Nos llegan noticias a través del DIARIO DE SEVILLA sobre las vicisitudes que sufren principalmente los moradores cercanos al Parque Huerta del Perejil ubicado en el distrito Norte de la capital, soportado la presencia de robustos y descarados roedores, considerados en número y tamaño como elementos “non gratos”, a los cuales, viandantes deben sortear a su paso, además de los riesgos sanitarios que conllevan.
Colonizan, y acampan a sus anchas, porque como cualquier animal prefieren tener su madriguera en un lugar seguro y cómodo para las crías, ¡Vamos, como si estuvieran hospedadas en el afamado Hotel Alfonso XIII de mi admirada Sevilla!, es decir,lugar dónde el alimento esté garantizado, extremando vigilancias respecto a los contenedores de residuos, permaneciendo cerrados y herméticos.
Las reclamaciones proliferan ante las autoridades, con una medida preliminar de acotar y cerrar la zona a un animal extremadamente inteligente y extremadamente numeroso, ante los cuales deberán redobla esfuerzos ante tamaña proliferación de roedores acampando a sus anchas.
Las circunstancias climatológicas acompañan a tal situación, pero la respuesta consistiría también en prestar atención exhaustiva a las alcantarillas, arquetas, desagües, etc.
España dispone de muchas ciudades con abundancia de este espécimen. tanto en cantidad como en tamaños, y algunos de sus ciudadanos en ocasiones han contactado con el Autor, desde un punto de vista metafórico, intentando llamar la atención a través de los Medios Informativos, y por supuesto, del Consistorio sobre la solución a sus problemas.
Uno de ellos, consiste como llamada de atención en remontarnos a través de la fábula de los Hermanos Grimm, fórmula, en la que supuestamente millares de ratas perecieron en los ríos cercanos a las ciudades alemanas infectadas en los años 1.200-1.300.
Indudablemente, en el siglo XXI, medioambientalmente, el Río Guadalquivir quedaría descartado.
Y es que la famosa fábula de EL FLAUTISTA DE HAMELÍN, refiere, que los habitantes de un pueblo alemán pactaron con un desconocido visitante, que éste, mediante entonación de su flauta mágica, conduciría a los miles de roedores existentes, hasta el río Weser, donde perecerían ahogados.
Pero surgió la mala fe habitual dentro de la condición humana en los habitantes del pueblo y viéndose salvados de la terrible plaga, decidieron no cumplir con su parte en el pacto acordado, es decir, pagar una recompensa al desconocido visitante
Este, ni corto ni perezoso, comenzó de nuevo a entonar con su flauta dulces melodías atrayendo a centenares de niños, los cuales siguieron al flautista al compás de la música hasta el interior de una cueva donde posiblemente escenificaría la extraña venganza de la fábula, consistente en la desaparición de estos.
Existe otra versión de aquel pasaje de Esteban Echeverría, introductor del Romanticismo en Argentina, perteneciente a la denominada Generación del 37, formada en Francia, que se trasladaba por el arte de la imaginación, al lugar de los hechos:
Cuentan, qué al oírse desaforados gritos de las últimas ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas, se reanimaron, tras oír la noticia de que los turistas habían vuelto a la ciudad y con ellos, los restos que dejan tras de sí, echando a correr tentadas al conocer que volvían a aquellos lugares de Sevilla la acostumbrada alegría y algazara, precursoras de la abundancia………
Moraleja: La avaricia y el egoísmo solo traen terribles consecuencias, salvo atinada actuación de los responsables.