25 de Febrero de 2019
Guardar
del dicho al hecho, promesas
A veces cuesta mantener la palabra dada, y cumplir lo que hemos dicho que íbamos a hacer o a decir, pero es esencial que haya la mayor coherencia posible entre nuestro pensar, nuestro sentir y nuestro actuar, porque de esta manera nos respetaremos más a nosotros mismos y los demás harán otro tanto.Vemos como frecuentemente se incumplen las promesas políticas, y esto lleva al descrédito y a la falta de veracidad y por lo tanto de confianza en quien nos ha desilusionado. Es cierto que somos humanos, y por múltiples circunstancias pueden ocurrir incidentes y accidentes que nos hagan imposible cumplir nuestra promesa, en esos casos hay que explicarse muy bien, y pedir disculpas haciendo ver que nuestra voluntad era hacer honor a la palabra dada.Las zonas más civilizadas del planeta se caracterizan por su seriedad. Tanto para hacer las cosas bien, lo que les lleva a ser industriosos y a tener éxito en sus negocios y actividades de todo tipo, como en sus relaciones. Ya que sin la capacidad de ser fiel a los pactos no hay confianza, y donde no la hay es difícil colaborar a no ser que sea mediante la coacción, y esta se puede ejercer por un tiempo limitado, ya que el presionado antes o después se rebela.Es prudente no dar seguridad cuando no se tiene, debemos ser ya lo suficientemente adultos como para no necesitar a unas figuras de autoridad paternalistas que nos aseguren que todo va a ir bien, cuando es incierto que vaya a ser así. Tampoco debemos hacerlo nosotros con nuestras parejas e incluso hijos, siempre es mejor la verdad.Del dicho al hecho a veces hay un largo trecho, y la vida está llena de vicisitudes inesperadas, pero siempre es mejor el camino recto que del ventajista, del que intenta aprovechar una oportunidad a corto plazo sin darse cuenta de que a la larga se estará metiendo en un pozo del que le costará salir.A veces las emociones y la pasión nos llevan a prometer el cielo, la luna y las estrellas, pero cuando ha pasado esa oleada emocional es bueno explicar al que se le hizo la oferta del por qué de ella, y rebajar las expectativas.Hay muchas personas desilusionadas que ya no esperan nada, pero vivir así es triste, es lógico esperanzarse ante una posibilidad alentadora y de crecimiento y temer las de signo contrario, lo otro es ser menos humano y más robot, pero las desilusiones que han sufrido unas veces se las han provocado ellos mismos, y otras, personas con mala intención, que al final son víctimas de sus propios engaños y tendencia a crear falsas expectativas.No obstante hay que seguir adelante en la vida con un espíritu positivo, lo más pacífico y alegre posible, a pesar de los desengaños y frustraciones, porque es peor estar amargado y escéptico ante las bondades de la vida. Ir del dicho al hecho supone un esfuerzo, y no siempre el camino es seguro ni previsibles los obstáculos ni los apoyos, y en muchas ocasiones tampoco el resultado, pero intentemos ser veraces, con los conocidos y los menos conocidos, no tratemos de utilizar a los demás, porque llegará un momento en que nos utilizaran a nosotros y nos sentiremos mal. La manipulación del prójimo a través del falso halago y de la afectividad sin autenticidad trae funestas consecuencias. Eso no significa que hayamos de ser secos, hoscos y ariscos, sino que realmente haya coherencia entre nuestro pensar, sentir y decir.La valoración positiva por parte de alguien que sabemos que le gusta ser autentico ha de ser considerada una medalla, y hacernos sentir valiosos para esa persona. Si se produce por parte de alguien que sabemos que está habituado a “regalarle el oído” a los demás, sabemos que va a ser respondida con indiferencia en el mejor de los casos.Como en otras tantas cosas de la vida, en el punto medio está la virtud, no es fácil de lograr y de ejercitar, pero las cosechas que se obtienen sembrando con ella en el corazón de los demás son abundantes y duraderas.
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