Después de la Segunda Guerra Mundial, se constituyeron dos bloques antagónicos compuestos por Estados Unidos y la Unión Soviética. La tensión entre ambos era evidente en lo que se llegó a denominar “Guerra Fría”. Esta permaneció hasta que se produjo el hecho sorpresivo e imprevisible de la Caída del Muro de Berlín, ocurrido el 9 de noviembre de 1989. Ese acontecimiento histórico posibilitó la reunificación de Alemania.
Posteriormente el 26 de diciembre de 1991, se disolvió la URSS y el Pacto de Varsovia que militarmente la sustentaba. Ese hubiera sido el momento propicio para que, Estados Unidos hubiera hecho lo mismo con su OTAN y así, tendríamos un mundo mucho menos tenso y sin tanto peligro. Sin embargo, desde ese entonces ha venido haciendo justo lo contrario y, se ha dedicado a expansionarla cada vez más, hasta el extremo de, en la actualidad, contar con 544 bases y emplazamientos militares distribuidos por todo el planeta.
Su afán expansionista ha pretendido llevarlo a Ucrania, país fronterizo con Rusia que viendo amenazada su seguridad e integridad, se ha opuesto a que esa referida pretensión se haga realidad. Exactamente lo mismo que haría EE.UU., si Rusia o China pretendieran implantar sus bases militares en las fronteras que le delimita con Canadá o México.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos para evitar que la socialdemocracia no hiciera causa común con la Unión Soviética, se dedicó a apoyarle en sus reivindicaciones, siendo de las más importantes lograr el Estado del Bienestar. Estuvieron al frente de su consecución los lideres Olof Palme por Suecia, Francois Mitterrand por Francia, Bruno Kreisky por Austria y Willy Brand por Alemania.
Este ejemplo, ha sido todo lo contrario al soportado por la II Republica que, estando legalmente constituida y habiendo sido derrotada, por un vil y burdo golpe de Estado protagonizado, por el genocida y fascista general Francisco Franco, se esperaba iba a tener los apoyos de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero estos países traicionaron a la república española, con el lamentable, injusto e irracional argumento de que ésta podría estar en sintonía con el régimen comunista implantando en la URSS.
Pero en cuanto se produjo la disolución de la Unión Soviética, con total impunidad el neoliberalismo ha venido haciendo de las suyas, poniendo en cuestión lo conseguido por la socialdemocracia. En este sentido, estuvieron como principales protagonistas los gobiernos estadounidenses y británicos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher respectivamente.
El caso es que, hemos llegado a la actualidad, con el desmantelamiento y prácticamente inexistencia de la que aún se sigue denominando “socialdemocracia”, pero como se ha venido comprobando, ese ideario ha sido “tirado por la borda”. De ahí, el cada vez mayor arraigo e implantación de la reaccionaria derecha extrema y, fascista extrema derecha por todo el mundo y en nuestro país no es una excepción. Se puede demostrar con las mayorías de las instituciones: Senado, comunidades autónomas, diputaciones, cabildos y ayuntamientos, gobernadas por el Partido Popular con mayoría absoluta, o con el apoyo de Vox.