Julián Arroyo Pomeda

Debemos mucho a Allende

27 de Septiembre de 2020
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Allende

Fue precisamente en este mes de septiembre. Era un martes 11 del año 1973, cuando militares traidores golpearon al Estado chileno, representado por su presidente electo, Salvador Allende: “las semillas no podrá ser segadas definitivamente”, porque la historia “la hacen los pueblos” y mediante ella “se abrirán las grandes alamedas por donde pase el aire libre para construir una sociedad mejor”. Así se despedía el presidente de su pueblo en el que sería su último discurso.

Después llegó la gran represión con sangre, luchas, muertes, heridos, apaleados, torturados, junto con la persecución con plomo generoso contra cualquiera que se atreviera a moverse en la calle mojada. Los policías (Carabineros) estaban en guerra contra el pueblo, violentándolo y apagándolo con gases lacrimógenos, que más tarde terminaría manteniendo la política neoliberal de aumento de tarifas en servicios públicos y privatización de la educación y la salud. Mientras los salarios bajan más para el 50% de la población, que solo accede al 2% de la riqueza, ya que un 2% controla el 26,5% del capital.

Ahora Piñero, el multimillonario presidente actual de Chile sigue en confrontación con su pueblo, que le pide la renuncia, aunque él se niega. Los efectos de sus políticas neoliberales recaen siempre en los mismos, solo que en este caso los militares parece que las respaldan unánimemente.

El golpe del 73 atacó directamente a la democracia. Allende contaba con el respaldo del pueblo, pero quiso establecer la vía chilena al socialismo sin imponerlo con las armas, sino con objetivos políticos que reformaran las grandes instituciones del Estado. No se lo consintieron, alegando que afianzaría el marxismo y el comunismo en América Latina. Unidad Popular trabajó en esta línea, que fue truncada por el militarismo. El presidente Allende no se arredró y luchó hasta el final por sus derechos hasta morir en el intento. ¿Qué derecho tiene la fuerza militar, aliada con las fuerzas de la derecha, a imponer su propia dictadura para que los oprimidos sigan con la esclavitud y para que no acabe la pobreza y las desigualdades?

El enfrentamiento se produce en el último tercio del siglo XX, sin que la cultura democrática mundial sea capaz de reaccionar para mantener al Estado legítimo, surgido de las urnas. ¿Qué pasa entonces con el régimen democrático? Parece que solo puede sobrevivir cuando se somete a los poderes tradicionales opresivos. ¿Qué clase de democracia es una democracia sometida? ¿Para qué sirve votar? Los Derechos Humanos fueron humillados y vilipendiados como nunca.

También habría que preguntar cuál es el papel del ejército en la democracia. Ellos juraron la Constitución y un juramento es algo demasiado serio para la dignidad militar. De pronto traicionaron el juramento y se alzaron en la rebelión para someter a la ciudadanía con todos los recursos posibles y sin temor a las leyes, porque estaban avalados por jefes autoritarios, que implantarían una nueva Constitución, salvando así su actuación completa. La totalidad de muertes y represiones se explican en función del estado de guerra en que se encuentra el país. Ellos, como garantía del orden y ante el temor de una guerra civil, pidieron al presidente legítimo que renunciara, aunque no lo consiguieron. Tal desobediencia produjo el enfrentamiento cruento, que la policía política (DINA) se encargaría de ejecutar.

La salida del presidente legítimo fue apelar a la lealtad del pueblo, sin rendirse a los usurpadores. Murió con la cabeza alta, después de conseguir que pudieran salir libres quienes se encontraban con él en el Palacio de la Moneda. Sólo se quedaron unos pocos leales. No dio a los militares la satisfacción de que pudieran arrestarlo y asesinarlo poco después. Él mismo se produjo la muerte, proclamando fidelidad a sus ideales. Así se realizó como un hombre libre, actuando hasta el final para salvarse, inmolándose voluntariamente.

Nadie duda de que el apoyo vergonzoso de Norteamérica impulsara la operación. La cuna del pueblo que proclama la libertad y la defiende condenó a muerte a quien quiso liberar al pueblo, estableciendo justicia, redistribución de riquezas y autonomía de vida. El guardián del universo se retrató sobre lo que era, despojándose de las apariencias y de la publicidad propagandista. Se impuso para que a otros les sirviera de ejemplo, porque no querían una América Latina libre y con una economía propia de la que poder vivir. Así ha actuado siempre Norteamérica, en forma de Imperio.

Llama igualmente la atención la pasividad del resto de países del mundo. Todos se sometieron a los hechos y miraron para otro lado, que enseguida cambió con la llegada de la dictadura militar. ¿Quién no recuerda el caluroso recibimiento de M. Thatcher a Pinochet en Londres, en 1998? Hasta proclamó que Pinochet había devuelto la democracia a Chile. Qué cinismo tan cruel y todo por intereses propios, ya que el dictador los ayudó en las Malvinas. Acusó, en cambio, a España de planificar un juicio-espectáculo contra Pinochet con el asesoramiento de un grupo de marxistas. Los británicos tenían con él “una gran deuda”, por lo Thatcher armó al asesino de tantos chilenos. Qué razón tenía Nietzsche: “no hay hechos, sólo interpretaciones.

Solo mil días gobernó Allende, quien defendió la democracia con su misma vida. Démosle hoy un merecido homenaje.

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