Quedan doce días para ganar fue el resumen de Gabilondo. Es cierto, pero también ayudaría algún debate más, algo a lo que Ayuso no está dispuesta. Dos bloques se manifestaron irreductibles, las derechas y las izquierdas. Estas se mostraron perfectamente coordinadas, mientras que las derechas estaban más deslavazadas. Ayuso solo se centró en un foco, Iglesias. Los demás no le interesaban, por lo que carece de talla institucional como presidenta. Nivel, ninguno.
El duelo a dos terminó con un vencedor y una vencida. Llovieron palos contra la presidenta por todos lados. Ella siempre se mantuvo a la defensiva, lanzando insultos y acusaciones en los que predominó la falsedad, el autobombo insostenible y la mala educación. Se interesan desde el exterior por lo que hemos conseguido, la conexión equilibrada entre virus y economía. Estuve al frente en los momentos más difíciles. Enseguida cayeron todos encima con datos incontestables. ¿Cuántos muertos hubo en Madrid? Veinte mil, respondió Ayuso con desgana. Ni lo sabía, ni tampoco le importaba: fueron 3.626 precisó Mónica García. No rectificó, limitándose a acusar a Iglesias, altiva y desafiante, de falta de credibilidad y de no ser querido. Cuando se desconocen los datos, lo mejor es echar mano de insultos. Un nivelazo.
Gabilondo leyó la orden de no derivar ancianos de las residencias a hospitales, a lo que le contestaron que daba vergüenza ajena. No hemos dejado morir a la gente en las residencias, porque yo no traje el virus, sino que vino por Barajas. Los datos desmienten también tal afirmación, que Ayuso repite una y otra vez. No admite ninguna responsabilidad, pero sigue sin establecer condiciones de seguridad apropiadas.
Si le preguntan que cuántas personas están en lista de espera en Madrid, tampoco lo sabe. Se limita a contestar al que le pregunta: usted es mezquino y una pantomima. La de los chiringuitos tuvo que asumir que chiringuito fue el que Aguirre puso a Abascal. Y la de las colas del hambre y los mantenidos tuvo que oír que estar en las colas no es vergonzoso, sino que alguien tenga que ponerse ahí para poder comer. El del chaletazo respondió a la presidenta que él se pagaba su casa, porque Sarasola no le pone un piso de lujo en Madrid.
Los otros componentes también intervinieron. Las elecciones se han convocado para gobernar con la ultraderecha. Esta seguía con las cantinelas de siempre: los menas, las piedras que nos tiran, no nos hacen caso, abrir Madrid para que la gente trabaje y se gane el pan. Otro trataba de sacar la cabeza pidiendo, primero, moderación. Luego, el disparate de gobernar con Vox, o el gobierno del éxito con Ciudadanos. Carece de credibilidad por haber traicionado a sus votantes y, también, por sostener un gobierno tan ineficaz como el que hemos tenido.
Hemos asistido una vez más a un debate a cara de perro, tan bronco como se esperaba, que no decepcionó a nadie. Sería bueno un segundo debate para matizar y perfilar, porque entre seis es muy difícil de hacerlo en el inicio. Un segundo más moderado podría dar lugar a alguna autocrítica, reconociendo posibles errores. Sería el momento de concretar las posturas para información de los ciudadanos. Al parecer, no se va a dar la ocasión, pero, si se diera, la cuerda se tensaría todavía más. Así no es posible orientar algún acuerdo para solucionar los fallos cometidos y organizar las cosas de manera que no volvieran a suceder. Veamos algunas que se encuentran todavía pendientes.
Viniera la peste china por dónde viniera, ahora toca controlar el virus. Primero, con las vacunas. Es necesario organizar un plan de vacunación seguro, en el que progresivamente se llegue al 70% de la población, como se ha propuesto. ¿Dónde hacerlo? No en tres o cuatro hangares, como ahora, sino en los Centros de Salud, asequibles, cómodos y efectivos. Después, estableciendo medidas razonables y haciéndolas cumplir. No se puede ir a salto de mata: cuando la curva llegue al pico, entonces bajará. Claro que sí, pero, mientras tanto, quedan muertos en el camino.
Hay que invertir en Sanidad Pública, que necesita recuperar lo que se le ha arrebatado. Una inversión mayor permitirá atender a los profesionales y a la gestión. En Madrid se encuentra muy mal, casi en las últimas. Es la segunda comunidad que menos invierte por habitante.
Las residencias requieren un cambio de modelo. No se pueden dejar en manos privadas, que solo buscan obtener el mayor beneficio. Esto no puede ser un mercado. Madrid ha condenado a morir a muchos residentes, mediante órdenes contradictorias con las que siempre pagan los mismos, los ciudadanos.
La educación no puede ser sólo privada-concertada. Invertir en la Educación Pública es el deber de cualquier administración. En Madrid no se la favorece, sino que cada vez hay mayores recortes, mientras los recursos aumentan en la concertada.
El modelo de fiscalidad propuesto en Madrid con las políticas neoliberales no es aceptable, sino injusto y discriminatorio. Esta brecha sigue en aumento. Junto con esto hay que atender también a la cultura y dar otro vuelco a las políticas sociales. Me gustaría que estuviera dispuesto a discutir esto el gobierno de Colón, como lo llaman. Queda mucho por hacer en medio de tantos años perdidos por gobiernos del mismo color, que carecen de voluntad para ponerse al día, manteniéndose en el más evidente autoritarismo no democrático. Con él, solo sus gobernantes y sus adláteres ganarán y perderá el resto. Resignación y decepción, mientras tanto.