Hoy, sentado en el salón de mi casa de Madrid (no tengo más que esa y no es mía, pero es el lugar donde suspiro, río, lloro, invento, imagino, sufro, disfruto, defeco... es mi casa), pues eso, sentado en mi casa, viendo llover.
Cuando llueve parece que toque pensar, yo he salido a hablar por teléfono, me gusta hablar por teléfono mientras paseo por Madrid, y me ha sorprendido la lluvia, bienvenida, he seguido hablando por teléfono, dejando que el agua me invadiera, no intentando esconderme, aceptando lo que caía del cielo como algo natural y necesario... esto no se puede hacer en países en guerra, allí nada de lo que cae del cielo se parece al agua.
Es curioso observar a los demás cuando llueve, en el fondo los demás somos nosotros cuando no somos conscientes de que nos miran, unos escondemos la cabeza entre los hombros esperando que el agua no se meta por dentro de la ropa, otros nos tapamos la cabeza con un periódico (para algo sirven, aparte de abrir ventanas al mundo, previamente seleccionadas claro), algunos llevan su paraguas (previsores ellos), otros, los menos, se dejan mojar... hoy lo he hecho.
Dejarse mojar es casi un acto de rebeldía infantil, ninguna madre deja hacer eso a su hijo, entre otras cosas porque después, cuando estamos enfermos, de niños, somos muy pesados, aparte de que, resfriados, no vamos al cole, y eso es fatídico para las madres.
Dejarse mojar es dejarse acariciar por las cosas del mundo, es sentir en el propio cuerpo el cambio del tiempo, la sed de las plantas, la forma en que la tierra seca bebe y agradece esa lluvia.
Dejarse mojar es disfrutar antes de que llegue, de esa toalla seca y acogedora que te espera en casa, esas zapatillas y ese potaje de jengibre, miel y limón que te recomiendan tus amigos "naturistas". Y que tú te tomas porque no es caro y puede que funcione...
Dejarse mojar es ser minoría entre los que corren a esconderse, ser mirado sin interés, o con curiosidad, a veces ser mirado, porqué no, con un poco de envidia.
Y no solo puede uno dejarse mojar por la lluvia, la vida me recuerda continuamente que la evolución y la capacidad de sorprenderme y reaceptarme me llevarán joven hasta la tumba... la adolescencia es un estado muy difícil de mantener, se pierde con la edad... pero desde mis sesenta y dos tavos, y comportándome como un adolescente en muchos momentos, puedo ser más consciente de muchas cosas, y en lo que se refiere a dejarse mojar, también... y voy a hablar de mujeres.
Porque dejarse mojar también es sumergirse en mundos donde los sentidos carecen de dueño y se disfrutan compartiéndolos.
Dejarse mojar es entrar, compartir poseer... provocar, avivar, encender.
Dejarse mojar es aceptar que no es ni tuyo ni mío, es nuestro...
Dejarse mojar es olvidar el sexo y descubrir el amor, es querer dar más sabiendo que recibirás más... y mejor.
Dejarse mojar es hablar sin palabras, es querer sin flores, es olvidar reglas y tachar etiquetas.
Dejarse mojar es... qué diantres! Es vivir!
Dejarse mojar es recordar que hay muchas cosas en la vida, que están muy mal vistas, porque no todos son lo bastante libres como para hacerlas, desearlas, disfrutarlas o confesarlas, y prefieren prohibirlas.
Bueno, yo sé lo que me digo... no solo yo, pero esa... es otra historia.