diputados, que hoy tanta gente visita en el Aniversario de la Constitución Española, el auténtico y minúsculo librito estuviera en mi propio hogar- lo cuido, mimo y trato como si de una reliquia se tratara. Porque, en realidad, La Pepa, bien en su versión original, en un fantástico facsímil como el mío, o en un recorte del libro de historia donde por primera vez oí hablar de ella en el colegio, es eso: un tesoro histórico. Por lo que supuso, por supuesto, para el cambio del absolutismo  al liberalismo. Pero también, no nos engañemos, por su brevedad.Y esto es justo lo contrario de lo que está pasando con la Constitución del 78. Porque con sus luces y sombras, con su complejidad, elaborada por muchos de quienes durante años y décadas defendieron el franquismo, como por quienes sufrieron la persecución y el exilio, la Constitución digo, fue un ejemplo para la convivencia y el desarrollo de un país que en un único siglo, el XX, ha pasado por regímenes monárquicos, republicanos, por una cruenta Guerra Civil y una dictadura, hasta llegar a la democracia. Mérito tendrán los personajes que protagonizaron con nombres propios la historia de España del siglo XX, pero, especialmente, el logro es de una sociedad que supo recuperar su dignidad y libertad.Pero hoy, con profundo respeto pero sin sensibilidad por los nacionalismos de nuestro país, me temo que hacer inamovible la Constitución del 78 convertiría un ejemplo de avance político sin paragón en el mundo, a algo anticuado por inamovible. Corremos el riesgo de que nuestra  Constitución del 78, que con tantos fastos hoy conmemoramos en su 38 aniversario, se quede obsoleta.Que, con todos mis respetos, Alberto Garzón, Pablo Iglesias y los nacionalistas, no acudan al tradicional acto en el Congreso como gesto de desafío, logrando que se hable más de ellos que si hubieran ido, (hay que reconocer que están bien asesorados por sus expertos en Comunicación), no es lo importante.Pero sí es urgente volver a conseguir que nuestra Constitución nos represente a todas y todos. Que l@s estudiantes de hoy en día, cuando reciban en sus manos el ejemplar de la Constitución Española, se emocionen como yo lo hice con aquel gesto de mi madre.Cualquier constitución europea se ha modificado con naturalidad en los últimos 40 años una y  varias veces. La nuestra del 78 se redacta en un momento histórico complejo y de muy difícil elaboración.  Se trata de un documento de consenso que no descontentara a determinados sectores que pudieran resultar peligrosos. Por eso hoy, como ejemplo de Democracia, tenemos la asignatura pendiente de modificar la Constitución  en su punto más complejo y que más nos separa:  la organización territorial del Estado.Tenemos que crear un marco de convivencia que resulte inclusivo. La actual estructura del Estado es insatisfactoria para un porcentaje importante de la población española. Nos guste o no, ése es el reto. El  Gobierno y  sus socios o medio socios o lo que sean, como el PSOE y Ciudadanos, tienen la oportunidad histórica de hacerlo posible. Y para hacerlo posible hace falta el consenso de todos y cada uno de los grupos representados hoy en el Parlamento. También de los nacionalistas. ¡Es lo que hay! La Constitución del 78 no puede convertirse, por inamovible, en una reliquia  como lo es La Pepa para la historia de España. Ni para mi biblioteca, por mucho que me emocione.
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