Como definición estandarizada y normalizada, según la Real Academia de la Lengua Española un ciudadano o una ciudadana es aquella persona considerada miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes. Es decir, titular de derechos y obligaciones.
De esta manera, tal definición conlleva la connotación de no ser ciudadano/a si no se es miembro activo del Estado.
Entonces ¿Qué es ser miembro activo de un Estado? Podemos afirmar que ser miembro activo es algo relativo. Para la mayor parte de las personas, ser persona activa para el Estado consistiría en aportar riqueza cuantitativa (la derivada del trabajo asalariado, del pago de impuestos, de la aportación de activos humanos a la población...) y/o cualitativa (participación en movimientos ciudadanos, políticos, culturales...)
Y entonces ¿Podemos afirmar que se es sujeto pasivo si no se es activo? y si la respuesta es afirmativa ¿Podemos afirmar que una persona considerada pasiva no tiene obligaciones? Y si la respuesta continúa siendo afirmativa ¿Podemos afirmar que una persona considerada pasiva no tiene derechos?
Toda persona tiene claro que es sujeto de derechos, ya sean estos derechos internacionales o nacionales, véase los derechos recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la Constitución Española o en a Ley de Promoción de la Autonomía Personal y la Atención a las personas en situación de dependencia BOE-A-2006-21990 Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia.
Podemos seguir la reflexión añadiendo, que en el ejercicio de nuestra ciudadanía, cuando dejamos de ser personas activas laboralmente, pasamos a ser consideradas pasivas (o al menos en parte) ¿Y sabéis qué es lo peor de esta afirmación? Que nos la podamos llegar a creer, y que “pasado nuestro tiempo activo formalmente hablando” debamos asumir que nuestro papel pasivo en obligaciones y derechos ha llegado. Y mientras, la sobreprotección y el paternalismo nos acunan invisibilizándonos.
Y considero que aquí hemos llegado al centro de la cuestión, la sobreprotección, el paternalismo y la invisibilización asociada. Tres conceptos perfectamente recogidos en la “Guía de orientación para personas mayores en situación de fragilidad o dependencia” realizada por Loles Díaz y Mar Maiquides de la Fundación Pilares.
El paternalismo y la infantilización, utilizan un sistema jerárquico de autoridad que con el objetivo de amparar, defender y favorecer producen el efecto contrario, anulando a la persona. Y es ese paternalismo y esa infantilización a diferentes niveles lo que nos hace pasivos, sin valor, carentes de obligaciones y en consecuencia de derechos.
El envejecimiento activo y saludable es una cuestión de derechos y deberes, y como sociedad no debemos asumir que envejecer en sí mismo es una patología, aunque existan ciertos deterioros tanto cognitivos como físicos asociados al envejecimiento. Envejecer es una condición del ser humano, y como condición necesita de ciertas consideraciones adaptativas para el desarrollo vital, consideraciones que de no ser tenidas en cuenta hacen que caigamos en un tipo de discriminación, el edadismo.
El edadismo
El edadismo es una forma discriminatoria de pensar, sentir y actuar por razón de la edad. Actuamos desde el edadismo cuando prejuzgamos, estereotipamos y discriminamos a cualquier persona por el simple hecho de ser mayor, y además debemos recordar que en el caso de las mujeres mayores esta situación se ve agravada por una doble discriminación, la sufrida por edadismo y machismo, es decir por edad y por género.
Según la OMS en Envejecimiento : edadismo, el edadismo es ejercido por la mitad de la población mundial, cambia tanto el concepto social de “persona mayor” como el autoconcepto de las personas mayores, limita los autocuidados en la vejez y llega a afectar a la salud, el bienestar y a la longevidad, asociándose a una muerte prematura al reducir casi en 7,5 años la esperanza de vida de las personas mayores.
Y ante todo ello la OMS pone encima de la mesa un plan de acción denominado la Década de Envejecimiento Saludable 2020-2030 con tres estrategias fundamentales para reducir o eliminar el edadismo: Estrategias políticas y legislativas, educativas e intervenciones intergeneracionales. Estrategias ya anexadas a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Y para hacernos una ligera idea de cuáles son los derechos menoscabados a los que nos referimos, según un estudio realizado por la Fundación Pilares los principales derechos de las personas mayores (y yo añadiría deberes) que no se respetan diariamente por edadismo son aquellos que hacen referencia a ser tratada como una persona adulta; a recibir buen trato; a tomar las propias decisiones y a responsabilizarse de ellas asumiendo ciertos riesgos; a participar en las decisiones que tienen que ver con el propio cuidado; a recibir una atención sanitaria y social de calidad; a elegir dónde, cómo y con quién se quiere vivir; a entrar y salir libremente de la residencia o de su domicilio y desplazarse; a mantenerse activa y a no ser considerada una persona dependiente para todo y en todas las situaciones; al honor, a la intimidad, a la privacidad y a una imagen personal adecuada a su realidad; a la afectividad y sexualidad; a controlar los propios bienes; a disponer de un entorno accesible; a recibir información sobre las cuestiones que influyen directamente en su vida cotidiana; a participar en todos los ámbitos posibles en la sociedad de la que sigue formando parte; a la vida cultural y social; y a mantener relaciones sociales.
Y después de leer esta larga lista de derechos, que son los que menos se respetan, y que por desgracia no quiere decir que sean los únicos que no se respetan, debemos sin lugar a dudas no quedarnos impasibles, pues somos nosotras, las personas autocatalogadas y autoconsideradas “primer mundo social”, las principales responsables de esta discriminación hacia las personas mayores. Personas que necesitan urgentemente un cambio hacia una sociedad más justa y no discriminatoria, y ese cambio querida amiga y amigo no es pasivo y con independencia de la edad que tengamos, por obligación, nos espera para producirse.