En julio decidí alquilar mi casa de Madrid, cuya existencia, al ser hijo único, me había permitido dar saltos laborales al vacío al no ser esclavo de una hipoteca. En dos días ya tenía inquilino, el ex inquilino de la casa de unos amigos míos que la iban a vender.
80 metros cuadrados, con 4 dormitorios en los que en todos hay estanterías de obra, o armarios empotrados, más tres altillos, dan para guardar mucho, sobre todo como me decía mi primo Pablo en uno de los múltiples viajes en su coche al Punto Limpio, “eres el amigo soltero con síndrome de diógenes”, tal cual. De hecho, aparte de mi colección de revistas de Motociclismo y La Moto desde que 20 años, descubría la de mi amigo Nacho, que hace un cuarto de siglo adopte porque en su minúsculo piso de recién casado aquello no entraba en el acuerdo matrimonial. O los prototipos de mobiliario de nuevos diseñadores que fui acumulando.
El problema era que la mudanza ha sido un embudo, ya que solo me he llevado lo que cabe en una estantería de la habitaciĺon en casa de mis padres, y dejado una docena de cosas en uno de los altillos.
Al inicio, me pasé dos días bloqueado, incapaz de tirar nada, cada cajón o armario que habría me trasladaba a las pasionales emociones de aquella época, aquellas aguas volvían a mover el molino de mis recuerdos.
Por guardar, guardo trabajos escolares de cuando tenía 7 u 8 años, más las notas de EGB, BUP y las dos carreras universitarias; o pases de discoteca que tenía cuando me hacía la ruta del bacalao de adolescnete con Andrés y Alvaro, de Oh Madrid a Atica parando por Jacara…
Deshacerme de un millar de libros y revistas de motos ha sido un drama, que he podido gestionar emocionalmente gracias a Juan Pedro de La Torre, Alvaro Sobrino, a la pareja de Re-Read Atocha y a varios amigos Jaime, Esmeralda y Carmen, que se llevaron unos 700 libros, y Juan Pedro los Motociclismos. Sé que tendrán una segunda oportunidad en mimadas colecciones.
Las más de 40 bolsas de basura de 30 litros, que saturaron 4 veces el contenedor de Humana, para ropa de segunda mano, me han hecho reflexionar si era necesario tener tanta ropa de tantas cosas, que si de paisano, la de montaña, la de motero…
Con la casa casi vacía, en un momento dado, me vi sentado en el suelo seleccionando unos cromos de motos de cuando era niño, y me vinieron todas aquellas imágenes de los ecosistemas que creaba con los coches, los vaqueros, los Lego… a aquel niño que soñaba con construir ciudades imaginarias, y dibujaba barcos que ahora se hacen realidad, ahora seguimos expandiendo un mundo que para la mayoría no existe, al no percibirlo.
Lo curioso, ha sido que en el medio año que he vivido en casa de mis padres, lo único que he echado de menos era la ropa conforme cambiaba la temperatura. Por eso, mi amigo Alfonso, mientras viajabamos en su furgo a Málaga, me decía que el 80% son recuerdos. Ahora, comprendo a las personas que viajan por el mundo con casi nada, porque como dice mi padre, la persona más feliz es la que menos necesidades tiene, y creo que la mayoría de mis necesidades son adoptadas.
Como fetichista con sindrome de diogenes, si analizo este proceso desde el Tener Humano, he tenido momentos de ansiedad, y de pánico, pero si lo analizo como Ser Humano, cada vez que he ido al contenedor de papel a tirar apuntes, notas, trabajos y otros escritos, tras dejarlos a la intemperie y a la merced de otros, curiosamente, he sentido una gran liberación.
¿Será esta liberación para dejar espacio físico, energético y espiritual para acumular otras cosas a las que les otorgue la emoción de un recuerdo? ¿Será para acumular nuevas experiencias? ¿Será para crecer? ¿Debo crecer para ser yo?