Jesús Ausín

Democracia lobista

17 de Junio de 2024
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Abstención europeas

El barco había salido de puerto hacía un tiempo. Cuando se entregaron las tarjetas de embarque, sólo había una condición: todos los pasajeros serían iguales. Había quién sufragaba el pasaje mediante los trabajos en el barco, es decir, como tripulación, quién había pagado un boleto con el que tenía derecho a cama y traslado y quién ejercería responsabilidades para el buen funcionamiento a bordo. El capitán sería elegido indirectamente entre los oficiales que a su vez, habrían sido elegidos por los pasajeros.

Pronto surgieron los primeros problemas. Los tripulantes de pago, no sólo no trabajaban dentro del barco, sino que además, exigían que el resto les sirviera. Y lo hacían con exigencias despóticas y con malos modos. Al poco de partir, ya en altamar, hubo quién decidió no cumplir con el pacto. En el contrato estaba escrito que la tripulación limpiaría, haría labores de cocina, de zafarrancho, pero en ningún punto se hablaba de hacer de camareros, mayordomos o criados de los que habían pagado el billete. El capitán, reunió a la tripulación y acordó que según las indicaciones del viaje, nadie tenía poder de mando sobre los pasajeros o la tripulación salvo él. No admitiría ni motines, ni mucho menos servilismos. Así que todo el mundo a sus quehaceres según lo pactado y aquí no había pasado nada.

Pero los de pago no se contentaban. Ellos querían un viaje de placer, no simplemente un lugar en el que pernoctar y aburrirse. Así que, comenzaron a montar fiestas. Para ello, buscaron entre la tripulación quién quisiera servirles, eso sí, pagándoles un extra. El capitán, que vio como en las dos primeras semanas ya habían acabado con el 20 % de las reservas de comestibles, y lo que es peor, la mayoría habían ido a la basura malgastadas, empezó a mirar con malos ojos esas actividades. Los primeros tripulantes, que se habían negado a ejercer de camareros, eran ahora los que exigían que las fiestas continuaran, atraídos por los incentivos económicos y por la promesa de que, si trabajaban duro, acabarían siendo partícipes de los jolgorios. Así, escogieron al más vago, al más protestas y lo incluyeron como pasajero con derecho a asistir a las actividades lúdicas con pleno poder. Eso atrajo a más simpatizantes de las fiestas que además aumentaron la oferta de mano de obra como camareros y sirvientes lo que a su vez hizo que ahora, los pasajeros que montaban las farras, pagasen menos por ser servidos.

Como el capitán se volvió un incordio, los de las fiestas exigieron una nueva votación para elegir al equipo de mando con el fin de sustituirlo. Ahora, los partidarios de la bulla habían crecido por las ganancias extras en las juergas y con la esperanza de ser uno de los juerguistas. El mandato del capitán no había llegado a su fin y sin embargo, asolado por las constantes protestas de la tripulación, acabó accediendo a celebrar elecciones. Por supuesto, las perdió y fue relevado del mando, poniendo en sustitución a uno de los tripulantes al que, de nuevo, habían aupado como poseedor de la tarjeta oro que daba acceso al salón principal del barco donde ahora se celebraban las jaranas privadas.

Al poco tiempo de cambiar al capitán, el despensero dio la voz de alarma. La despensa estaba por la mitad y al ritmo que se gastaban las viandas, el barco no llegaría a puerto de destino. El nuevo capitán hizo caso omiso. Una semana después, cuando se acabó el whisky, tomó la opción de comenzar a racionar la comida pero para el pasaje. Los de las fiestas, seguían celebrando como si nada estuviera pasando.

Ahora, con las raciones restringidas, los pagos por servicios mermaron aún más porque había quién se lo quitaba de lo suyo para vender a precio de oro en el mercado negro, lo que a su vez, ofertaba más voluntarios para ejercer de camareros y sirvientes con el fin de poder obtener algo de dinero con lo que completar la dieta. Así empezaron las desafecciones, las huelgas encubiertas de los trabajos de limpieza y zafarrancho del barco y los escaqueos de la tripulación. Los jóvenes, que veían como ya era imposible llegar a puerto, comenzaron a dejar de acudir al trabajo, vagando por los pasillos mientras hacían como que trabajaban en la limpieza.

De ahí salieron los primeros antisistema de la tripulación. Gentes que preconizaban el asalto al mando, tirar por la borda a los que no trabajaban para ahorrar comida y acabar con la privacidad de las fiestas, abriéndolas a todos.

Los juerguistas, y sobre todo los que les apoyaban se llevaron las manos a la cabeza. Tirar a la gente por la borda, impediría la limpieza del barco y las ratas y la mugre acabarían enfermando a los pasajeros que morirían.

Había que hacer algo. Todos pensaron en nuevas elecciones y unir a los partidarios del antiguo capitán para que pusiera orden. Pero ninguno quería acabar con la jarana, con el consumo desmedido de viandas que acababan intactas en el mar. Ninguno proponía acabar con los criados, con los servicios de camarero ni con las clases que se habían establecido de facto en el barco. Todos querían seguir con el estatus que creían tener aunque eso supusiera más racionamiento, más sufrimiento y más enfermedad. El capitán, propuso pedir ayuda a un barco que se encontraba a dos días de distancia. Le pedirían que les prestaran viandas y que las pagasen con sus servicios los que se negaban a trabajar en el barco asqueados por la falta de futuro. Pero estos no iban a dejarse explotar ni en su barco ni en otro.

Una tarde, de mar picada, con los mandos de la tripulación totalmente borrachos, los pasajeros aplaudiendo la fiesta, el barco acabó chocando contra un islote que figuraba en todos los mapas pero que el capitán y los mandos desconocían por no saber leer cartas náuticas. El barco se hundió tres horas después.

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Democracia lobista

Tras la celebración de ese paripé que han venido a llamar parlamento europeo, pero que más bien deberían llamar club de los elegidos para vivir del cuento cinco años, todos los análisis se han centrado en el ascenso del fascismo, pero no en la clave principal: la abstención.

Elegir a una serie de señores para un supuesto parlamento que no tiene funciones legislativas, que no elige al gobierno de la Unión y que no representan a los electores sino que están obligados a inscribirse dentro de un grupo que dirige un líder que es el que da las instrucciones según los intereses del lobby de turno, es cualquier cosa menos un parlamento y menos democrático.

Con un 48,92 % de electores que no han ido a votar asqueados por el paripé (la mitad de los electores), con países como Croacia o Lituania dónde no se ha llegado ni al 30 % de la participación, Portugal o Letonia o Chequia dónde no se alcanzó ni el 40 % de participación o Polonia, Grecia o Finlandia rozando el 41 % de participación, dar por buenas las elecciones debería sonrojar a cualquier demócrata decente. Y sin embargo ahí están sacando pecho como si fueran los elegidos. Ahí están los de Feijoo a los que han votado 1,7 de cada 10 españoles diciendo que ha ganado las elecciones. Ahí están, los de Pedro Sánchez, al que han votado 1,5 de cada 10 electores españoles diciendo que tiene respaldo suficiente. Ahí están todos sacando pecho cuando más de la mitad de los electores (el 51 %) no hemos tenido ninguna razón para acudir al paripé.

Cuando los supuestos partidos de izquierdas llevan desde 1980 asumiendo todos los mantras de la derecha, legalizando la corrupción generalizada, subvirtiendo los servicios públicos, destruyendo la sanidad y la educación pública, recortando los derechos de los trabajadores, denigrando sus condiciones laborales hasta asimilarlos a los esclavos o los siervos de la edad media, cuando se repiten una y otra vez los mantras del hijoputismo como solución que sin embargo cada vez nos involucionan más y más, cuando quiénes deberían estar en contra de un sistema que oprime, crea pobreza, desigualdad y desafección son los que mantienen ese sistema, lo que están propiciando es que ese discurso antisistema sea ocupado por quiénes estando dentro del sistema, pretenden que este sea aún más injusto, más insolidario y más violento: la extrema derecha. Si siendo oveja, actúas como un perro, ladras como un perro y muerdes como un perro, no te debes extrañar de que tus compañeras se vayan con los lobos que se visten con pieles de cordero.

Si hemos llegado hasta el punto de que la despensa, que es la tierra, está al límite y algunos siguen consumiendo como si todo fuera infinito, si, para que la economía de USA no entre en bancarrota, los gobernantes de la UE están arruinando a sus ciudadanos alimentando guerras absurdas (por ejemplo,pidiendo un préstamo que USA usará como quiera en Ucrania pero que pagará la UE) si apoyas a un país que está cometiendo genocidio y que se ha saltado todas las normas internacionales a la torera, si apoyas un turismo de rapiña que está dejando sin vivienda a los autóctonos, si apoyas y permites la especulación con bienes de primera necesidad que suben los precios y sin embargo estás permitiendo los abusos de los patronos, sus evasiones fiscales, si para guardar el orden tienes que hacer abuso de la violencia policial, luego no te preguntes por qué la gente se decide por votar a un engendro fascista cuyo único programa es la mentira de sortear su salario entre sus seguidores. Si no quieres fascistas, no los apoyes, no actúes como ellos y no los blanquees.

Muchos, no hemos acudido a votar, ni lo haremos más mientras no haya alguien cuyo fin principal sea salirse de la UE, de la OTAN, acabar con el gasto militar, estar en contra de cualquier conflicto bélico y volver al progreso de los derechos sociales, apostar por lo público y prohibir lobbys. No hay unidad de la izquierda porque la izquierda ya no existe. Se quedó en la cuneta desde el momento que se subieron al carro del hijoputismo.

Y ese es la principal causa del aumento de la extrema derecha.

Salud, república y más escuelas.

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