La Comisión de Deontología Médica publicó, en 1984, una Declaración titulada "Principios sobre la libertad de prescripción". Son muchos los cambios que desde entonces se han producido en la profesión médica y en la sociedad, sobre todo con los últimos “acontecimientos” que estamos viviendo. Y aunque recientemente se ha publicado otro código deontológico en 2022, he preferido remitirme a este otro de 1984 porque me parece mucho más “ético” por la libertad de elección-decisión tanto para el médico como para el paciente que refleja, y que al fin y al cabo son los que aquí importan, no lo olvidemos, sin primar los intereses crematísticos de por medio como ocurre con todo lo rodea a las farmacéuticas, y lo que es peor, y que ya llevamos un tiempo experimentando: sin intentar doblegar y manipular al antojo de cuatro a una sociedad, a todo un planeta como se está haciendo si no lo paramos.
Y es que creo que últimamente se está olvidando un poco lo que es verdaderamente esencial de la profesión médica que es AYUDAR A LA PERSONA QUE LO NECESITA y, a mi modo de ver, “ se está perdiendo el Norte” con los últimos “acontecimientos mundiales” Por ello opino que la citada Declaración se conserva esencialmente válida y oportuna y más acorde a lo que yo entiendo que es esta profesión que la de 2022 que “se han sacado ahora de la manga” donde desde mi humilde opinión, pierde mucho peso lo esencial de lo que debe ser el acto médico.
El médico, cualquiera que sea la modalidad en que ejerce la profesión, en el sector público o privado, debe disfrutar de la necesaria independencia para atender a los pacientes que se confían a sus cuidados y, en concreto, para elaborar sus diagnósticos y prescribir sus tratamientos. El primer compromiso ético del médico consiste en prestar a sus pacientes, y con el consentimiento de estos, el mejor servicio de que sea capaz, tal como lo dictan la ética profesional y el buen juicio clínico.
En la Medicina, la libertad, la responsabilidad y la competencia, no sólo están más estrechamente imbricadas que en el pasado, sino que se enfrentan a cuestiones científicas, socio-laborales, económicas y deontológicas mucho más complejas.
Por un lado, el saber médico se ha hecho más objetivo y demostrable. Por otro, los pacientes quieren que el médico que les atienda no sólo sea libre para tomar las decisiones que más les convengan; lo quieren también responsable y que dé cuenta de su actuación cuando así se le pida, y la justifique como razonable y conforme con el arte médico del momento.
El médico ha de actuar conforme a una noción actual de libertad de prescripción, libertad que consiste hoy en la capacidad del médico de elegir, entre las intervenciones disponibles, la que más conviene a su paciente, tras haber sopesado su validez y utilidad; de haber decidido, atendiendo a criterios de seguridad y eficacia, la más idónea y adecuada a la circunstancia clínica concreta de su paciente y de haber obtenido de éste el necesario consentimiento. Son, por fortuna, cada día más abundantes, accesibles y precisos los instrumentos en los que el médico puede fundar sus decisiones y estos instrumentos no son fórmulas dogmáticas, obligadas y permanentes, sino guías clínicas, flexibles y temporales, sobre los modos más recomendables de actuar en determinadas situaciones clínicas.
No son conformes a la ética médica los pactos, contratos o reglamentos que restrinjan la legítima libertadde decisión del médico o que le impongan, por coerción o premio, conductas que el médico encuentra injustificadas según su criterio profesional fundado.
Como proclama la Declaración de Lisboa de la Asociación Médica Mundial sobre los derechos de los pacientes: "El paciente tiene derecho a ser tratado por un médico del que le consta que puede tomar sus decisiones clínicas y éticas libremente y sin interferencias externas". A ningún paciente se le puede negar el derecho de ser atendido por un médico competente, concienzudo y libre.
No lo olvidemos!