En memoria de David y Diego
- Un test basal “desaparecido”: “Las pruebas que pudimos aportar estaban cojas sin esta prueba [el TEST BASAL] y solicitamos que se aportara, mas no ha aparecido nunca”
- Un análisis independiente, a través de un Seguro privado, desmintió las palabras del Hospital
- “En esa misma planta se oían los latidos de otros bebés, y a mamás que estaban de parto. Eso no es humano”.
- En un momento de profundo dolor, el hospital le propuso un parto natural, a pesar de que uno de los bebés estaba de nalgas. "Mi familia se negó rotundamente y exigió una cesárea de urgencia", agregó.
Recuerdo la primera vez que conocí a Susana. Una mujer con una mirada que desprendía una fuerza arrolladora. Profesional, y con una seguridad inmutable. Pero esa luz característica, inquebrantable y firme, le había costado un alto precio: la batalla más cruda a la que se enfrentaría una madre. Capaz de convertir lo mundano en algo extraordinario, nunca dejó que el peso de la vida le robara su esencia.
Catorce años después de esa experiencia, Susana comparte su doloroso relato, con la esperanza de que su historia sirva de lección para las familias que puedan enfrentar situaciones similares. La falta de atención médica adecuada en el hospital Miguel Servet de Zaragoza dejó secuelas irreparables tanto en su salud emocional como física, además de la pérdida de sus bebés debido a una supuesta negligencia médica.
Desde el inicio de su embarazo, Susana fue catalogada como paciente de alto riesgo en el hospital Miguel Servet, pues esperaba gemelos monocoriales, que comparten bolsa y placenta. A pesar de ello, el seguimiento transcurrió con normalidad hasta el séptimo mes, cuando comenzó a experimentar fuertes dolores y contracciones. En su visita a urgencias, los médicos le recetaron óvulos para prolongar la gestación y reposo relativo para retenerlos, lo que ella cree que pudo haber sido un error: “En el séptimo mes, de unos 7 meses y medio, tuve que acudir a urgencias porque tenía muchos dolores, vomitaba, etc. Tenía contracciones. Me mandaron óvulos durante 15 días con reposo relativo, para que los aguantara. Para mi parecer, eso ya fue un posible error, ya que estaban ya un peso considerable, ambos rozaban los dos kilos”.
Así pues, transcurrieron los días hasta el 16 de febrero, que se le practicó un test basal cuando estaba de 36 semanas de gestación, en el cual ella consideró que se le movió la tripa bruscamente, ya que los bebés se movían muy poquito. Finalizando la prueba falló el corazón de uno de los bebés, la enfermera que estaba realizando la prueba, le dijo “ahora he perdido el latido de uno, se habrá movido sin darle importancia”. Le dijo que todo estaba bien; a continuación, pasó a consulta donde la médica revisó ese test basal sin dar importancia a la pérdida del latido. Comprobaron la posición fetal del primero porque venía de nalgas.
“Sin valorar mirar que todo estuviera bien, querían practicarme la cesárea el día 23 y mi madre les dijo ‘¿no veis como está … que no puede más?’. Entonces, laprogramaron para el día 21. Al día siguiente empecé a encontrarme muy mal, aguanté con muchísimos dolores hasta el día siguiente, el 18 de febrero, que, para mi desgracia, dejé de notar los movimientos de mis bebés y acudimos a urgencias. Allí nos confirmaron que no tenían latido. Me querían hacer pasar por un parto natural siendo que estaban muertos y uno de nalgas, mi familia dijo que ‘de eso nada’, que una cesárea de urgencia, y ya”. Aunque, para no faltar a la verdad, más bien tuvo que preguntar ella misma, porque los médicos miraban constantemente el ecógrafo sin darle respuesta alguna. "Uno seguro que no, el otro no lo veo bien", le respondieron antes de confirmarle que ambos habían fallecido.
LA INDIFERENCIA EN EL PEOR MOMENTO
A partir de ahí, comenzó un proceso marcado por la frialdad y la falta de apoyo emocional. "Allí en Urgencias hicieron lo que tenían que hacer y en planta nos dejaron una habitación para mi marido y para mí. Pero en esa misma planta se oían los latidos de otros bebés, y a mamás que estaban de parto. Eso no es humano. Mi marido y yo no lo podíamos soportar".
El impacto emocional fue devastador. "Solo bajó un psiquiatra y una psicóloga al día siguiente y no sé si el posterior porque mi madre lo exigió. La verdad de todos esos días tengo flashes, como si mi cabeza los haya querido borrar. No volvieron a verme hasta mes y medio o dos después en la Seguridad Social". Aquel matrimonio se quedó ahí, en una soledad absoluta, enfrentando la pérdida sin ni siquiera la asistencia psicológica adecuada. Tampoco hubo respuestas claras sobre lo ocurrido. "Todo eran excusas. La médica que me atendió incluso se atrevió a insinuar que, si hubiera sabido que eso iba a pasar los hubiera sacado antes ... Todo esto mientras estaba sentada en los pies de mi cama en la habitación del hospital, delante de mi marido y de mis padres también”, relata amargamente Susana.
El hospital negó inicialmente haberle practicado un test basal, una prueba clave para monitorear el bienestar fetal, pero tras insistir en obtener su historia clínica, descubrió que sí había sido realizado: "Primero negaron haberlo practicado, pero luego aparecieron notaciones sobre él. Finalmente reconocieron haberlo hecho, pero alegaron que habían perdido los resultados". Catorce años después, sigue sin respuestas. "Nunca apareció y nunca lo hará", dice con resignación.
Las secuelas psicológicas han sido profundas. "Estuve varios años con psiquiatra y psicólogo, tomando medicación. La ansiedad se quedó conmigo para siempre". Además, señala que intentaron desviar la atención argumentando que podría haber tenido coagulante lúpico circulante en la sangre, algo que posteriormente desmintió con análisis en un seguro privado. "En vez de asumir responsabilidades, buscaban excusas".
Susana y su esposo emprendieron acciones legales, pero el proceso se centró en la pérdida del test basal, no en la muerte de sus bebés. "Me hubiera gustado que se reconociera una supuesta mala praxis, una supuesta negligencia, y que hubieran pagado por la muerte de mis hijos, no por perder unos papeles (…) Tuvimos un abogado que llevó, en nuestro caso, alrededor de cinco años. Lo hizo bien y con tacto. Quizás movido de otra manera, con una organización, no sé, hubiera sido más sonado. Pero igual el resultado hubiera sido otro al que fue. No sé, la verdad. En su día estábamos perdidos. A día de hoy, lo haría de otra manera”.
QUE HUMANIZAR AL PACIENTE SEA MÁS QUE UN PROTOCOLO
A lo largo de los años, ha conocido otros casos similares, como el de Pilar, una mujer que murió junto a su bebé en el hospital de Calatayud. "Estas cosas suelen taparse", explica. Su experiencia también ha evidenciado la falta de comprensión de la sociedad ante este tipo de pérdidas. "Parece un tabú hablar de la muerte de los hijos. Nos dicen ‘sois jóvenes, tendréis más’, como si eso sustituyera lo que hemos perdido. Nadie le dice a un viudo ‘ya encontrarás a otro’". También denuncia la falta de reconocimiento legal de sus hijos. "No los podemos inscribir en el libro de familia, solo en un registro de niños abortivos. Pero mis hijos no fueron un aborto; nacieron a término y nos los llevamos metidos en una caja. ¿Por qué no puedo inscribirlos? Mi hija pequeña no ocupa el segundo lugar, sino el cuarto lugar. No es justo", le tiembla la voz.
Para evitar que otras familias pasen por lo mismo, Susana aboga por cambios en el sistema de salud. "No pueden regirse solo por protocolos; cada embarazo es distinto. No es lo mismo un embarazo gemelar con bebés de bajo peso que los míos, que nacieron con 3 kilos 600 y 2 kilos 950 en la semana 36 de embarazo. Y si unos padres pierden a sus bebés, no deberían estar en la misma planta de parto. Falta humanidad".
Su mensaje para otras mujeres que han vivido experiencias similares es claro: "No están solas. Deben pedir ayuda, llorar, gritar, hablar del tema. No tenemos que ahogarnos por dentro. La sociedad no está preparada para esto; parece un tabú hablar de la muerte de los hijos, sobre todo de muertes fetales o en partos. Y no debería de ser así; son nuestros hijos y no, no está preparada la sociedad. Yo sé que hay comentarios que los hacen sin pensar, para calmar, pero sobran, por ejemplo ‘tranquilos, sois jóvenes, tendréis más’. ¿Perdona? Yo a un viudo o a una viuda no le digo ‘ya encontrarás a otro’. Hubo muchas cosas que me dolieron y me siguen doliendo. Tengo dos niñas, una que ya tenía de cuatro años entonces. A la que le debo la vida por ella saqué fuerzas y otra que tuve después nuestro bebé arcoíris. Pues hay otros comentarios como ‘eh, ¿es que solo sabéis hacer niñas?’, perdona, tuve dos niños, entre medias, nacidos a término, pero se me murieron por una supuesta negligencia. Supuestamente me los mataron. No hicieron las cosas bien. Esto fue algo que marcó a todos, no solo a nosotros. Familia y amigos. Fue muy duro para todos. No fueron transparentes y nos hicieron mucho daño a posteriori también. Yo estaba sana completamente y mis bebés también, porque lo demostró la autopsia; murieron por un cierre prematuro de la ventana oval del corazón, que eso se tiene que cerrar justo al nacer. Uno llevaba muerto unas 48 horas, y el otro unas 24, así que nos situábamos con el primero en el día del test basal”, explica con contundencia.
El caso de Susana no es un hecho aislado. La negligencia médica, la deshumanización del paciente y la falta de empatía son males que persisten en muchos hospitales, más allá de Aragón, en todo el país. La historia de Susana y de tantas otras familias que han sufrido pérdidas similares nos recuerda la urgencia de un cambio en el sistema sanitario, donde se priorice el bienestar humano además del cumplimiento de los protocolos.
“Quiero reivindicar que las madres que sufrimos muertes fetales a partir de las 25 semanas de embarazo tenemos derecho a nuestra baja maternal, un periodo que nos sirve para la recuperación. Sin embargo, muchas madres que pierden a sus bebés antes de la semana 25 no tienen acceso a esta baja maternal. En su lugar, deben solicitar una baja por enfermedad de la Seguridad Social. Creo que todas deberíamos tener el mismo derecho.” declara a prensa. “Además, me gustaría señalar que no somos solo las madres quienes perdemos a nuestros hijos. Si bien es cierto que somos las que experimentamos los embarazos y los partos, también hay otra persona a nuestro lado: el padre del bebé. En el caso de mi marido, a los tres días de nuestra pérdida tuvo que volver a trabajar. Afortunadamente, la empresa se portó muy bien y le ofreció un ERTE de quince días para que pudiera recuperarse un poco antes de regresar a su puesto de trabajo. Sin embargo, en estos casos, los padres también deberían estar más protegidos, ya que ellos también necesitan tiempo para recuperarse de la pérdida, no solo las madres”.
El sistema de salud debe evolucionar para garantizar que cada vida, cada embarazo y cada paciente sea tratado con la dignidad y el respeto que merece. Es imperativo que las instituciones tomen medidas para evitar que tragedias como las que vivieron Susana y su familia se repitan. Mientras tanto, ella sigue luchando por un futuro en el que nadie más tenga que enfrentarse a la frialdad extrema de un sistema inhumano en el momento más doloroso de su vida. Por sus hijos, por todas las víctimas de la negligencia médica, y por el derecho a ser escuchados, Susana sigue alzando su voz. Y aunque la Justicia tarde en llegar, su mensaje es claro: no están solas.
Adjuntamos una misiva que Susana redactó en su momento, tras salir la sentencia, y que jamás tuvo cabida en ningún medio de comunicación.
Desde aquí queremos darle las gracias por compartir con todos nosotros un capítulo tan íntimo como intenso: gracias, a Susana y a su esposo, por continuar abriendo camino.
Misiva:
EN MEMORIA DE NUESTROS HIJOS DAVID Y DIEGO, NUESTROS ÁNGELES
Hace 5 años, mi marido y yo quisimos ampliar la familia y darle a nuestra hija mayor un hermanito o hermanita, ella entonces sólo tenía 4 años; nuestra sorpresa fue cuando en la primera ecografía nos dijeron que no era uno, sino dos bebés los que venían en camino. Afrontamos el embarazo con muchísima ilusión.
Todo el embarazo se llevó en Alto riesgo del Miguel Servet; transcurrió con normalidad, todo estaba perfecto, aunque yo me encontré muy pesada a partir del sexto mes, los gemelos eran bastante grandes y necesité ayuda para vida cotidiana.
En enero de 2011, cuando ya estaba de siete meses y medio, acudí a Urgencias porque tenía muchas contracciones y dolores. Me mandaron unos óvulos para retenerlos y reposo a pesar del tamaño que mis hijos tenían ya.
El día 16 de febrero se me practicó un test basal, en el cual yo considero que se me movió la tripa bruscamente, ya que no se movían mucho debido a su tamaño. Cuando la prueba estaba finalizando, el corazón de uno de mis bebes falló (se perdió el latido). La enfermera me indicó que estaba todo bien, yo como madre pensé que se habría cambiado de posición “QUE PENA NO SER MÉDICA”. Me pasaron a consulta y comprobaron la posición del primero porque estaba de nalgas durante el embarazo para así programar una cesárea, aún me decían que para el día 23 de febrero, pero mi madre les dijo que si no podía ser antes porque yo ya me encontraba muy mal y muy cansada, entonces se programó para el día 21 de Febrero, todo esto sin dar importancia a que se perdiera el latido del corazón.
Dos días después, 18 de febrero, acudo a Urgencias porque no sentía los movimientos desde hacía unas horas. Y allí me comunican que ninguno de mis gemelos tenía latido… HABÍAN MUERTO, no me lo podía creer… MIS HIJOS MUERTOS, no podía parar de llorar, se me cayó el mundo encima.
Todo preparado para ellos, sus papás, tata, familia y amigos esperándolos. Me deprimí de tal manera que caí en depresión y a día de hoy sigo en manos de psicólogos que me ayudan. También nos llenamos de rabia toda la familia y más cuando recibimos por correo ordinario los resultados de la autopsia en la que decía que uno de mis hijos llevaba muerto 48H o más y el otro unas 24H. Con el primero nos situábamos en el día del test basal y de la consulta "DOS DÍAS ANTES". No sé de dónde saqué las fuerzas, pero dije: HAY QUE LUCHAR.
Solicitamos toda la historia clínica y aún llegó más dolor cuando además de darme muchas razones para justificarlo, me negaban haberme efectuado ese test basal.
Solicitamos ver la historia clínica personalmente y descubrimos que había unas anotaciones de ese día con lo cual ese test se había efectuado. Entonces nos reconocieron que se había practicado pero que se había desaparecido “SE HABÍA PERDIDO”. Por ello pusimos una reclamación al Salud para que apareciera el informe y poder descubrir qué había pasado, nunca ha aparecido hasta día de hoy y a pesar de que el propio informe de los médicos del Salud o inspectores hablan de él y de su perfección, nosotros ni lo vimos ni pudimos estudiarlo. Las pruebas que pudimos aportar estaban cojas sin esta prueba [el TEST BASAL] y solicitamos que se aportara, mas no ha aparecido nunca.
En este momento en el que se ha dictado sentencia y se nos da la razón, por haberse “PERDIDO o DESAPARECIDO” el estudio del test basal y que no se condena al Salud por la falta de prueba del error con base en este, después de más de 4 años de sufrimiento, queremos acabar. El dinero es lo que menos importa, mas NO HAY DINERO EN EL MUNDO PARA PAGAR A UNOS PADRES LA VIDA DE SUS HIJOS, pero si nos gustaría que los médicos que intervinieron en este y sobre todo el que se llevó el informe o lo hizo desaparecer, nos llamara, y personalmente nos pidiera perdón, creemos que es lo menos que merecemos.
Y quiero aprovechar para dar las gracias a todas las personas que han estado a nuestro lado en estos 4 años y pico, no doy nombres porque ellos ya saben quiénes son, sin nombrar a mis padres y hermanas, por ocuparse de todo lo necesario para la despedida de mis hijos y ya que nosotros, sus padres, no estábamos en condiciones de nada. Y a una de mis cuñadas por estar conmigo dentro del quirófano en el peor momento de mi vida, siempre te estaré agradecida por ello. Y a todo el resto de familiares y amigos por el cariño y apoyo recibido. Dar las gracias también a una persona que no quería que la nombrara, pero como veis no le hago caso: nuestro abogado, inmaculado en su trabajo y con mucho tacto para tratar el tema.
También quiero tener unas palabras, para los que me cerraron las puertas cuando intentaba recuperarme como en mi antiguo trabajo, pues también a ellos les deseo lo mejor y como son padres y abuelos espero que nunca se vean o vean a los suyos, en la situación en la que nosotros y nuestra familia nos hemos visto.
Y para terminar sólo deciros que compartáis y pidáis a vuestros amigos que compartan, y así llegue a todo el mundo mi historia.
POR FAVOR QUE LA GENTE NO DEJE PASAR ESTAS COSAS, aquí cerramos el peor capítulo de nuestra vida, con el recuerdo de nuestros hijos DAVID Y DIEGO siempre en nuestros corazones. Queremos ser felices con nuestras hijas, ya que fuimos papas otra vez.
GRACIAS A TODOS.
ANOTACIONES:
1) Respecto a la intimidad y manejo cuidadoso de las declaraciones:
Se ha garantizado en todo momento el respeto absoluto a la intimidad de la entrevistada, así como una gestión respetuosa y cuidadosa de la naturaleza delicada y emotiva de sus declaraciones. El propósito de este artículo es contribuir con un periodismo veraz y comprometido, que busque servir a la comunidad y arrojar luz sobre una realidad que afecta a muchas personas.
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Ni la entrevistada, ni su entorno, ni la autora de este artículo, ni el medio de comunicación se responsabilizan de las opiniones expresadas en esta entrevista. Las declaraciones reflejan exclusivamente la percepción personal de la entrevistada y no pretenden generalizar ni imputar responsabilidades a otras personas o instituciones.
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4) Clarificación sobre la intención del artículo respecto al hospital:
En ningún momento este artículo tiene la intención de poner en cuestión la reputación del Hospital Miguel Servet ni de perjudicar su imagen. La entrevista se limita a reflejar la experiencia personal de la entrevistada. En caso de que el hospital desee ofrecer su versión de los hechos o realizar algún tipo de declaración, se recibirá con plena disposición para brindarles el espacio adecuado.