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¿Dónde están las pruebas?

26 de Noviembre de 2024
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Demasiadas coincidencias Aldama durante su declaración ante el juez Ismael Moreno.
Aldama durante su declaración ante el juez Ismael Moreno. Al la izquierda, su abogado, José Antonio Choclán

Cuando una persona acusa a otra, y más en un juzgado que investiga un presunto caso delictivo, la carga de la prueba recae sobre el acusador. Y si no presenta prueba alguna la acusación queda en un canto de sirena que tiene por objetivo opacar las pruebas fundadas que le acusan a él. Acusaciones que, sin probatura alguna, buscan tirar por elevación para enmarañar lo que el juzgado investiga y, de paso, mejorar su situación judicial en la que el comisionista Víctor de Aldama se encuentra inmerso, bajo el paraguas de la colaboración voluntaria con la justicia. Detenido el pasado febrero y en libertad provisional por el llamado caso hidrocarburos, tras prestar declaración voluntaria ante el juez por el llamado caso Koldo, en el que está investigado como nexo corruptor para conseguir comisiones millonarias con la venta de mascarillas a distintas administraciones públicas.

Aldama no reveló nada que no se conociera ya, salvo la cuantía de la o las presuntas mordidas — que deberá justificar y ser aclarado durante el proceso— que según afirmó entregó al exministro Ábalos, y a su asesor Koldo García, por mediar en la venta de mascarillas a organismos públicos. Lo novedoso fueron sus acusaciones contra varios ministros por haber recibido mordidas por la compra de sus mascarillas en sus ministerios, y contra el secretario general del PSOE, Santos Cerdán; y para remate, metiendo de soslayo al Presidente Pedro Sánchez, del que dijo que estaba al tanto de todo y, que le había agradecido sus gestiones con las autoridades mexicanas para conseguir contratos con empresas españolas. Acusación apoyada en una fotografía tomada en un mitin del PSOE, en la que se le ve con Sánchez, con la que quiere hacernos creer que eran poco menos que amigos, cuando cualquier persona que haya ido a actos similares, sabe que solo tiene que acercase al protagonista para fotografiarse junto a él.

Foto que buscó para avalar que PS estaba al tanto de sus andanzas como comisionista. Veremos si es verdad o chulería banal su bravata de que habrá pruebas, y su disposición a conciliar para que la demanda que ha presentado el PSOE contra él en el juzgado, no se convierta en querella. La medida del nivel mental de Aldama son las fantasías que contó al juez de que había colaborado con la Unidad Antiterrorista UCE 2 de la Guardia Civil, con el CNI, la CIA y el MI6 que ya no existe. Afirmaciones desmentidas en nota pública del CNI donde señala que Aldama no es Guardia Civil, por lo que nunca ha pertenecido a la unidad antiterrorista UCE 2, ni ha colaborado con el CNI, ni los servicios de inteligencia que menciona. Un <<James Boom>> de pacotilla, que confunde ser un chota de la GC con ser un agente secreto.

Con estas acusaciones sin pruebas de un delincuente confeso, Feijóo vuelve a tirarse a la piscina para pedir por enésima vez la dimisión de Pedro Sánchez, con ese lenguaje ampuloso, gesto serio impostado y traje demodé, que utiliza para investirse de la auctoritas, que no tiene ni sabe lo que es, para elevar la gravedad del mismo mantra de siempre: señor Sánchez debe irse, debe dimitir, emulando el <<márchese señor González>> de Aznar que le sigue marcando el paso desde su despacho en Faes. Demanda que expresa con mayor exigencia cada día que ya resulta cansina, que en esta ocasión buscaba opacar su batacazo al no conseguir el apoyo de su propio grupo en el Parlamento Europeo, a su veto a Teresa Ribera, para ser Vicepresidenta primera del Colegio de Comisarios de la UE. Y tapar las vergüenzas de Mazón —aún por aclarar—en la gestión de la Dana durante el día 29.  

Tampoco es novedad su disposición a presentar una moción censura, que formuló como un ruego a los partidos de derecha que apoyan al Gobierno, con tono de mendigo lastimero. Propuesta que no ha obtenido respuesta alguna de los apelados, que ha llevado a Feijóo a darle la vuelta y acusar a los mismo a los que ha pedido ayuda, de cómplices con los desmanes de Sánchez. Doble ridículo que le resitúa en el aislamiento en el que le coloca su obsesiva inquina hacia Pedro Sánchez, que convierte su hacer político en un día de la marmota eterno.   

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