La bala más famosa del siglo XXI aún no se ha detenido del todo. Su objetivo, el hombre-anuncio del mensaje en rojo MAKE AMERICA GREAT AGAIN apenas se tiñó un poco de ese mismo y efectivo color. Pero el sonido, insisto, continúa retumbando en mayor medida que el de cualquiera de los miles de proyectiles disparados en las guerras que, como heridas abiertas, jalonan nuestro mundo.
Obviamente, no todos somos iguales ante la muerte, ni ante los medios, ni siquiera ante la ley, comenzamos a sospechar con aprensión. Porque lo de la élite que esquiva constantemente al sistema judicial parece cierto, ¿no? O que esa minoría dominante se continúa perpetuando mediante un sistema endogámico también. ¿O eso era antes de la Revolución Francesa?
Ya hay quienes, en el país de todos los cristianismos, vieron la Mano Divina en una especie de Sagrado Palmeo para salvar al tipo de la gorra colorada. Este argumento marcaría una especie de el Señor escribe recto con disparos errados. Y si el Santísimo ha intervenido, consideran que habrá que darle la razón con sus votos. No es cuestión de dudar de su Sagrada Voluntad.
Y es que, aunque no acertara del todo, el disparo fue bueno, teniendo en cuenta la distancia y el rifle empleado, un AR 15 excelente para realizar matanzas con gente desarmada; barato, fiable y símbolo del Imperialismo Yankee desde hace medio siglo. Si no, que se lo pregunten a la Asociación del Rifle, tan conservadora y amiga del tipo que salió casi ileso. El del cartel de hacer de nuevo grande a América.
Grande y con ciudadanos armados, por supuesto. Como el joven que pegó el tiro del que se sigue hablando en todo el orbe. Nadie recuerda su nombre, ni falta que hace. Suficiente hay con tratar de considerar todo lo que habría cambiado si hubiera impactado dos dedos más allá. Si hubiera acertado su objetivo. Si esa bala hubiera atravesado la Historia.